LA IMPORTANCIA DE ASIA OCCIDENTAL EN LA LUCHA CONTRA EL NEOFASCISMO
- Serhat Tutkal

- hace 21 horas
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MUJERKURDA, Collage, E. (2025)
El neofascismo se sostiene sobre tres pilares fundamentales: a) la deshumanización de lxs otrxs, [...], el neoliberalismo autoritario, [...], y el antiintelectualismo.
En este ensayo sostengo que Asia Occidental se ha convertido en el frente de un ataque total impulsado por la extrema derecha global en ascenso, a la que considero una manifestación de neofascismo. Mi objetivo es subrayar la importancia de resistir el ataque colonialista y genocida en Asia Occidental, legitimado por una ideología neofascista, no sólo por principios éticos, sino también para impedir su expansión a escala planetaria. A continuación, expondré las características del movimiento neofascista global y del neocolonialismo que ha adoptado, con el fin de analizar cómo es probable que sus acciones violentas en Asia Occidental se repliquen en otras regiones del mundo, en particular mediante la deshumanización de lxs “otrxs”.
El neofascismo se sostiene sobre tres pilares fundamentales: a) la deshumanización de lxs otrxs, sustentada en ideas socialdarwinistas y en el racismo, sexismo y heteronormativismo que les son inherentes; b) el neoliberalismo autoritario, caracterizado por la centralización del poder ejecutivo, el mayoritarismo antidemocrático y un anticomunismo reactivado; y c) el antiintelectualismo. Estos pilares se articulan con la legitimación de la violencia estatal en diversas zonas de Asia Occidental, ejercida por gobiernos aliados con la actual administración estadounidense, como los de Azerbaiyán, Israel, Siria y Turquía. Aunque estos gobiernos mantengan conflictos entre sí, el hecho de que todxs estén autorizadxs a eliminar a sus “otrxs” de manera masiva y a cometer graves violaciones de derechos humanos revela motivaciones e implicaciones de gran relevancia.
La deshumanización se manifiesta en el trato a lxs demás como si fueran “menos que humanxs”, y la trivialización de sus vidas en comparación con aquellas personas cuya condición humana no se cuestiona (Tutkal, 2025c). Existen cuatro formas de deshumanización que son particularmente relevantes para el estudio del neofascismo: a) animalización, b) higienización, c) monstrificación y d) cosificación.
La animalización consiste en comparar a las personas o grupos humanos con animales, a partir de la diferenciación socialmente construida entre humanxs y otros animales (Tutkal, 2024a). Siguiendo el argumento de Agamben (2003), según el cual la supuesta diferencia entre lxs humanxs y los animales radica en el lenguaje, la animalización implica la imposibilidad de establecer un diálogo con lxs otrxs, lo que legitima la violencia como única línea de acción posible, al asumirse que los conflictos con lxs otrxs animalizadxs sólo pueden resolverse mediante su aniquilación o completa subordinación. Esto remite de manera inmediata a las declaraciones del Ministerio de Defensa israelí sobre la necesidad de “luchar contra animales humanos” (Bowen, 2024). Sin embargo, para quienes seguimos de cerca los conflictos y guerras en la región, también resultan evidentes otros ejemplos, como la animalización de lxs armenixs en los discursos azeríes (Sahakyan, 2023) y la de lxs kurdxs en los discursos turcos (Tutkal, 2024a).
La higienización se refiere a una forma específica de deshumanización que consiste en asociar a determinadas personas o grupos humanos con la suciedad y la enfermedad (Tutkal, 2024b). Este proceso construye a lxs otrxs como elementos contaminantes dentro del propio cuerpo social y, en consecuencia, legitima la violencia al presentarla como una práctica necesaria de “limpieza” o “cura”. Así, se dota a la agresión de un carácter moral o sanitario. Entre los ejemplos recientes se encuentran las comparaciones de las protestas a favor de Palestina en universidades estadounidenses con “un cáncer que se extiende” (Reed, 2024), así como las descripciones de las masacres de sirixs alevíes como una “limpieza” (Red Flag Alert for Syria: Genocidal Sectarian Violence against Alawites, 2025).
