LOS SÍMBOLOS DE LA RESISTENCIA
- Pablo de Tarso Muñoz Reyes

- hace 1 día
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Sus resonancias en el mundo a dos años de la emergencia del genocidio

SUMMUD, Collage, E. (2025)
Israel utilizó como argumento el ataque de los Estados árabes vecinos para justificar el inicio de la expansión gradual e ilegal de su territorio [...] mediante el Plan Dalet, el cual evidenció una de las ambiciones centrales del Estado: la eliminación, por cualquier medio, de la población palestina.
A finales de agosto de 2025, la Flotilla Global Sumud (FGS) acaparó gran parte de la discusión pública sobre la causa palestina. Desde junio del mismo año, organizaciones civiles que denunciaban el genocidio que, desde octubre de 2023, ha recrudecido el Estado de Israel (principalmente en la Franja de Gaza) unificaron esfuerzos para crear la FGS y anunciaron que su objetivo central era la apertura de un corredor humanitario desde el mar para “romper con el cerco ilegal en Gaza […] desde una misión humanitaria no violenta en respuesta al genocidio en curso y el asedio contra el pueblo palestino” (FGS, 2025). El cerco, mantenido por el gobierno de Benjamín Netanyahu, ha provocado una hambruna —definida como tal por la Organización de las Naciones Unidas (ONU)—, lo que llevó a diversas organizaciones internacionales humanitarias a denunciar este hecho mediante un documento conjunto firmado el 23 de julio de 2025 (ONU, 2025).
En este contexto, el concepto sumud ha adquirido una nueva dimensión en la esfera pública, vinculada con los símbolos de resistencia comúnmente asociados a la causa palestina. Sumud, vocablo árabe que significa “firmeza”, parte de una perspectiva dual: por un lado, “relacionado con una dimensión vertical de vida palestina, ‘mantenerse fuerte’ en la tierra, tener raíces profundas. Por otro lado, indica una dimensión horizontal temporal, una actitud de paciencia y persistencia, de no rendirse, pese a las probabilidades” (Instituto Educativo Árabe, 2008).
El presente texto tiene como propósito reflexionar sobre cómo la resistencia palestina ha traspasado fronteras y ha generado una indignación colectiva creciente y cada vez más sólida en respuesta al genocidio que Israel ejecuta en Palestina. En el primer apartado se propone una aproximación a por qué es necesario definir este contexto como un genocidio, indicando el razonamiento que sustenta su referencia en el título. El segundo apartado identifica los símbolos que han acompañado a la causa palestina —como la esperanza que resalta en el complejo cultural que involucra al sumud como elemento de identidad y apego a la tierra— y cómo estos símbolos han inspirado la denuncia del genocidio y la resistencia por Palestina a nivel mundial.
Porqué hablar de un genocidio palestino
Es preciso comenzar con la explicación de un apartado del título: la emergencia del genocidio. Al hablar de Palestina es indispensable considerar siempre el contexto histórico, pues las violencias ejercidas contra ese pueblo provienen de diversos actores mediante distintos mecanismos, o bien, del mismo actor en coyunturas diferentes. Por ejemplo, la realidad material de Palestina presenta diferencias sustanciales entre el periodo del Mandato Británico y los primeros años del Estado de Israel.
Durante el dominio colonial británico, ejercido mediante la Sociedad de Naciones (SND), el mandato actuaba como un regente que priorizaba a los asentamientos judíos y a grupos paramilitares (Haganá, Lehí, Irgún) —enaltecidos desde una vertiente sumamente violenta del sionismo— sobre la población árabe palestina. Sin embargo, tras la Nakba (“catástrofe” en árabe, que refiere a la creación de Israel en mayo de 1948), el incipiente Estado de Israel utilizó como argumento el ataque de los Estados árabes vecinos para justificar el inicio de la expansión gradual e ilegal de su territorio, que no ha cesado desde entonces. Esta expansión había sido planeada con antelación mediante el Plan Dalet, “diseñado para la realización de la expulsión sistemática y total de los palestinos de su tierra como consecuencia de la venidera pugna militar con los árabes” (Davidson, 2012, p. 75), el cual evidenció una de las ambiciones centrales del Estado: la eliminación, por cualquier medio, de la población palestina. Así, el naciente Israel buscó apropiarse de territorios mediante desplazamientos y masacres con el fin de consolidarse a través del uso de la violencia para someter a la población palestina. No obstante, si bien hablamos del mismo actor en contextos distintos, sus acciones difieren en coyunturas posteriores, en las que ha ejercido una violencia sistemática y a gran escala, con una tecnificación armamentista que ha aumentado notoriamente desde el inicio del nuevo milenio y que desemboca en la catástrofe actual.
