LOS DEMONIOS DE FIN-DE-SIÈCLE Y UN (POSIBLE) OCULTISMO MILITANTE
- Raúl Candelaria
- 3 jun
- 8 Min. de lectura
Actualizado: hace 3 días

DEMONCOMUNISMO, Collage, E. (2024)
La dupla ocultismo/esoterismo planta cara a muchos de los valores que hemos dado por llamar modernos.
Mientras el fantasma del comunismo recorría la Europa decimonónica, provocando y regurgitando revoluciones, una legión de demonios poseyó las almas de los artistas del fin del siglo. El decadentismo, estética de desafío, primó la producción de obras a contracorriente de la moral burguesa de su tiempo. Las pinturas de Félicien Rops y Ramón Casas lo atestiguan. La ambigüedad religiosa, la rebeldía contra el pensamiento materialista y una intensa desilusión por la vida moderna fueron sus principales características. Sin embargo, la maldición decadentista sólo alcanzó su cénit en la literatura.
Tal es el caso de las obras de Léon Bloy, Barbey d’Aurevilly y Joris K. Huysmans. Fue éste último quien, con precisión profética, iniciaría el movimiento en su novela À rebours (A contrapelo, 1884), cuya intención no era otra que la de desafiar toda moral literaria y romper finalmente con el naturalismo. La narración se destaca por poseer un profundo pesimismo por la modernidad, el desarrollo industrial y el utilitarismo capitalista; pero su mayor particularidad es la incursión del ocultismo y el esoterismo como formas de crítica social, ya no sólo del cristianismo, sino de todo el sistema cimentado en la productividad y en la tecnología. Su protagonista, Des Esseintes, es el último reducto de una nobleza empobrecida y desplazada, crítico de la burguesía imperante y, ante todo, deprimido, que se recluye en su casa de campo para construir un universo propio en el que explora la poesía de Baudelaire y la pintura de Gustave Moreau, así como una pléyade de ideas en apariencia azarosas. Eventualmente llega al Malleus Maleficarum y en vez de enfrentarlo con el horror de un lector moderno, lo hace con fascinación, “gritaba al cielo, invocaba a Lucifer, trataba a Dios de deleznable, de sinvergüenza, de imbécil…” (Huysmans, 1989, p. 246). Esto lo lleva, en la segunda mitad de la novela, a incursionar en el mundo del ocultismo y el esoterismo, combinándolo con su misticismo católico, dejando atrás la incredulidad atea y positivista con la que inició su historia. No obstante, Des Esseintes no lleva a cabo ninguna acción propiamente subversiva, se limita a leer, a pensar, a imaginar. À rebours es una novela de la inacción, y las temáticas que presenta no serán desarrolladas en su totalidad hasta el siguiente título, Là-bas (Allá lejos, 1891). Por lo tanto, antes de continuar, es necesario realizar algunas definiciones conceptuales.
Ocultismo, esoterismo y modernidad
Primero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de ocultismo y esoterismo? La historiadora Bernice Glatzer Rosenthal define al ocultismo como el término que engloba “una amplia variedad de doctrinas y prácticas, desde elaborados sistemas como la Teosofía y la Antroposofía hasta la magia, la brujería y un amplio rango de prácticas adivinatorias (astrología, lectura de mano, tarot, etc.)” (Rosenthal, 1993, p. 2), cuya característica fundamental es no pertenecer a la espiritualidad ortodoxa o canónica. El esoterismo, por su parte, se refiere a la serie de doctrinas que buscan el significado escondido o interno de textos sagrados, así como “aquello que es entendido sólo por algunos iniciados”, es decir, el esoterismo se centra en la tradición oculta y su preservación, en el estudio de lo misterioso antes que en la práctica.

Baph., Collage, E. (2025)
En ese sentido, no sería exagerado afirmar que la dupla ocultismo/esoterismo planta cara a muchos de los valores que hemos dado por llamar modernos, pero, ¿qué entendemos entonces por modernidad? Jean Baudrillard la comprende como el período histórico que comenzó en la revolución francesa de 1789 y que “estableció el estado burgués centralizado y democrático, la nación con su sistema constitucional, su organización política y burocrática, el progreso continuo de las ciencias y de las técnicas, la división racional del trabajo industrial” (Baudrillard, 1987, p. 34) Fenómenos como el individualismo y la industrialización no pueden comprenderse si no es bajo el lente de la modernidad, de la mano del más caprichoso de sus hijos: el capitalismo.