La figura del “terrorista” se ha transformado en un sujeto monstrificado asociado a pueblos racializadxs, lo que posibilita afirmaciones como el infame argumento de que “no hay civiles inocentes” en Gaza.
Por su parte, la monstrificación consiste en comparar a las personas con monstruos y tratarlas como tales. Esta práctica difiere de la animalización, ya que los monstruos son representadxs como entidades inherentemente malvadas y profundamente amenazantes. La monstrificación ha sido empleada con frecuencia para legitimar el uso de la violencia en Asia Occidental; por ejemplo, mediante las referencias a monstruos utilizadas por el Gobierno de los Estados Unidos para justificar la invasión de Irak (Devetak, 2005). Más recientemente, los discursos mediáticos que atribuyen monstruosidad a lxs militantes de Hamás se han vuelto recurrentes (Cowan, 2023; Freedland, 2023). Sin embargo, más allá de los casos particulares, la figura del “terrorista” se ha transformado en un sujeto monstrificado asociado a pueblos racializadxs, lo que posibilita afirmaciones como el infame argumento de que “no hay civiles inocentes” en Gaza (Ingram, 2024). En otras palabras, “terrorista” se ha convertido en una categoría racializada y deshumanizante, desvinculada necesariamente de acciones criminales o violentas.
Del mismo modo, la cosificación consiste en tratar a las personas como si fueran objetos. De este modo, pueden ser instrumentalizadxs —como ocurrió durante siglos de esclavitud— o sus vidas pueden ser trivializadas a partir de un análisis de costo-beneficio, como sucede con frecuencia en el discurso neoliberal. En ambos casos, la violencia se legitima cuando las personas son percibidas como carentes de valor económico o de eficiencia instrumental. La reducción de las vidas de lxs palestinxs asesinadxs a cifras y estadísticas (Lloyd, 2017) constituye un ejemplo de esta forma de deshumanización que convierte a las personas en cosas. Asimismo, la violencia sexual ejercida contra mujeres en Asia Occidental durante episodios de violencia estatal representa otra manifestación del ejercicio cosificante, al tratárselas como botín de guerra —tal como ha ocurrido con mujeres kurdas, palestinas y drusas—.
La relación entre violencia y deshumanización no es unidireccional: la deshumanización conduce a la violencia y, a su vez, la violencia profundiza la deshumanización de sus víctimas (Tutkal, 2024b). La victimización violenta de lxs otrxs trivializa sus vidas y establece los límites de lo que se considera humano y de lo que no (Butler, 2004). A través de la espectacularización de la violencia masiva en Asia Occidental, se banaliza la vida de los pueblos racializadxs en su conjunto, permitiendo la mutilación, humillación y destrucción de ciertos cuerpos con total impunidad, tanto penal como moral. Un ejemplo paradigmático son las constantes pruebas visuales del genocidio en Gaza.

ARTSTRT, Collage, E. (2025)
De esta forma, se consolida una jerarquía racial que prolonga el orden mundial colonial. La violencia en Gaza, Kurdistán o Sueida no sólo legitima nuevas violencias locales, sino que también refuerza la legitimación de la violencia contra personas migrantes racializadxs en el llamado Norte Global. Se asume que sus vidas, al igual que las de quienes son destruidxs en Asia Occidental, poseen un valor menor, por lo que su existencia puede reducirse a una cuestión de seguridad: una amenaza a “nuestras” vidas que puede ser eliminada por cualquier medio necesario.
Ahora bien, el neoliberalismo autoritario subordina los mecanismos democráticos a los objetivos del mercado (Tutkal, 2025c). Siguiendo el ejemplo de dictadores militares latinoamericanos como Augusto Pinochet (Silva, 1992), su principio fundamental consiste en desmantelar los sistemas de frenos y contrapesos institucionales con el fin de asegurar la continuidad de la producción, la explotación y el consumo capitalistas. Este modelo ha sido adoptado por gobiernos de distintas orientaciones políticas en Asia Occidental, entre los cuales destacan los casos de Arabia Saudí, Israel y Turquía.