Es relevante destacar el viraje en la diplomacia mundial para definir que, desde 2023, la situación en Gaza exhuma tanta deshumanización y violencia que sólo puede denominarse como genocidio.
El sentido histórico, por tanto, permite percibir las diferentes coyunturas como capas que conforman a Palestina e identificar las consecuencias de la ocupación y la violencia continua ejercida por el Estado de Israel. Podemos hablar de los resabios de la guerra de 1967, que desembocó en la ocupación militar ilegal de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) en Gaza y Cisjordania y en la prohibición de exhibición o portación pública de la bandera palestina o de elementos políticos asociados a esta (Amnistía Internacional, 2023). Uno de los resabios más significativos han sido las denominadas intifadas (“revueltas” en árabe), de 1987 y de 2000, que cambiaron la perspectiva de resistencia estoica por un cúmulo de ira y dignidad que llevó a considerar válida la lucha por cualquier método para la supervivencia ante la potencia ocupante y colonialista, que violenta y gradualmente seguía apropiándose del territorio y sistematizando el despojo. También destacan los intentos en las altas esferas políticas, desde la figura histórica de Yasser Arafat como representante de la Organización para la Liberación Palestina, o el periodo fugaz en que incluso la ONU definió al sionismo como una forma de racismo (ONU, 1975). Asimismo, aparecen las formas más violentas, como los secuestros de aviones o los ataques que el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) ha perpetrado en la Franja de Gaza —desde su fractura con el gobierno central palestino en Cisjordania en 2006— contra kibutz israelíes, lo que ha llevado al secuestro de soldados o colonos y a lo que Israel ha respondido con violencia, dejando miles de muertos, mucho antes de 2023.
Por lo tanto, considerando esta efervescencia histórica y violenta que el Estado de Israel ha ejecutado a lo largo de toda su existencia, surge la interrogante sobre la temporalidad y la definición del genocidio como una conceptualización que ha enmarcado la respuesta del mundo ante la hecatombe que día a día sucede en Gaza. Ilán Pappé, historiador israelí, durante casi dos décadas utilizó el concepto de limpieza étnica para definir las acciones del Estado de Israel en Palestina. Para él, la limpieza étnica “es una política bien definida de un grupo particular de personas para eliminar sistemáticamente de un territorio dado a otro grupo de personas por razones de su origen nacional, étnico o religioso” (Pappé, 2006, p. 19).
El ejemplo de Pappé demuestra que académicos de renombre han abordado el tema conceptual de cómo definir la interacción violenta de Israel con Palestina, pero el concepto “genocidio”, por mucho tiempo, ha sido tratado de forma sucinta o reemplazado. La Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948 definió los criterios bajo los que se comete un genocidio. Según su artículo II, el genocidio es cualquier acto perpetrado con el objetivo de destruir, total o parcialmente, a un grupo étnico, nacional o religioso, y abarca:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo. (ONU, 1948)
Definir el genocidio bajo herramientas jurídicas internacionales es útil para evaluar las narrativas promovidas por sus negacionistas. Asimismo, resulta relevante precisar que esta convención tuvo su origen tras la Segunda Guerra Mundial, por los crímenes contra la humanidad que los nazis cometieron contra el pueblo judío, y que Israel —como un incipiente Estado creado en ese mismo año con una identidad judía como pilar fundacional— fue signatario original. Más allá de las implicaciones jurídicas que, a nivel internacional, tenga la violación de esta convención por parte del Estado de Israel, resulta útil destacar el giro que han tenido sus acciones, pues la ONU ya se ha encaminado a definir lo que ocurre en Gaza como un genocidio desde 2024, y en 2025 esta designación se vuelve más irrefutable (ONU, 2024). Retomando a Pappé, en una entrevista en 2024 ya denunciaba que Israel comete un genocidio (Pappé, 2024). Conviene precisar que el abordaje de su conceptualización anterior y la forma en que ahora define este actuar no constituye una crítica a su trabajo, sino parte de este hilo argumentativo. Pappé sistematiza lo que define como limpieza étnica y, en ningún momento, minimiza las atrocidades cometidas. Ya en su obra de 2006 indicaba que, pese a que la limpieza étnica no era un genocidio, sí se vinculaba íntimamente con asesinatos en masa y masacres (Pappé, 2006, p. 263).

