EL MAESTRO Y MARGARITA: UN DEMONIO CRISTIANO
- Raúl Candelaria
- 29 abr
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 14 may

Demonioygato, Collage, E. (2024)
La novela no sólo pretende desafiar el dogma ateísta de la Unión Soviética, sino desenmascarar la necia hipocresía de una sociedad que reniega de su pasado místico y acaso esotérico.
El Diablo acosó mi semana. Pero no fue un Diablo dantesco y sufridor que me mirara desde su prisión de hielo, ni un seductor miltoniano de lengua irresistible y dispuesto a organizarme en su revolución anti-teísta, tampoco un emisario fáustico que me prometiera el conocimiento absoluto y cualquier placer a cambio de mi alma. Nada de eso. O quizá, de todo un poco. Leí, pecaminoso, la novela El maestro y Margarita de Mijaíl Bulgakov, publicada por primera vez en 1967 de manera póstuma en la Unión Soviética.
El caso es el siguiente: Satanás aparece en el corazón de Moscú en los años treinta —el auge del estalinismo— con la intención de presentar un acto de magia negra. La idea suena disparatada, ¿es concebible la magia en una sociedad que ha abjurado de todo pensamiento místico o religioso?, pues el Diablo (que en la novela utiliza el nombre de “Woland”) llega con toda la intención de desafiar a esa sociedad de apariencia post-capitalista, junto a una extravagante pandilla conformada por un asesino colmilludo, un gato gigante y parlanchín, una hermosa vampiresa y un mago snob. Ya desde el primer capítulo la novela nos descoloca con la profecía y pronta ejecución de un asesinato en apariencia accidental, pero con profundas implicaciones en el sindicato de escritores soviéticos, MASSOLIT, situación que deja en claro la postura del autor frente a la organización que había de condenarlo —fuera de la ficción, previa autorización del camarada Stalin— al ostracismo literario por más de una década. Uno de sus miembros ficcionales es el jóven poeta Iván Nikoláyevich, quien, luego de atestiguar el crimen, corre frenético tras la pandilla de demonios sin poder alcanzarlos y llega, por fin, al Griboyedov —restaurante exclusivo para los miembros del MASSOLIT— para contar lo sucedido. Lo tachan de loco y termina, naturalmente, en un psiquiátrico. Ahí conoce al Maestro, otro escritor y evidente alter ego de Bulgakov que ha visto su obra rechazada continuamente por tratarse de una reconstrucción de la pasión de Cristo desde la perspectiva de Poncio Pilato. Iván Nikoláyevich conoce su historia y su amor por una dama de sociedad llamada Margarita —que rima evidentemente con Anna Karenina—. Y ella, en la segunda parte de la novela, se convierte en la verdadera protagonista de la historia: hace un pacto con Woland para rescatar a su amado y se convierte en una bruja, acompañando a la corte satánica en una serie de aventuras desmesuradas y extravagantes, con una profunda dimensión filosófica.
En efecto, la novela no sólo pretende desafiar el dogma ateísta de la Unión Soviética, sino desenmascarar la necia hipocresía de una sociedad que reniega de su pasado místico y acaso esotérico. Las influencias ocultas/esotéricas de Bulgakov son evidentes (satanismo, brujería, paganismo), sin embargo, esas fuerzas tradicionalmente atribuidas a la maldad son complementarias al Cristianismo imperante del autor. El doble cronotopo —la novela sucede tanto en la Moscú de la década de los años treinta como en la Jerusalén del año 33— propicia efectos por lo demás interesantes, ya que en el primer escenario temporal las acciones son continuamente mágicas, rocambolescas e inexplicables, fantásticas (si queremos usar la etiqueta literaria adecuada), como la teletransportación de un funcionario de Moscú a Yalta o el caso de un traje viviente que firma minutas de estado y cartas oficiales, contrastando con el racionalismo impertinente de su sociedad; y en el segundo tenemos una descripción vívida y realista, incluso materialista, de la mayor intriga de Poncio Pilato, la pasión y ejecución de Jesucristo (llamado en la novela por su nombre arameo: Yeshua Ha-Nostri), ignorando cualquier forma de intervención divina o milagrosa. Este contrapunto no rompe la coherencia narrativa en ningún momento porque —el lector lo aprende en los primeros capítulos— la historia de Jerusalén no es sólo producto de la imaginación del Maestro: Satanás estuvo ahí.