El pensamiento irracional, incluso mágico, es un medio de resistencia contra una civilización obsesionada con el progreso y la acumulación.
Entonces, ¿en qué medida el ocultismo/esoterismo es una contraparte de la modernidad y sus efectos en el mundo? Los escritores decadentes tienen la respuesta. Para ellos, el pensamiento irracional, incluso mágico, es un medio de resistencia contra una civilización obsesionada con el progreso y la acumulación. No son, sin embargo, románticos luchadores sociales ni políticos, en realidad, el decadentismo tiene muy poca actividad política concreta. Se trata más bien de un replanteamiento estético de las ideas con las que construimos el mundo antes que una militancia al estilo de Víctor Hugo o Flora Tristán. En todo caso, es más preciso ubicarlos cerca de los críticos sociales del realismo y del naturalismo, como Balzac, que en su novela Melmoth réconcilié (Melmoth reconciliado, 1835) ya cuestionaba, haciendo magistral uso de la figura del diablo, el insulso sistema financiero del capitalismo.
Là-bas y el espíritu del fin-de-siècle
Pero nada expondría de mejor manera aquello que Mallarmé reconociera como el mal d’âmes que Là-bas. Para Huysmans, entrar de lleno en el mundo del ocultismo/esoterismo no representó un simple ejercicio de observación, sino una completa reestructuración de la fe cristiana. La historia nos presenta a su alter ego, Durtal, un intelectual burgués y “sediento de lo sobrenatural” que embarca una travesía hacia los bajos fondos, físicos y espirituales (de ahí el título), del París de finales del siglo. Justifica su inconformidad por vivir (¡su decadencia!) con la investigación del personaje medieval Gilles de Rais, célebre violador y asesino de niños que resulta también ser satánico. El interés de Durtal lo lleva a rastrear, con el escepticismo de un naturalista, el movimiento satánico de su tiempo, descubriendo una amplia comunidad oculta detrás de la fachada de progreso y capitalismo que el estado francés tanto buscaba imponer, sobre todo después de la humillación internacional que le significó la derrota en la guerra franco-prusiana y el estallido y eventual represión de la Comuna de París, ambas en 1871.
A esto, la opinión de Huysmans es muy clara: para él no hay salvación a la que el ser humano moderno pueda aspirar: a través de su alter ego nos dice que
Hoy el comerciante no tiene más que un objetivo, explotar al obrero, fabricar basura, mentir sobre la calidad de su mercancía, defraudar sobre el valor de los productos que vende. [...] ¡Qué desperdicio, Dios mío! ¡Y decir que el siglo diecinueve tanto se exalta y se adula! Solo tiene una palabra en la boca, el progreso. ¿El progreso de quién? ¿El progreso de qué? porque no ha inventado gran cosa, este siglo miserable. No ha construido nada y ha destruido todo. (Huysmans, 1891, p. 150).
Aquí, Durtal nos deja bien claro su desprecio por el mundo que lo rodea, su desilusión e incluso odio hacia la modernidad y a los grandes capitalistas. Sin embargo, la pregunta surge, ¿qué es lo que ha destruido el progreso?, ¿la crítica de Durtal (Huysmans) no vendrá más de una nostalgia por el pasado que de una esperanza por un futuro distinto? Sabemos que no era un socialista, para nada. Ningún decadente lo era. Barbey d’Aurevilly, por ejemplo, era un moralista católico bastante conservador y hasta monarquista. Léon Bloy no estaba lejos de serlo. La crítica al sistema surgía más de los efectos que la modernidad y el capitalismo estaban teniendo en la espiritualidad europea que de una dialéctica materialista.
El movimiento New Age posibilitó una nueva ruptura con los valores cristianos tradicionales: la experimentación psicodélica, la liberación sexual y los movimientos por los derechos civiles crearon un ambiente cultural en el que las espiritualidades alternativas seducían a los jóvenes.
Es por eso que el ocultismo/esoterismo es tan importante para Huysmans. En un mundo en el que todo valor humano se reduce a su capacidad productiva, la vida carece de sentido espiritual y, como vaticinaba Nietzsche, Dios había muerto. Pero su cadáver seguirá inspirando a tantos artistas. La mayor muestra es la conversión final de Huysmans al catolicismo, luego de su largo viaje espiritual. De cualquier manera, los pecaminosos avances de la modernidad, como la secularización y la libertad religiosa, permitieron la gestación de obras literarias anteriormente impensables. Tal es el caso del poeta Issidore Ducasse (conocido como Conde de Lautréamont) que en sus Chants de Maldoror (Cantos de Maldoror, 1870) hacía alabanzas al crimen y adoraba la depravación; similar a Des Esseintes en su lectura del Malleus Maleficarum, maldecía la divinidad y pretendía desafiar sus poderes refugiándose en la figura de Satanás. Cuando Dios no responde, no nos queda más que creer en el diablo.
