COMBATIR EL NEOFASCISMO DE LA TECNOOLIGARQUÍA
- Serhat Tutkal
- 21 may
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Actualizado: 9 jun

TECNOOLIGARQUÍA. Collage, E. (2025)
El término tecnooligarquía se refiere a una élite [...] que ha corporativizado las tecnologías de la información y la comunicación, acumulando así una riqueza extrema y ejerciendo niveles de control y vigilancia social.
En Herencia de esta época (Erbschaft dieser Zeit), Ernst Bloch (2019) estudia distintos aspectos de la cultura alemana durante el auge del nazismo en Alemania. En el libro, publicado por primera vez en el año 1935, Bloch pretende entender los códigos culturales que permitieron la adopción masiva del fascismo en el país. Como testigos de otra época del ascenso global del (neo)fascismo, el argumento principal del libro parece un buen punto de partida para este ensayo. Bloch, pensador marxista que huyó de Alemania tras la instauración del gobierno nazi en 1933, estudia en estos ensayos la cultura popular alemana junto a formas de arte más reconocidas. Además, realiza una importante crítica a la izquierda alemana por abandonar vastas áreas culturales en manos de los nazis. Sostiene que ámbitos como los cuentos populares, la religión, la mitología alemana y la historia han sido abandonados, en su mayor parte, debido al fascismo. Según Bloch, esto es un error, ya que en todas estas áreas también hay elementos que pueden utilizarse para promover el antifascismo y porque determinan el mundo de significados de muchas personas en el país. Él argumenta que el abandono de estas áreas hace casi imposible la comunicación exitosa de ideas revolucionarias y antifascistas. Tanto en este libro como en sus obras posteriores, Bloch muestra la importancia de estudiar la cultura popular para comprender los elementos del fascismo como ideología.
Casi un siglo después, el estudio de la cultura popular, de las creencias y los mitos de las personas sigue siendo fundamental para comprender el auge de una ideología neofascista. Necesitamos entender el mundo de significados de las personas que han apoyado el auge del neofascismo, entender sus referentes culturales que les permiten dar sentido a los hechos. La idea de códigos culturales implica que lxs actores y las prácticas sociales están codificados de acuerdo con estructuras culturales (Alexander, 2003). Estudiar dichos códigos nos permitirá entender cómo se promueve el neofascismo y cómo podemos promover la lucha antifascista. Hay que estudiar incluso las más banales y decadentes manifestaciones de la cultura popular si queremos generar una transformación profunda. Esto incluye los productos de la cultura popular producidos por las empresas de entretenimiento y las narrativas dominantes en las redes sociales más populares, que están controladas por la tecnooligarquía.
El término tenooligarquía se refiere a una élite, en su mayoría estadounidense pero esencialmente transnacional, que ha corporativizado las tecnologías de la información y la comunicación, acumulando así una riqueza extrema y ejerciendo niveles de control y vigilancia social sin precedentes (Farkas & Mondon, 2025). La oligarquía se entiende como una forma particular de poder concentrado basada en la acumulación de una riqueza material extrema y en el uso de dicha riqueza para obtener una ventaja sistémica e ineludible dentro de un sistema o una comunidad política (Cohen, 2025). Existe una diferencia entre lxs oligarcas y otros tipos de élites. Las élites son actores privilegiados con una capacidad relativamente mayor para ejercer el poder en comparación con el resto de la sociedad. Sin embargo, lxs oligarcas sólo pueden existir en sociedades con una disparidad extrema de la riqueza. (Cohen, 2025)
Cuando hablamos de la tecnooligarquía, también nos referimos a una ideología neofascista que se ha desarrollado durante las últimas tres décadas. Este neofascismo difiere del fascismo clásico y de los autoritarismos posteriores en algunos puntos claves. En este ensayo, quiero enfocarme en un elemento cultural clave de esta ideología que tiene que ver con el antiutopismo, el cual deriva de la creencia en la inevitabilidad del “fin” del Mundo. Quiero decir que entre los múltiples significados planteados por la tecnooligarquía, la historia se considera en movimiento imparable hacía un futuro postapocalíptico. En esta narrativa, la destrucción inevitable del mundo decadente puede permitir el renacimiento de lo “humano”, por lo tanto se considera hasta deseable. El neofascismo predica prepararse para ese desenlace desastroso en lugar de buscar maneras de prevenirlo, puesto que lo considera inevitable y descarta la posibilidad de las alternativas. Incluso podemos decir que se promueve ese fin ya que va a ocurrir en cualquier caso y lo importante es prepararse y fortalecer sus fuerzas para aumentar su dominación y potencial de ejercicio de poder. Aunque podemos seguir fácilmente las huellas de todos estos elementos en las acciones y los discursos de lxs tecnooligarcas y políticxs neofascistas, creo que si nos centramos en las manifestaciones de esta mentalidad en la cultura popular, podremos captar profunda y plenamente los rasgos definitorios de la ideología neofascista.