No hay arte verdadero sin un impulso irracional —que bien puede ser mágico— y el experimento o la osadía de intentar producir un arte —y, por lo mismo, un mundo— desde la razón pura no es otra cosa que un absurdo.
De esta forma se universaliza la magia y se establece el orden cosmológico de la obra. Para Bulgakov, así como para el Mefistófeles de Goethe, el mundo no se reduce a lo que los sentidos o la razón son capaces de inteligir, de hecho, esa perspectiva necesariamente humana no es más que el inicio de su comprensión. El uso de los dos cronotopos lo comprueba, mientras en los capítulos de Jerusalén se omiten episodios célebres del evangelio como la última cena, se parodian en Moscú con sutiles acercamientos a la apostasía. Precisamente por ello a la ortodoxia rusa no le encantó la novela y la consideró blasfema (Haber, p. 359) a causa de su defensa del misticismo.
Esta cosmovisión dualista es propia de casi cualquier tradición oculta/esotérica, siguiendo el principio que dicta que como es arriba es abajo. No obstante, en El maestro y Margarita, esa dicotomía no representa los valores del “bien” y del “mal” en un primer momento, sino que contrapone el ateísmo y la razón a la tradición mística de la Rusia prerrevolucionaria. Sin embargo, a final de cuentas sí toma una posición: la magia es real y, más importante aún, necesaria. No hay arte verdadero sin un impulso irracional —que bien puede ser mágico— y el experimento o la osadía de intentar producir un arte —y, por lo mismo, un mundo— desde la razón pura no es otra cosa que un absurdo. Es por eso que el Maestro y Margarita intitulan la novela, porque su amor —irracional hasta la médula— es la única vía para su salvación, aunque desde el pecado. Por eso, para Bulgakov, todo demonio es preferible al ateísmo. En ese sentido, Woland no es otra cosa que un actor de una voluntad superior, y más allá de eso, una parte fundamental de la misma. En sus palabras: “¿Qué haría tu bien si el mal no existiera, y cómo se vería la Tierra si desaparecieran las sombras?” (p. 305)
El maestro y Margarita es [...], una obra en la que los límites de nuestro entendimiento del universo se ven desafiados, y gracias a la cual podemos afirmar que ninguna ciencia posee la verdad absoluta.
Este demonio rinde total honor a un Dios todopoderoso desde su actuar sometido, que no desde sus palabras. Él es el verdadero héroe trágico, sufridor como el de Dante, rebelde como el de Milton, pero completamente dispuesto a ser “una parte de esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre hace el bien” (p. 1), como el de Goethe. De alguna manera es un héroe romántico, la diferencia es que —contrario a los humanos— él sí puede permitirse un final feliz.
Para mí, El maestro y Margarita es la novela que nos seduce hacia el pecado de la imaginación irracional, una obra en la que los límites de nuestro entendimiento del universo se ven desafiados, y gracias a la cual podemos afirmar que ninguna ciencia posee la verdad absoluta. Bulgakov, más que un brujo es un monje de convento que le reza al Diablo para acceder a Dios, y es desde esa virtud integradora que nosotros podemos reincorporarnos a la espiritualidad —ya sea desde la blasfemia, la exageración o el arte—. Como dije antes, cualquier demonio es preferible al ateísmo.
BIBLIOGRAFÍA
Bulgákov, M. (1967/2018). The master and Margarita (Katherine Tiernan O’Connor y Diana Burgin, Trad.). Londres (original Moscú, URSS): Picador classics.
Haber, E. (1975). “The Mythic Structure of Bulgakov’s The Master and Margarita”. The Russian Review. Londres. Recuperado de https://d1wqtxts1xzle7.cloudfront.net/39071905/Mythic_Structure_of_M_M-libre.pdf?1444409312=&response-content-disposition=inline%3B+filename%3DMikhail_Bulgakov_the_early_years.pdf&Expires=1745906411&Signature=FxvQg7dx-odTD9xLH956lZ1qXQ2abWR8EC90liKABt3qw60LBNpIsHI95jTUXvlT6tZ72ZzX1xFojz6g1
Raúl Candelaria, brujo socialista que vive la contradicción. Estudia letras francesas y escribe sobre lo oculto y lo esotérico. Fue finalista del primer concurso de poesía Sophia-Filco en 2024.
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