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FILOSOFÍA DEL DEPORTE

  • Foto del escritor: Hetsy Hernández
    Hetsy Hernández
  • 12 ago
  • 9 Min. de lectura

Desde el Tatami: Valores y Moralidad en la Competición Marcial



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TATAMI&FILOSOFÍA, Collage, E. (2025).





El artista marcial [...] es el individuo que lleva a cabo la reflexión, y su guía es la ética deportiva, la cual es filial a una rama de la filosofía moral.




La filosofía habita más allá de un aula, como un líquido con volumen definido, y tiene la propiedad de adaptarse a la forma del recipiente que lo contiene; es decir, la filosofía se amolda a cualquier espacio en un sentido general. Su propósito es sopesar rigurosamente nuestras creencias, aclarar los principios rectores de nuestro comportamiento y ayudarnos a repensar el mundo para tomar decisiones responsables y libres en cada paso que demos, donde sea que caminemos.


Ésta se encarga de cuestionar y esclarecer ideas comunes que utilizamos sin mayor reflexión, como la felicidad, la libertad, la responsabilidad, la justicia, la solidaridad o el bien. Rompe barreras, cruza umbrales, excede lo escrito; de este modo, se genera la construcción de una filosofía personal, íntima, que transforma consecuentemente la identidad. Asimismo, nos ayuda a tomar conciencia del carácter problemático de la sociedad y a reflexionar acerca del mundo en que vivimos.


Por otra parte, salta de la pluma y el papel a unos guantes y un ring, a un tatami, a un podio, a un saco de boxeo. El artista marcial, por ejemplo, es el individuo que lleva a cabo la reflexión, y su guía es la ética deportiva, la cual es filial a una rama de la filosofía moral: una ética aplicada que surge de una necesidad impuesta por la realidad social, donde la filosofía se manifiesta en su carácter más práctico, singular y complejo.


La misión de una filosofía del deporte es fundamentar y aplicar la moral a los distintos ámbitos de la vida social, reconociendo las fortalezas interiores que estas actividades deben fomentar, las metas que deben perseguir y los valores y hábitos necesarios para alcanzarlas. En el deporte, el lenguaje se transgrede, se habla con el cuerpo, se vacía la mente para volver a construir un camino particular.




La corporalidad era también una expresión de la virtud humana, hasta el punto de que la palabra griega sōma (cuerpo) también significaba persona.




En la Antigüedad, especialmente entre los griegos, la opinión de los filósofos sobre el deporte y la actividad física era compleja y, a menudo, estaba profundamente entrelazada con sus concepciones de la educación, la virtud y la propia filosofía. Lejos de ser un tema de reflexión filosófica superflua, el deporte se consideraba fundamental para el desarrollo humano, aunque no siempre se le dedicara un análisis filosófico independiente y riguroso en el sentido moderno.


Los griegos fueron pioneros en establecer vínculos estrechos entre la ética, la educación (paideia) y el deporte. Para ellos, la actividad física era indispensable para alcanzar la virtud o excelencia moral (areté). Platón, en sus Leyes, concibió la educación gimnástica como parte esencial de la formación tanto de hombres como de mujeres, centrada en la areté, que él vinculaba al alma (psychē). De hecho, cuando Platón fundó su escuela, la Academia, en un gimnasio, no desestimó las actividades atléticas tradicionales del lugar.


El gymnasion (gimnasio) era un espacio central en la vida griega, donde se fortalecía y recreaba el cuerpo, y donde se fomentaban los lazos entre cultura, arte y vida. La corporalidad era también una expresión de la virtud humana, hasta el punto de que la palabra griega sōma (cuerpo) también significaba persona.


El deporte era, además, una vía pedagógica para entender la vida mediante el ejercicio del cuerpo y del espíritu, desarrollando la fortaleza moral. Es un espejo de la existencia y una arena donde se cultivan valores. Incluso la propia práctica filosófica compartía una profunda raíz con el espíritu de las competiciones.


En la actualidad, es vasta la variedad de deportes que existen, con diferentes dinámicas y retos. Desde el deporte individual hasta el colectivo, cada uno posee características particulares, así como su propia filosofía e historia.




La palabra arte en artes marciales remite a la necesidad de cultivar valores espirituales para preservar la vida, y no sólo a la obtención del máximo rendimiento deportivo.



El camino de las artes marciales se relaciona estrechamente con la concepción filosófica del deporte que tenían los griegos, así como con la aplicación de ese ejercicio interior que recorre el artista marcial, donde serlo va mucho más allá de aprender simples técnicas de combate: implica emprender una búsqueda cuyo objetivo es el desarrollo integral del individuo en sus dimensiones física, mental y espiritual.