El neofascismo es el sucesor del neoliberalismo autoritario basado en valores como el individualismo, la competitividad y la rivalidad.
Los escenarios postapocalípticos se han convertido en el elemento definitorio de la cultura popular posterior a la Guerra Fría. El fin del mundo provocado por brotes de zombis, pandemias globales, guerras nucleares, invasiones alienígenas, sublevaciones de robots o el cambio climático es cada vez más común en los productos de la cultura popular: películas, series de televisión, cómics, videojuegos, etc. No todos son antiutópicos, de hecho, las distopías desempeñan un papel importante en el pensamiento utopista. Teniendo en cuenta que la función esencial de la utopía es la crítica de lo presente (Bloch et al., 1988, p. 29) y la exposición de alternativas, las distopías pueden formar parte de la tradición utópica siempre que se ajusten a esta función. En cambio, las narrativas antiutopistas no critican el presente aun cuando lo están deslegitimando, porque la crítica requiere la aceptación de la existencia de las alternativas para construir un mundo mejor y, por lo tanto, la negación de la inevitabilidad del fin. El antiutopismo es un elemento fundamental del neofascismo, ya que permite legitimar, normalizar y naturalizar la violencia extrema basada en el individualismo, que deriva del darwinismo social. Así, se justifica todo tipo de violencia en nombre de la supervivencia. El optimismo tecnológico del siglo XX, la creencia de que el progreso tecnológico mejoraría nuestro mundo y nuestras condiciones de vida, ha ido desapareciendo de la narrativa dominante en las últimas décadas. Hoy en día, pocas personas creen que el desarrollo tecnológico nos llevará a un mundo mejor, mientras que la mayoría de la gente está preocupada por el cambio climático, los niveles de contaminación y los nuevos avances en software (particularmente el mito de la inteligencia artificial).
Como resultado, las manifestaciones más banales de la cultura popular están llenas de estrategias de supervivencia individualistas o elitistas ante el fin inevitable del mundo. Esto se observa en los planes no tan científicos de la colonización de Marte (Weinersmith & Weinersmith, 2023) y del establecimiento de otros asentamientos en el espacio exterior, así como en la búsqueda de los tecnooligarcas de construir búnkeres, fortalezas o seasteads (creación de viviendas permanentes en aguas internacionales) para protegerse en un futuro postapocalíptico (O’Connell, 2018; Pollen, 2024). Las redes sociales están repletas de noticias sobre los viajes espaciales de las celebridades, que pueden considerarse ensayos de evasión, como vemos en las cada vez más numerosas producciones de la cultura popular (por ejemplo, la representación burlona en la película No miren arriba). La construcción de espacios “seguros” y comunidades cerradas tanto en algunas partes aisladas del planeta como en el espacio ultraterrestre se consideran soluciones como si el mundo ya estuviera destruido y no hubiera forma de salvarlo. Cabe señalar que es probable que la huella de carbono agregada de los lanzamientos de cohetes de SpaceX y Blue Origin alcance niveles insostenibles mucho antes de que la primera colonia espacial se abra a los asentamientos. (Cohen, 2025, p. 36)
En cualquier caso, el neofascismo no se preocupa por proteger al planeta y prevenir el futuro postapocalíptico. Esto también está directamente relacionado con la radical antimigración adoptada por los gobiernos neofascistas, ya que la destrucción de la naturaleza mediante el consumo excesivo y la contaminación provocará probablemente una migración masiva desde el Sur Global hacia los pocos países que podrán proporcionar a su población acceso a las necesidades básicas, como alimentos y agua potable. Así, la criminalización de las personas migrantes y el ejercicio de la violencia estatal contra la movilidad internacional pueden considerarse el inicio del proceso de fortificación de los territorios frente a la esperada migración resultante de la destrucción y desposesión masivas del Sur Global provocadas por las políticas extractivistas y consumistas.