MUJERESDERESISTENCIA, Collage, E. (2025)
¿Esto significa que las acciones de décadas cometidas por el Estado de Israel no entran en una definición aparentemente formal de un genocidio? Sí, en la opinión de quien escribe este artículo. Israel ha ejecutado sistemáticamente una destrucción material y simbólica de Palestina desde que fue creado. Igualmente, identificar la presencia asediadora de Estados Unidos como un financiador armamentista es indispensable al analizar la asimetría de las dos partes, que el discurso sionista pretende equiparar como dos fuerzas iguales en constante pugna, y donde Israel solo mantendría, según este discurso, una legítima defensa. Aun así, es relevante destacar el viraje en la diplomacia mundial para definir que, desde 2023, la situación en Gaza exhuma tanta deshumanización y violencia que sólo puede denominarse como genocidio. Poco han importado las voces de negacionistas que optan por denunciar antisemitismo y apoyo al terrorismo, pues diversas figuras desde el gobierno israelí han evidenciado las intenciones de la violencia que las FDI provocan en Gaza.
El sumud no normaliza ni poetiza la destrucción, sino que deriva de la búsqueda inherente de encontrar una razón para seguir existiendo.
En octubre de 2023, en un mensaje a la nación, Netanyahu declaró “recuerden lo que Amalek les hizo”; en su declaración inicial tras el ataque de Hamás a los kibutz israelíes, Yoav Galant, entonces ministro de Defensa, declaró que estaban luchando contra animales humanos; en diversas declaraciones, desde 2023, Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, se ha declarado a favor de que se someta a los gazatíes a cercos y hambruna hasta que Hamás capitule; Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional, ha sido identificado como un defensor de la idea de erradicar a los palestinos del territorio desde perspectivas fundamentadas en la teología judía. Si por un lado consideramos que Amalek es considerado el enemigo bíblico de Israel y representa una amenaza para la idea de esta nación como pueblo, que conlleva percibir a los palestinos –los otros– como un enemigo a destruir, o que es moral y justo ejercer presión a millones de seres humanos mediante la hambruna provocada con demandas que intentan excusar estas mismas medidas, y, por otro, lo comparamos con lo que las FDI llevan realizando durante dos años sobre los palestinos, sale a relucir una intencionalidad política que no es posible atenuar bajo ningún matiz.
La diplomacia institucional y su parcialidad histórica en contextos de crímenes contra la humanidad no se olvida, no obstante, también permite tener un respaldo contundente al aseverar que Israel está cometiendo un genocidio en Gaza. Pese a que su definición académico-jurídica ha emergido desde hace dos años, su ejecución material lleva realizándose décadas.
De naranjas a sandías: los símbolos de la resistencia palestina y su resonancia global
Ante la ocupación y la violencia, diversos elementos simbólicos y materiales han definido la lucha palestina por décadas. Las llaves antiguas de aspecto herrumbroso son un distintivo que durante mucho tiempo acompañó a los pobladores palestinos que fueron expulsados de sus comunidades y hogares tras la creación del Estado de Israel. Todas las ciudades modernas israelíes algún tiempo tuvieron un nombre árabe y muchos de los palestinos expulsados de aquellas tierras mantuvieron la llave de su casa como el único recuerdo que pudieron conservar de su vida previa al expolio. Tras las intifadas, las piedras y las hondas emergieron, expresando ya una resistencia que no solo se limitaba a la nostalgia evocada por el exilio, sino a la respuesta a la ocupación. Las imágenes de la Primera Intifada de 1987 destacan por las movilizaciones de grupos de palestinos lanzando piedras a los bulldozers y tropas de soldados totalmente equipadas con uniformes militares para la lucha cuerpo a cuerpo. La identidad palestina durante mucho tiempo fue definida con estos símbolos, que convergían e interactuaban en una misma esfera interpretativa asociada a la expulsión y la revolución.