Las artes marciales son, fundamentalmente, ejercicios para el cuerpo, la mente y el espíritu. Aunque comúnmente se les denomina deportes de combate —ya que en su ejecución dos contendientes se enfrentan—, el término arte marcial encierra un significado mucho más profundo.

 

La palabra arte en artes marciales remite a la necesidad de cultivar valores espirituales para preservar la vida, y no solo a la obtención del máximo rendimiento deportivo. Muchas de estas disciplinas, en su mayoría originarias de Oriente, buscan que el practicante se armonice con el mundo que lo rodea; en ellas, el espíritu del practicante entra en acción, cultivando un instinto peculiar en el que el cuerpo se convierte en vehículo.





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TATAMI&GRIEGOS, Collage, E. (2025).




La competición no es el objetivo principal, ni tampoco lo es el acondicionamiento físico, aunque éste sea de suma importancia. Lo más valioso suele ser lo menos visible, lo intangible, aquello que se comparte en los espacios comunes de entrenamiento y que, posteriormente, se aplica también fuera de ellos. Se trata de una ética para toda la vida, que enriquece emocionalmente al artista marcial gracias al trasfondo filosófico y ético de estas disciplinas; esto se manifiesta en el desarrollo del carácter y la moralidad.




El enfoque va más allá de esculpir una musculatura impenetrable: se trata también de formar una corteza emocional resiliente.



La satisfacción del trabajo realizado en combate radica en la alegría del esfuerzo y en el respeto por los principios que se enseñan al aprendiz, así como en el compañerismo y el autoconocimiento. La victoria es consecuencia del trabajo diario; sabe más dulce después de unas cuantas lecciones amargas. A modo de voyeurismo, sobre el ring se representa una labor de valentía, donde se exaltan las virtudes y se admiran las cualidades del cuerpo, que van más allá de lo estético: el control del cuerpo y de la mente. El cuerpo es un libro lleno de enseñanzas prácticas y emocionales, que tiene la oportunidad de desplegarse en ese espacio, donde se fragmenta, se destruye y se reconstruye las veces que sea necesario, porque eso también forma parte del camino.


Muchas artes marciales orientales, como el Judo o el Karate, terminan en -dō, que significa camino o vía (del chino Dao). Lo cual implica que no se trata simplemente de un conjunto de habilidades (jutsu), sino de un entrenamiento para la vida buena. Es decir, no sólo representan la adquisición de técnicas de combate, sino también el dominio del arte de ser humanos plenos y autorrealizados. Constituyen una alternativa en la búsqueda de una vida mejor y más plena, que impulse a mejorar día con día.


El enfoque va más allá de esculpir una musculatura impenetrable: se trata también de formar una corteza emocional resiliente. En términos de una axiología del deporte, se cultivan virtudes esenciales como el coraje (areté: excelencia, perfección, mérito), la disciplina y el autocontrol (enkráteia), la humildad, el respeto, la perseverancia, la honestidad y la solidaridad.


Así, la virtud de la autodisciplina se manifiesta inevitablemente en todos los aspectos de la vida del aprendiz y, con el paso de los años, se vuelve inherente y aplicable a otras esferas de su existencia.


El sparring, por ejemplo, tal como lo aborda Wacquant en su libro Entre las cuerdas, es un “trabajo perceptivo, emocional y físico que amplía la capacidad de percepción y concentración, y endurece el cuerpo para el choque de la competición”.


En este contexto, “la capacidad de pensar y razonar sobre el ring se ha convertido en una facultad de su organismo indiviso, lo que John Dewey denominaría su body–mind complex”. Las artes marciales orientales, en particular, enfatizan el principio de “entrar en la mente desde el cuerpo o la forma”.




Las artes marciales, aunque combativas, cultivan un tipo de coraje, o bien, una sabia resistencia.



El deporte se presenta así como una metáfora de la vida: más allá de preparar para afrontar situaciones adversas —como estar en la esquina del ring envuelto en un escenario complejo—, nos enseña a vivir con lo que ocurra, dándole orden al pensar y al sentir.


El Muay Thai, por ejemplo, no se puede aprender únicamente en el plano teórico; requiere una transmisión visual, corporal y mimética. Esta disciplina trasciende la actividad física para convertirse en un verdadero laboratorio de vida. Esto la distingue fundamentalmente de muchos deportes contemporáneos que han perdido su conexión con el desarrollo moral y espiritual.