El neofascismo es el sucesor del neoliberalismo autoritario basado en valores como el individualismo, la competitividad y la rivalidad. La cultura popular está repleta de una propaganda constante contra la solidaridad, la colectividad y el común. Un ejemplo reciente de esto puede verse en el anuncio de Nike por los Juegos Olímpicos de 2024. En este anuncio llamado “Ganar no es para todos”, la cuestión “¿Soy una mala persona?” se repite varias veces acompañada con los valores deseables tanto para el neoliberalismo como para el neofascismo: ser engañosx, obsesivx, egoísta, irrespetuosx, además de no tener empatía, nunca estar satisfechx, tener una obsesión con el poder, no tener remordimientos ni compasión, etc. El anuncio de noventa segundos hace un resumen impresionante de los valores dominantes en la cultura popular estadounidense, los cuales generan una mentalidad en donde la gente sigue queriendo poseer más y más sin sentirse satisfecha. Todo esto lleva muchos años en auge, pero lo que fue definitivo en el último despunte del neofascismo fue el cambio de las condiciones materiales debido a la pandemia por COVID-19.
Los discursos dominantes durante la pandemia promovieron un individualismo radical y una mentalidad de estar en una lucha constante para la supervivencia, una lucha que legitima todo tipo de violencia en el nombre del bienestar individual.
Los productos de la cultura popular y el auge de las redes sociales ya fomentaban una cultura de competencia e individualización, además de debilitar los lazos colectivos y establecer monopolios de información, comunicación y entretenimiento. Pero la pandemia resultó en un aumento definitivo de la dominación de tecnooligarquía y generó las condiciones para el auge global del neofascismo. En primer lugar, hubo una enorme transferencia de riqueza hacia este tipo de empresas debido al aislamiento. Desde hacer pedidos a domicilio a través de plataformas hasta las reuniones laborales virtuales, los cambios causados por la pandemia significaron un gran aumento de consumo para la tecnooligarquía, además de mayor acceso a nuestros datos supuestamente privados. En segundo lugar, se confirmó, desde cierta perspectiva, la inevitabilidad del futuro postapocalíptico debido a la inmensa destrucción causada por la pandemia. Así lxs ideólogxs suscritos a esta corriente de pensamiento se convirtieron en una especie de profetas. En tercer lugar, vimos que se pueden restringir los derechos de las personas y la movilidad social en un nivel totalmente novedoso cuando hay peligro de contaminación. Por supuesto, hemos sido testigos de la suspensión de derechos y movilidad en las últimas dos décadas, basada en la supuesta guerra contra el terrorismo tras los atentados contra el World Trade Center el 11 de septiembre de 2001. No obstante, la pandemia llevó el nivel de suspensión de derechos y la movilidad internacional a algo sin precedentes, lo que permitió poner en práctica políticas que hoy en día se utilizan contra las personas migrantes en países bajo regímenes neofascistas.