El historiador argentino Martín Martinelli identifica tres elementos principales de resistencia que tiene la causa palestina, los cuales han forjado su identidad a través del tiempo ante la constante idea de resistencia derivada del contexto ominoso. El sumud, representando la determinación de permanencia, una conciencia colectiva de luchar por la tierra; la kufiyya, el pañuelo tradicional palestino, enhebrado con un simbolismo propio que evocaba a los pobladores rurales durante el Mandato Británico y que destaca sus elementos enraizados en cuestiones como la pesca y el cultivo de olivos; los fedayin (combatientes), inmortalizados, por ejemplo, en la imagen de Leila Khaled, primera mujer en el mundo que secuestró un avión, como una representación de la liberación de Palestina (Martinelli, 2024, p. 177-180).
La opresión, desde la perspectiva de una lucha por décadas, ha brindado a los palestinos, en su contexto cultural, un elemento que germina de las consecuencias de la ocupación y surge de levantarse pese al dolor, la humillación y la destrucción. Precisa permanecer con tal dignidad en el territorio al que se pertenece para que el ocupante e invasor no pueda llevar a cabo una nueva nakba. La propia definición del valor identitario que tiene este concepto y que es manifestado por los palestinos que ven al territorio como parte de ellos permite identificar su práctica y la forma de confrontar la propia realidad que los imbuye. Eso únicamente busca demostrar resiliencia ante los desafíos que día a día surgen por la violencia que los asola: sumud es ver a los niños jugar entre los escombros y buscar preservar la inocencia propia que cualquier infancia debería tener, es ser periodista para denunciar lo que día a día ocurre en Gaza y Cisjordania, es usar la medicina con orgullo y diligencia para tratar a los heridos que a cada instante se acumulan en los hospitales, es saber que por más veces que destruyan los hogares siempre habrá voluntad para poner nuevamente los cimientos. El sumud no normaliza ni poetiza la destrucción, sino que deriva de la búsqueda inherente de encontrar una razón para seguir existiendo. En ese entorno de violencia e injusticia también destaca Handala, la caricatura creada por el dibujante palestino Nayi al-Ali. Su nombre alude a una flor amarga del Levante y representa a un niño de 10 años de aspecto andrajoso y cabellos espigados, que mira al horizonte mientras da la espalda al mundo y no crece, pues personifica el despojo y únicamente lo hará cuando pueda regresar a su tierra.
La misma bandera palestina es un símbolo inequívoco de resistencia que, tras la guerra de 1967, Israel prohibió en su uso público. Desde su creación, uno de los objetivos primordiales de la política israelí fundamentada en el sionismo, que después de crear al Estado busca ahora preservarlo, ha sido intentar socavar la propia identidad cultural palestina y los símbolos que la conforman, pues usualmente se vuelven estandartes de resistencia. Las diferentes wilayas (provincias) del Estado Otomano mantenían una identidad nacional propia, más allá de ser parte de esta unidad política, y cada una de estas identidades utilizaba símbolos derivados de su propio entorno cultural. Es así como, por ejemplo, el árbol de cedro es un elemento de gran relevancia para el Estado libanés desde su independencia. Durante gran parte del siglo XIX las naranjas fueron un símbolo asociado a Palestina por los huertos que las cultivaban y exportaban a la región y a Europa, especialmente al Reino Unido. Las naranjas de Jaffa fueron conocidas a nivel mundial por sus características particulares y asociadas a Palestina. Las revueltas árabes de palestinos contra los colonos judíos durante el Mandato Británico mantuvieron a las naranjas como un símbolo de identidad nacional y, cuando el Estado de Israel fue creado, utilizaron este símbolo para posicionarlo como un elemento que conformaría su identidad (Sorek, 2004).
El cúmulo de todos estos símbolos deriva en un poderoso mensaje que incluye la denuncia y condena al genocidio y la ocupación, pero al mismo tiempo la esperanza de la consecución de la victoria.