La deshumanización de los pueblos racializadxs de Asia Occidental permite a los Estados neocolonialistas legitimar sus proyectos de conquista territorial y de explotación de recursos de todo tipo, de manera análoga a la deshumanización de los pueblos indígenas de Abya Yala durante el colonialismo europeo temprano del siglo XVI. Esto implica que las comunidades racializadxs pueden ser aniquiladas con el fin de obtener beneficios económicos a escala global, lo que a su vez podría legitimar futuros episodios de destrucción extrema en nombre de la obtención de recursos en un contexto de escasez derivado de la crisis climática.
Los gobiernos neofascistas no sólo emplean políticas neocolonialistas para dominar territorios externos, sino también para controlar a las personas migrantes que huyen de las consecuencias de dichas políticas.
De este modo, se abre el camino, en primer lugar, para la devastación y el saqueo de vastas regiones mediante políticas económicas neoliberales y extractivistas; y, en segundo lugar, para la eliminación de personas racializadxs que, a raíz del deterioro de sus condiciones de vida, se ven forzadas a convertirse en migrantes. Así, primero se despoja a las comunidades de sus tierras para que los Estados neocolonialistas y las empresas que los respaldan puedan apropiarse de los recursos naturales; y luego, se les despoja de sus vidas, consideradas desechables bajo una lógica socialdarwinista que jerarquiza el valor de la existencia humana.
El último pilar del neofascismo es el antiintelectualismo, que concibe a lxs intelectuales como elementos inútiles y perjudiciales para la sociedad (Tutkal, 2022). A través de este mecanismo, se deslegitima y silencia a quienes poseen la voluntad y las herramientas teóricas para cuestionar el orden dominante y proponer alternativas. En el contexto del Norte Global, numerosos intelectuales han denunciado las violencias en Asia Occidental y el genocidio en Gaza. La deslegitimación de estas voces críticas facilita que los gobiernos neofascistas continúen implementando políticas neocolonialistas sin enfrentar una oposición interna significativa.
El colonialismo puede definirse como “la dominación de un pueblo con mecanismos de autogobierno (al menos hasta cierto nivel) por un Estado moderno y la imposición de un sistema administrativo-político que pretende lograr su subordinación” (Tutkal, 2025b, p. 59). En este sentido, el neocolonialismo se refiere a la dominación de pueblos racializadxs por parte de actores externos —ya sea de forma directa o mediante élites locales colaboracionistas— con el objetivo de subordinarlxs y de explotar la naturaleza en los territorios que habitan, alcanzando niveles de extractivismo que generan una profunda destrucción ecológica. Asimismo, implica la explotación de su fuerza de trabajo sin el reconocimiento de los derechos laborales más básicos.
Las políticas neocolonialistas impulsadas por el neofascismo evidencian que ciertos Estados del Norte Global están dispuestos a destruir al llamado Sur Global por distintos medios con tal de alcanzar sus objetivos políticos y económicos. Dicha destrucción puede manifestarse de forma indirecta, como en los efectos devastadores del consumo excesivo promovido por el capitalismo, o de manera directa, como en la destrucción en curso de Gaza a manos de un gobierno respaldado por el neofascismo.
El neocolonialismo genera migración masiva como consecuencia de la destrucción ecológica y del desempleo derivados de sus propias políticas, así como del desplazamiento forzado y la violencia estatal. En este contexto, un fenómeno particularmente relevante es la exportación de la violencia. Un ejemplo de ello es la violencia asociada al narcotráfico, que persiste debido a la elevada demanda procedente del Norte Global, mientras que su producción y las disputas vinculadas a ella se desarrollan en los países del Sur Global. El resultado es que personas racializadxs, a menudo en condiciones de pobreza, terminan matándose entre sí para satisfacer las demandas de los países neocolonialistas. Esta dinámica ha tenido lugar también en Asia Occidental, especialmente en relación con el tráfico de heroína. La violencia criminal que emerge de este proceso genera graves problemas de seguridad para la población civil y desencadena migraciones masivas hacia el Norte Global.