La pandemia marcó un punto de autoritarización, y al mismo tiempo un debilitamiento de los movimientos sociales, irrelevante de si los motivos para limitar la movilidad eran razonables o no. Durante la pandemia, los Estados han implementado restricciones sin precedentes. Al fin y al cabo, si la suspensión de los derechos individuales y de la movilidad internacional puede legitimarse basándose en la protección de la población (o de una parte de ella) frente a un virus o una enfermedad, también puede legitimarse basándose en la protección frente a las personas migrantes si se les deshumaniza y se les presenta como una amenaza contaminante (Tutkal, 2025). Aquí podemos ver la manifestación más extrema de la gubernamentalidad neoliberal del Estado según Foucault: hacer vivir y dejar morir. Hace 50 años, Foucault hablaba de cuando el poder era “cada vez menos el derecho de hacer morir y cada vez más el derecho de intervenir para hacer vivir, sobre la manera de vivir y sobre el cómo de la vida” (Foucault, 2002, p. 224). Sostengo que hemos sido testigos de cómo los Estados pueden intervenir en la vida de poblaciones enteras para hacerlas vivir durante la pandemia. Esto tiene importantes implicaciones para la lógica de la gubernamentalidad, por lo que la política pospandémica es indudablemente diferente a la política prepandémica a escala planetaria y, desafortunadamente, me parece que es más apto para el auge de una ideología neofascista.
Los discursos dominantes durante la pandemia promovieron un individualismo radical y una mentalidad de estar en una lucha constante para la supervivencia, una lucha que legitima todo tipo de violencia en el nombre del bienestar individual. Así pues, el darwinismo social del fascismo clásico basado en la supervivencia de las razas superiores, sin algún fundamento científico (Duby, 1946), se convierte en un darwinismo social basado en la supervivencia de las/os individuos superiores (sin ceder al supremacismo blanco). El darwinismo social está particularmente presente en las referencias contemporáneas a la eugenesia, por ejemplo, cuando se menciona la necesidad de seleccionar cuidadosamente a las personas que poblarán los asentamientos extraterrestres según su supuesta superioridad genética.
¿Qué hay que hacer para promover la lucha antifascista ante esta situación? Primero, hay que evitar la defensa del status quo. Los cambios tanto sociopolíticos como materiales en esta década muestran que el orden actual que conocemos, el cual data desde el fin de la Segunda Guerra Mundial aunque fue modificado después de la caída de la URSS, no es sostenible por mucho más tiempo. La historia sí se mueve hacia un cambio profundo. Defender un orden en el que sus desigualdades y problemas estructurales han resultado insostenibles simplemente porque es preferible al neofascismo es perder tiempo, energía y legitimidad. La opción más deseable sería construir proyectos alternativos para ir en contra del antiutopismo del neofascismo. Vemos que el neofascismo reproduce la consigna del neoliberalismo: no hay alternativa. Desde una perspectiva crítica, revolucionaria y comunitaria, hay que mostrar que sí hay alternativas y que sí somos capaces de construirlas. Para ello, es necesario, en particular, recuperar el prestigio de la utopía desde una perspectiva revolucionaria, como defendía Bloch frente al auge del fascismo clásico.
El antifascismo sólo puede ser eficaz si también se organiza allí donde el fascismo se hace fuerte.
La realidad no se transforma con el rechazo; se transforma con la aceptación, una aceptación consciente de que la realidad que tenemos en el presente es sólo una versión entre muchas otras posibles y que podemos romper con ella (Yalçınkaya, 2014). Para ello, obviamente, hay que estudiar la realidad que quisiéramos cambiar. Si nuestro objetivo es llevar a cabo una transformación de mentalidad masiva que nos permita construir un mundo nuevo, la manera de hacerlo es estudiar a fondo dicha mentalidad. Por ello, la segunda tarea es un análisis profundo de la cultura popular dominante que permite y promueve el auge del neofascismo. Entender los códigos culturales de “esta época” nos permitirá poder hablar con las personas sobre la posibilidad de un mundo mejor a través de colectividad y solidaridad.