La apropiación de uno de los símbolos de pertenencia palestina a la tierra, y que dotaba de una identidad a los palestinos, llevó a la consecución de elementos más evidentes para no perder de vista aquellos visos de lucha. Dos de los elementos más poderosos asociados a la lucha palestina actualmente son la sandía y las ramas de olivo. Las ramas de olivo simbolizan ese apego continuo a la tierra mediante la agricultura, mientras que la sandía partida a la mitad recuerda a los colores de la bandera palestina. Esta última se masificó después de 1967 entre palestinos que buscaban demostrar su inconformidad a la prohibición de su bandera y su continua lucha contra la ocupación, y quienes la han portado han sido reprimidos o encarcelados, pues “para la identidad que Israel busca enraizar en sus ciudadanos estos colores reflejan una amenaza para el Estado y la interpretación inmediata de su visibilidad en la esfera pública es que la existencia de los Palestinos es a expensas de los judíos israelíes” (Abu Fraiha, 2022).

SANDÍA, Collage, E. (2025)
Los símbolos de la lucha palestina destacan en las denuncias a lo largo del mundo que continuamente claman por el fin de la ocupación y el genocidio. La denuncia por parte de Sudáfrica ante tribunales internacionales, desde diciembre de 2023, es un largo proceso institucional iniciado por un país que vivió por décadas un sistema de apartheid (segregación racial) que ahora replica el Estado de Israel. Esto, por sí mismo, es un parteaguas que ha permitido una presión importante a Netanyahu desde el inicio de su incursión destructiva en Gaza. En enero de 2024, y tras la exposición de motivos de su denuncia contra el Estado de Israel en La Haya, el ministro sudafricano de Justicia y Asuntos Correccionales, Ronald Lamola, dio una conferencia de prensa acompañado de Ammar Hijazi, embajador palestino de Asuntos con Organizaciones Internacionales en La Haya, quien portaba una kufiyya. Alrededor, una multitud que portaba varios de estos elementos de la lucha palestina manifestaban su apoyo y reflejaban la movilización que en Europa crecía conforme pasaban los días (O’Dell, 2024).
El cúmulo de todos estos símbolos deriva en un poderoso mensaje que incluye la denuncia y condena al genocidio y la ocupación, pero al mismo tiempo la esperanza de la consecución de la victoria. El vínculo tan sólido que mantienen con la causa palestina reluce en diferentes posturas civiles, políticas e incluso armadas dentro y fuera de Palestina. Los movimientos de mujeres, la música, la gastronomía, la literatura, los trajes tradicionales y diversas manifestaciones culturales, convergen constantemente con estos símbolos por una sola causa, pese a que la ejecución de sus manifestaciones y emisores pueda diferir. Asimismo, aun cuando las acciones que grupos de resistencia armada como Hamás hayan sido masificadas para exaltar la tragedia palestina, la resistencia popular y no violenta es un elemento que los palestinos han promovido históricamente en su búsqueda por el fin de la ocupación (Yousef, 2017).
La prueba fehaciente de que la resonancia de estos símbolos ha permeado la lucha global por la causa palestina es la censura y represión en diferentes países del Norte Global desde 2023 (Rajvanshi, 2023). Por dos años la represión policial a manifestaciones en favor de Palestina en diferentes países europeos ha generado más indignación. En Alemania, por ejemplo, es causa de encarcelamiento portar kufiyyas o banderas palestinas y existen amplios registros en plataformas digitales de la brutalidad policial a manifestantes por Palestina a lo largo de Europa. No obstante, esto no se limita a Europa, pues en Estados Unidos, Canadá, Argentina (por mencionar algunos casos) han reprimido a manifestantes pacíficos que portan estos símbolos y denuncian el genocidio.
Conclusiones: ¿Hacia un “sumud global”?
El 12 de septiembre de 2025, la Asamblea General de la ONU votó sobre el respaldo a la Declaración de Nueva York. Con 142 votos a favor, 10 en contra y 12 abstenciones, insta a una solución de dos Estados y el desarme de Hamás. El 22 de septiembre, en la reunión de alto nivel anual, 11 países más reconocieron a Palestina como Estado, de los cuales destacan Francia y Reino Unido como miembros del Consejo de Seguridad; esto se percibe como un intento de disminuir la indignación dentro de sus sociedades. Días después del reconocimiento, docenas de diplomáticos abandonaron la sala de reunión antes de que Benjamín Netanyahu diera su discurso en la ONU.