Siendo éste un arte marcial originario de Tailandia, conocido como la ciencia de las ocho extremidades, ya que emplea puños, patadas, codos y rodillas. Su entrenamiento es riguroso, y con frecuencia exige que los practicantes residan en el gimnasio y se dediquen por completo a su práctica. El objetivo principal del entrenamiento es desarrollar velocidad, precisión y potencia, a través de sesiones que inician temprano por la mañana con carreras prolongadas.


Esta práctica expone al individuo a situaciones que revelan su verdadera naturaleza, obligándolo a confrontar el miedo y a conocerse tanto dentro como fuera del ring. Las metas son siempre nobles: así como para los filósofos de la Antigüedad —como Aristóteles— el coraje (areté) era una virtud fundamental, las artes marciales, aunque combativas, cultivan un tipo de coraje, o bien, una sabia resistencia.

 

Los practicantes deben también obedecer las reglas del gimnasio y seguir las instrucciones de su maestro en todo momento. Esto es parte esencial del aprendizaje emocional: controlar la ira, el nerviosismo, la ansiedad o la frustración, aprendiendo a contenerlas o a invocarlas cuando sea necesario, lo cual es clave para lograr eficiencia mental bajo presión.




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TATAMI&CUERPO, Collage, E. (2025).




Pero el respeto por el adversario es fundamental: es la base de esta ética deportiva. Se trata de una lectura profunda —y a la vez pedagógica— de la humildad; es reconocer y marcar el sentido del límite, tanto personal como colectivo. Independientemente del resultado, en la lucha existe, como núcleo, un respeto intrínseco.




Ser artista marcial también es romper fronteras: no se trata únicamente de construir fortaleza física, sino de formar un carácter cognoscible, capaz de disfrutar y otorgar sentido a las cosas.



Aunque la práctica es esencial, la reflexión filosófica es necesaria para mejorar. Es un camino de ida y vuelta que debemos observar y corregir. Metafóricamente, es como un castillo de arena que, cuando la marea lo rompe, exige volver a la reflexión: repensar cómo edificarlo nuevamente, más fuerte y más virtuoso. La filosofía del deporte plantea estas interrogantes y ofrece principios valorativos para abordar los dilemas morales que surgen en su práctica.


Cada peleador es diferente; cada uno sube con su propia carga al ring, al tatami, al dojo o al podio. Hay en ello una pizca de sacrificio, al estilo de una tragedia griega, pero siempre con una enseñanza. Así como se aprende a filosofar, se aprende también a boxear y a patear. Se forja una identidad a través del sudor y la sangre, algo que las palabras no siempre pueden expresar. Es una filosofía de la sensación.


La reflexión filosófica descompone la vida antes de que esta comience a suceder, para que nuestro tránsito sea más consciente, más ameno. Aunque no tenemos el poder de prever los peligros, los golpes, las patadas, las palabras o las acciones, esa reflexión convierte el camino del artista marcial en una experiencia de aprendizaje inmanente, como la propia esencia de la filosofía.


Ser artista marcial también es romper fronteras: no se trata únicamente de construir fortaleza física, sino de formar un carácter cognoscible, capaz de disfrutar y otorgar sentido a las cosas. Es una filosofía encarnada, vivida en carne propia, desde el tatami hasta el papel, y del papel de vuelta al tatami.




BIBLIOGRAFIA


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  • Devine, J. W., & Lopez Frias, F. J. (2020). Philosophy of sport. En Stanford Encyclopedia of Philosophy. Recuperado de https://plato.stanford.edu/entries/sport/

  • García Isidoro, S., Tobal, F. M., Martín Escudero, P., Gutiérrez Ortega, C., & Castellanos Sánchez, V. O. (s. f.). Las artes marciales, su origen y actualidad: Una visión enfocada en el Judo, Karate y Wushu. Orientando: Temas de Asia Oriental, Sociedad, Cultura y Economía.

  • Goodison, M. (2015). Muay Thai: Peace, at last.

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  • Reid, H. L. (2023). Introduction to the philosophy of sport (2.ª ed.). Rowman & Littlefield.

  • Turró Ortega, G. (s. f.). Filosofía del deporte (PID_00247052). FUOC.

  • Wacquant, L. (2006). Entre las cuerdas: Cuadernos de un aprendiz de boxeador (M. Hernández, Trad.). Siglo XXI Editores Argentina S. A. (Obra original publicada en 2000).




Hetsy Hérnandez es estudiante de Filosofía en la UNAM; sus líneas de interés son los estudios sobre la religión, el deporte y la estética. Competidora de kickboxing en la WAKO. Amante del cine, la música y la escritura. Busca unir sus intereses creativos con la filosofía para contar historias con sentido.





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