Los gobiernos neofascistas no sólo emplean políticas neocolonialistas para dominar territorios externos, sino también para controlar a las personas migrantes que huyen de las consecuencias de dichas políticas. Esto implica que las estrategias de control violento utilizadas en Asia Occidental se convierten en el modelo de las estrategias aplicadas contra lxs migrantes en el Norte Global. Un ejemplo claro es la deshumanización de las personas migrantes latinoamericanas en los Estados Unidos: se las monstrifica para legitimar su victimización violenta como una forma de castigo, aun sin haber cometido delito alguno. Su mera existencia se convierte en un crimen que demanda sanción. Como resultado, son confinadxs en instalaciones de “seguridad” que, en muchos aspectos, se asemejan a campos de concentración, no por lo que han hecho, sino por lo que representan.
Es probable que las herramientas tecnológicas que se están desarrollando y perfeccionando en Asia Occidental (como la vigilancia mediante drones, las tecnologías de reconocimiento facial, las armas autónomas letales y los bombardeos asistidos por inteligencia artificial) también sean utilizadas para controlar y subordinar a pueblos racializadxs en todo el planeta, incluidas las personas migrantes en los países del Norte Global.
Es necesario enfrentar el neofascismo en Asia Occidental para frenar la expansión del neocolonialismo y sus jerarquías raciales. Esta situación plantea tres tareas fundamentales que, si bien resultan complejas, son imprescindibles para lograr una transformación profunda: a) la rehumanización de lxs otrxs, b) la descolonización del orden político y c) la relegitimación de lxs intelectuales.
Dado que la deshumanización consiste en atribuir a lxs otrxs la carencia de rasgos supuestamente humanos, la forma más directa de rehumanización es reconocer y atribuir estos rasgos a las personas y grupos vulneradxs o racializadxs, reafirmando así su plena humanidad. Una estrategia para alcanzar este objetivo consiste en visibilizar las historias de quienes han sido deshumanizadxs, contrarrestando su representación como monstruos, animales, contaminadores u objetos.
Resulta particularmente relevante subrayar que reducir a las personas a meras estadísticas permite cuantificar sus vidas y facilita la legitimación de sus asesinatos. Aunque es comprensible que, en contextos de asesinatos masivos, sea casi imposible mencionar cada muerte individual en discursos mediáticos o políticos, sigue siendo crucial intentar dar a conocer las historias particulares, así como permitir que se escuchen las voces de las víctimas y se vean sus rostros, a fin de evitar su deshumanización.
Es necesario demostrar que lxs otrxs deshumanizadxs son, en realidad, personas con quienes es posible entablar un diálogo constructivo, lo cual requiere un proceso de descolonización, dado que el orden colonialista no puede separarse de las jerarquías raciales que asignan irracionalidad e incivilidad a lxs otrxs racializadxs.
Para descolonizar el orden político, es necesario reconocer al Estado como una forma de organización político-administrativa colonialista. La producción capitalista, el Estado-nación, el colonialismo y la modernidad surgieron de manera interrelacionada en Europa. Limitar los actores reconocidos como legítimos a los Estados-nación está condenado a reproducir el colonialismo. Los Estados-nación de Asia Occidental también emergieron como parte del orden colonialista y tienden a colaborar con el neocolonialismo en cuestiones estratégicas. Por tanto, apoyar a los Estados locales de la región no constituye la vía adecuada para enfrentar el ataque del neofascismo, dado que su existencia depende, en cierta medida, de la continuidad del orden colonialista.
Mientras no se produzca un cambio de mentalidad, cualquier discurso o análisis será interpretado dentro del marco vigente, sirviendo así para reproducir y perpetuar dicho orden.
En particular, deben cuestionarse las fronteras internacionalmente reconocidas, ya que no son legítimas desde la perspectiva de los pueblos de la región, como el pueblo kurdo o el pueblo palestino. Asimismo, es necesario oponerse a la economía extractivista basada en la explotación de los recursos locales, que genera una élite cuya riqueza depende de la autoridad de los Estados neocolonialistas.