Pese a la destrucción, especialmente en Gaza, la resistencia que se percibe como de dos años pero que abarca generaciones enteras ha tenido una tenue victoria simbólica, y es el hecho de que cada vez existe con mayor intensidad la idea de que Palestina existe y merece ser libre.
La presión sobre el Estado de Israel aumenta día con día, no obstante, sus acciones son cada vez más destructivas. A principios de octubre de 2025 tropas israelíes interceptaron a las embarcaciones de la FGS en aguas internacionales y capturaron a sus integrantes, desatando una indignación mundial. En ese mismo periodo, y con la intervención del presidente estadounidense Trump, se inició un plan de cese al fuego que permitiría a Israel recuperar a los rehenes que aún permanecían en Gaza a cambio de liberar cientos de prisioneros palestinos, el acceso de ayuda humanitaria y la terminación de los bombardeos en Gaza. Sin embargo, pese a que los rehenes israelíes fueron liberados, Israel ha violado el cese al fuego y ha mantenido los ataques aéreos, lo que advierte una intención de anexar Gaza a su territorio.
El resurgimiento de la ultraderecha en Europa y Estados Unidos, cuyo termómetro es la creciente ola de xenofobia e islamofobia, también resulta preocupante. La efervescencia en plataformas digitales como X, cuyo dueño, Elon Musk, utiliza insolentemente para masificar su agenda y animadversiones, es la manifestación de un síntoma de que la polarización es cada vez más notoria. Sin embargo, estos símbolos han conseguido penetrar profundamente en estos discursos perniciosos y muchas plataformas han desarrollado algoritmos para callar estas voces.
¿Podemos entonces hablar de un “sumud global”? Las comillas en las grafías parten de la utilización rigurosa en la sintaxis para hablar de un sentido especial en estas palabras. Partiendo de su significado, el sumud y su enunciación están intrínsecamente vinculados al territorio palestino y su pueblo dentro del contexto convulso que las adversidades han moldeado. La utilización de los símbolos de la causa, no obstante, hace eco en la lucha global por Palestina desde diferentes frentes y se une a movimientos como el BDS, las denuncias desde espacios históricamente conservadores como Hollywood y posturas colectivas de denuncia en diversos ámbitos que día con día crecen. John Collins, académico estadounidense, habla de una Palestina Global y el rápido crecimiento de la solidaridad con su causa. Para él, la atención a sus causas “se vuelve mucho más visible en el siglo XXI, refrendado incluso por la izquierda secular en su totalidad, en un contexto adverso al imperio estadounidense […] el rostro de la solidaridad en Palestina debe mucho a las condiciones globales cambiantes […]” (Collins, 2017, p. 244).
Este giro solidario mundial por la causa Palestina es lo que fundamentó estas líneas y el intento de asociar a dicho giro –tal vez sin mucho éxito– a la firmeza que el pueblo palestino mantiene. Pese a la destrucción, especialmente en Gaza, la resistencia que se percibe como de dos años pero que abarca generaciones enteras ha tenido una tenue victoria simbólica, y es el hecho de que cada vez existe con mayor intensidad la idea de que Palestina existe y merece ser libre.
Este argumento en ningún momento sugiere que las consecuencias destructivas y pérdidas humanas han sido un "coste" justo a pagar, esta catástrofe vergonzosa ya ha marcado la historia de la humanidad. Sin embargo, toda la miseria producida por la irracionalidad israelí ha provocado que no haya un punto de retorno, y que sea cuestión de tiempo que algo cambie para los palestinos. Pese a este destello de esperanza, día a día siguen muriendo seres humanos y las calles del mundo están inundadas de gritos y cánticos que exigen el fin de esta barbarie, cuyos emisores portan banderas, pañuelos, sandías e imágenes de un niño mugriento viendo al horizonte.
BIBLIOGRAFÍA
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Pablo de Tarso Muñoz Reyes es maestrante del Programa de Estudio de Posgrado y licenciado en Relaciones Internacionales por la UNAM, con interés en la región del Medio Oriente, especialmente Palestina y Siria. Busca amalgamar sus conocimientos sobre el mundo con su sueño de escribir historias sobre éste. En proceso de convertirse en (intento de) viajero empedernido.







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