Un (posible) ocultismo militante
Pero este rebelde fin-de-siècle —a pesar de su letargo político— sembraría la semilla del movimiento oculto/esotérico en la cultura europea. Aleister Crowley y Madame Blavatsky retomaban las enseñanzas del francés Éliphas Lévi para construir las principales sectas de la época, la Thelema y la Sociedad Teosófica, respectivamente, ambas con una antes inusitada diligencia política. Es célebre la carta que Crowley envió a León Trotsky con la propuesta de destruir al cristianismo. Por su parte, cosmologías como la Antroposofía (sistema fundado por Rudolph Steiner, inspirado en la Teosofía) o el neopaganismo verían con simpatía al fascismo. El ocultismo/esoterismo nunca sería más políticamente activo que en la primera mitad del siglo XX.

COMM, Collage, E. (2025)
No obstante, es casi imposible rastrearlo en el espectro de las izquierdas. La Unión Soviética, en un primer momento, había asimilado el Apocalipticismo Cristiano como materia de estudio en la Academia de Filosofía Libre, en Petrogrado; sin embargo, para 1922 la habían suprimido y enviado al exilio a todos sus profesores. Para el estado materialista (oficialmente, al menos) no cabía ningún tipo de pensamiento idealista y, mucho menos, mágico.
En realidad, la tradición oculta/esotérica no había de recuperar fortaleza desde una perspectiva crítica hasta la década de los 60’s en Occidente. El movimiento New Age posibilitó una nueva ruptura con los valores cristianos tradicionales: la experimentación psicodélica, la liberación sexual y los movimientos por los derechos civiles crearon un ambiente cultural en el que las espiritualidades alternativas seducían a los jóvenes, dando paso a una nueva ola de sectas y sociedades ocultas. La Wicca recuperó la figura de la bruja y la reivindicó con la intención de plantear un universo dual en el que los distintos complementarios (sol y luna, femenino y masculino, día y noche), en buen balance, fueran un camino para alcanzar la armonía del alma.
A nivel político, sin embargo, no hubo grandes movimientos. ¿Será la naturaleza sectaria del ocultismo/esoterismo, o acaso su constante rechazo del mundo material lo que lo ha impedido? Incluso en su momento más político (el nazismo), el pensamiento oculto/esotérico no era algo accesible a las masas, se recluía en los círculos más altos de la élite fascista y desde ahí operaba. En ese sentido, ¿es posible imaginar un ocultismo/esoterismo crítico de sistemas políticos como el capitalismo o la democracia burguesa y que además sea militante? Nuestros tiempos no son muy distintos al fin-de-siècle: la crisis climática, las tensiones internacionales, el desarrollo de tecnologías nunca antes vistas (como la IA) nos sitúan en un ambiente sociocultural inestable y, como apunta Glatzer Rosenthal, “el interés en creencias ocultas ha crecido y disminuido a lo largo de los siglos, alcanzando su punto máximo en periodos de incertidumbre religiosa y confusión cultural” (Rosenthal, 1993, p. 4). Es por eso que insisto, ante un mundo inestable en el que el interés por lo oculto/esotérico va en aumento, ¿es posible crear críticas al estilo de los decadentes del XIX, pero con intención política real? ¿Tendría algún efecto trascendente en el mundo? Solo Dios (o el Diablo) lo sabe.
BIBLIOGRAFÍA
Baudrillard. (1987). Modernité, París, Francia: Enciclopedia Universalis France, Université Paris 1.
Glatzer Rosenthal. (1993). The Occult in Modern Russian and Soviet Culture. Nueva York, EE.UU: Fordham University.
Huysmans. (1884). À rebours. París, Francia: Gallimard, Folio classique.
Huysmans. (1891). Là-bas. París, Francia: Gallimard, Folio classique.
Raúl Candelaria, brujo socialista que vive la contradicción. Estudia letras francesas y escribe sobre lo oculto y lo esotérico. Fue finalista del primer concurso de poesía Sophia-Filco en 2024.
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