Finalmente, la tercera tarea consiste en combatir el neofascismo en lo cotidiano y así luchar contra su normalización y naturalización. Desde nuestras casas hasta los espacios de trabajo, desde las escuelas hasta las redes sociales, en todos los ámbitos posibles hay que combatir los valores de esta ideología, como el individualismo, el consumismo, la avaricia, la competitividad, el egoísmo y el darwinismo social. Hace casi un siglo, Bloch (2019, p. 151) escribió que “los nazis hablan de un modo falso, pero a la gente” mientras que los comunistas hablan “de un modo bastante sincero, pero sólo hablan de cosas”. Hablar a la gente es únicamente posible si podemos entender sus mundos de significados y usar algunos de sus referentes culturales para organizar la lucha antifascista. Y Bloch veía que Alemania seguía escuchando los viejos sueños del salvador, “incluso aunque éstos sean presentados por auténticos farsantes” mientras que “la propaganda socialista era fría, escolar y economicista”. (Bloch, 2019, p. 131)
Espero que aprendamos de los errores del siglo pasado y logremos evitarlos en estos tiempos decisivos. Esto implicaría molestarnos con el pesado trabajo de aprender las lenguas de lxs otrxs que tal vez hayamos preferido evitar, no para parecernos a ellxs, sino para intentar transformar nuestra realidad de forma revolucionaria. El antifascismo sólo puede ser eficaz si también se organiza allí donde el fascismo se hace fuerte, y para ello el primer paso es comprender los códigos culturales del neofascismo a través del estudio de sus manifestaciones cotidianas.
BIBLIOGRAFÍA
Alexander, J. C. (2003). The Meanings of Social Life: A Cultural Sociology. Oxford University Press.
Bloch, E. (2019). Herencia de esta época. Tecnos.
Bloch, E., Adorno, T. W., & Krüger, H. (1988). Something’s Missing: A Discussion between Ernst Bloch and Theodor W. Adorno on the Contradictons of Utopian Longing. En J. Zipes & F. Mecklenburg (Eds.), The Utopian Function of Art and Literature (pp. 1–17). MIT Press.
Cohen, J. E. (2025). Oligarchy, State, and Cryptopia. Fordham L. Rev. https://dx.doi.org/10.2139/ssrn.5171050
Duby, G. (1946). ¿Hay razas inferiores? Colección metropolitana.
Farkas, J., & Mondon, A. (2025). The Roots of Reactionary Tech Oligarchy and the Need for Radical Democratic Alternatives. Communication, Culture and Critique. https://doi.org/10.1093/ccc/tcaf011
Foucault, M. (2002). Defender la sociedad. Fondo de cultura económica.
O’Connell, M. (2018). Why Silicon Valley billionaires are prepping for the apocalypse in New Zealand. The Guardian. Recuperado de https://www.theguardian.com/news/2018/feb/15/why-silicon-valley-billionaires-are-prepping-for-the-apocalypse-in-new-zealand
Pollen, J. M. (2024). Why Billionaires Are Obsessed With the Apocalypse. The Nation. https://www.thenation.com/article/culture/douglas-rushkoff-survival-richest/
Tutkal, S. (2025). Pensar la deshumanización con el auge mundial de la extrema derecha. México: Revista Filos Crítica. Recuperado de https://www.revistafiloscritica.com/post/pensar-la-deshumanizaci%C3%B3n-con-el-auge-mundial-de-la-extrema-derecha
Weinersmith, K., & Weinersmith, Z. (2023). A city on Mars: Can we settle space, should we settle space, and have we really thought this through? Penguin Press.
Yalçınkaya, A. (2014). Küf: Kurtuluşçu Bir Teoloji İçin Dede Korkut, Said Nursi ve Ali Üzerine Bir Yorumsama. Dipnot Yayınları.
Serhat Tutkal es investigador posdoctoral de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (Secihti) en El Colegio de México. Es doctor en Ciencias Humanas y Sociales por la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y preside el Comité de Divulgación y Asociaciones de la Red Académica para la Gobernanza Mundial de Internet (GigaNet).
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