Finalmente, es fundamental rechazar el eurocentrismo. Esto implica, entre otras medidas, sustituir el nombre “Medio Oriente” por “Asia Occidental”, cuestionar las fronteras establecidas en función de los intereses políticos y económicos de los Estados colonialistas, y fomentar un diálogo intelectual entre distintos contextos del Sur Global, que permita generar cambios teóricos y percibir el mundo desde una perspectiva basada en las realidades de nuestras propias regiones.

ARB, Collage, E. (2025)
Esto nos conduce al último punto: la relegitimación de lxs intelectuales. Sostengo que superar el orden establecido requiere, en primer lugar, hacerlo desde una perspectiva teórica. Es decir, mientras no se produzca un cambio de mentalidad, cualquier discurso o análisis será interpretado dentro del marco vigente, sirviendo así para reproducir y perpetuar dicho orden.
Por lo tanto, es imprescindible resistir al ataque antiintelectualista proveniente del neofascismo. En este sentido, resulta particularmente relevante oponerse a la lógica neoliberal y socialdarwinista que se utiliza para desplazar o exterminar pueblos enteros, sustentada en un pensamiento explotador y racista. Asimismo, es necesario reflexionar sobre la abdicación moral (Fassin, 2024) y plantearnos la posibilidad de establecer una nueva base ética que no dependa de los dogmas colonialistas, pero que permita deslegitimar la destrucción de vidas en nombre de beneficios económicos o políticos.
Permitir la continuidad de la destrucción neocolonialista en Asia Occidental —particularmente en Gaza, pero también en otras regiones donde los pueblos racializadxs enfrentan masacres— contribuye a consolidar el neofascismo, que está alcanzando niveles crecientes de control gracias al fortalecimiento económico y político de la tecnooligarquía (Tutkal, 2025a).
BIBLIOGRAFÍA
Agamben, G. (2003). The Open: Man and Animal. Stanford University Press.
Bowen, J. (2024). La muerte y destrucción en Gaza mientras Israel busca una “victoria total”. BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/articles/cql9de4dl21o
Braidotti, R. (2022). Posthuman Feminism. Polity Press.
Butler, J. (2004). Precarious life: The powers of mourning and violence. Verso.
Cowan, A. L. (2023). Hamas Wants Its Monsters Freed. Commentary. https://www.commentary.org/alison-cowan/hamas-wants-its-monsters-freed/
Devetak, R. (2005). The gothic scene of international relations: Ghosts, monsters, terror and the sublime after september 11. Review of International Studies, 31(4), 621–643. https://doi.org/10.1017/S0260210505006662
Fassin, D. (2024). Moral abdication: How the world failed to stop the destruction of Gaza. Verso.
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Ingram, D. (2024). Israeli government sparks outcry with X videos saying “there are no innocent civilians” in Gaza. NBC News. https://www.nbcnews.com/tech/social-media/israel-posts-video-saying-are-no-innocent-civilians-gaza-rcna157111
Lloyd, M. (2017). Naming the dead and the politics of the ‘human’. Review of International Studies, 43(2), 260–279. https://doi.org/10.1017/S0260210516000358
Red Flag Alert for Syria: Genocidal Sectarian Violence against Alawites. (2025). Lemkin Institute. https://www.lemkininstitute.com/red-flag-alerts/red-flag-alert-for-syria%3A-genocidal-sectarian-violence-against-alawites
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Tutkal, S. (2024a). Animalization of Kurds in Turkish-Speaking Social Media. Nationalities Papers, 52(4), 907–934. https://doi.org/10.1017/nps.2023.32
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Tutkal, S. (2025c). Pensar la deshumanización con con el auge mundial de la extrema derecha. Revista Filos Crítica. https://www.revistafiloscritica.com/post/pensar-la-deshumanizaci%C3%B3n-con-el-auge-mundial-de-la-extrema-derecha
Serhat Tutkal es investigador posdoctoral de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación en El Colegio de México. Es doctor en Ciencias Humanas y Sociales por la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado varios artículos sobre la violencia política, el racismo y la deshumanización en Asia Occidental y América Latina.






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