LAS RAÍCES ECOFASCISTAS DE LA TRANS-EXCLUSIÓN
- Siobhan Guerrero Mc Manus
- 25 mar
- 13 Min. de lectura
Actualizado: 14 abr
PRIMERA PARTE DE DOS

ECOFacc, Collage. E. (2024)
Destaca la cooptación de los lenguajes tanto de la ciencia como de los derechos humanos, distanciándose argumentativamente de las posiciones fundamentalistas que alguna vez caracterizaron a la antigua derecha religiosa.
En la última década y a nivel mundial se ha producido un incremento significativo en la oposición al reconocimiento de los derechos humanos de las personas trans. Si bien no debería ser necesario explicar por qué esto es grave, parte del problema en que nos encontramos ahora resulta justamente de la incomprensión de un sector importante de la sociedad que no entiende, por un lado, por qué las personas trans existimos y, por otro, por qué resulta tan nocivo el auge de discursos que sistemáticamente vulneran los derechos de nuestra población. Como mujeres trans que militamos dentro del transfeminismo, lo anterior nos afecta y es por ello que hemos decidido reflexionar sobre esto.
De allí que hayamos elaborado el presente ensayo, cuyo objetivo radica en abordar precisamente aquellos discursos que hoy tienen como blanco a la población trans. Lo que buscamos es caracterizarlos para, posteriormente, abordar las causas de esta profunda regresión, que en países como el Reino Unido, Estados Unidos y España ha conducido a un aumento de la violencia estocástica contra personas trans y a intensas oleadas de transfobia, las cuales han dado lugar a numerosas violaciones de nuestra dignidad.
Aunque una explicación exhaustiva de las causas de este fenómeno, tanto a nivel local como global, excede el alcance de este texto, es fundamental señalar que, en gran medida, esta regresión puede atribuirse a la notable efectividad de los movimientos anti-género. Nos referimos a ellos en plural, ya que representan un conjunto heterogéneo de posturas unidas en su rechazo a los estudios de género, la Teoría Queer, los estudios críticos de raza y el avance de los derechos de las mujeres y de las personas LGBT, siendo la población trans la más afectada. (Mc Manus, 2023)
A pesar de esta heterogeneidad, nos atrevemos a proponer un conjunto de elementos que consideramos característicos de los movimientos anti-género modernos. En primer lugar, destaca la cooptación de los lenguajes tanto de la ciencia como de los derechos humanos, distanciándose argumentativamente de las posiciones fundamentalistas que alguna vez caracterizaron a la antigua derecha religiosa. Aunque no todas las facciones dentro del movimiento anti-género son laicas, muchos de sus argumentos lo son —o al menos lo aparentan ser—, lo que los hace más efectivos en Estados seculares y entre poblaciones cada vez menos religiosas. (Mc Manus, 2023)
En segundo lugar, esta cooptación permite movilizar prejuicios epistemológicos generalizados tanto en los círculos académicos como en la sociedad en general. Las humanidades, incluidos los estudios de género, los estudios críticos de raza y la Teoría Queer, nunca han gozado del prestigio intelectual asociado a las ciencias naturales. Esta cooptación discursiva es fundamental en la descalificación implícita en el término “ideología de género” cuando se dirige a estos campos del saber. La relación valorativa que antes existía entre los estudios de género y los discursos conservadores se invierte, ya que son ahora estos últimos los que parecen epistemológicamente más creíbles.
El feminismo radical trans-excluyente (TERF, por sus siglas en inglés), también conocido como feminismo crítico del género [...] cumple una función estratégica única, ya que permite que posiciones que hasta hace poco estaban asociadas con las facciones de derecha más conservadoras se presenten como legítimas e incluso feministas.
Un tercer elemento digno de mención es el cambio en las emociones políticas empleadas por el movimiento anti-género moderno, las cuales difieren de las existentes al interior del discurso conservador tradicional. El asco ya no es la única ni la emoción central; en su lugar, el miedo y una sensación de amenaza han ocupado ese espacio. Este cambio genera la noción, por ejemplo, de que los derechos o la mera existencia de las personas trans representan una amenaza para las mujeres, las familias, los niños, o incluso para los deportes femeninos de élite. (Mc Manus, 2023)
En cualquier caso, el éxito de estos movimientos es innegable y ahora están comenzando a tener un efecto transformador, dando lugar a lo que podríamos llamar verdaderos ecosistemas anti-género. En países como el Reino Unido, por ejemplo, el vocabulario, los argumentos y la terminología del movimiento anti-género han llegado a moldear la forma en que una parte significativa de la sociedad piensa y se expresa, en parte debido a su omnipresencia en los medios de comunicación. Inspirándonos en la obra de Bruno Latour (Latour, 1992), podríamos decir que la retórica anti-género se ha convertido en un punto de paso obligatorio para abordar los temas trans en el discurso público.
Dentro de esta dinámica, el feminismo radical trans-excluyente (TERF, por sus siglas en inglés), también conocido como feminismo crítico del género, desempeña un papel fundamental. Comparte muchos de los elementos ya descritos, pero cumple una función estratégica única, ya que permite que posiciones que hasta hace poco estaban asociadas con las facciones de derecha más conservadoras se presenten como legítimas e incluso feministas. Esto justifica no solo el retroceso de los derechos trans, sino también la violencia dirigida hacia las personas trans, violencia que ahora puede retratarse como intervenciones motivadas por una preocupación bien intencionada. (Bassi y LaFleur, 2022)
Un tropo recurrente de los feminismos trans-excluyentes es la afirmación de que las personas trans son simplemente la vanguardia de una agenda transhumanista y eugenésica, profundamente misógina y neoliberal. Con frecuencia se alega que detrás de la agenda trans existe un lobby, a veces caracterizado por tintes antisemitas, sugiriendo que los intereses de multimillonarios como George Soros impulsan la agenda trans. El argumento plantea que el objetivo es desnaturalizar conceptos como “hombre” y “mujer” para abrazar una forma sintética de habitar el cuerpo, radicalmente subsumida por el mercado y capaz de llevar la lógica del biocapitalismo a niveles sin precedentes. (Mc Manus)
Este tropo tiene un alcance sorprendentemente global, quizá debido al papel desempeñado por organizaciones como Women’s Declaration International (WDI). Tres ejemplos ilustran esto: en México, Laura Lecuona, autora del libro Gender Identity: Lies and Dangers (Lecuona, 2024), ha popularizado este tropo; en Italia, Silvia Guerini, una feminista asociada con el fundamentalismo católico, hace lo mismo en su libro From the ‘Neutral’ Body to the Posthuman Cyborg: A Critique of Gender Ideology (Guerini, 2023). Finalmente, Kathleen Richardson y Charlotta Odlind, la primera británica y la segunda belga, emplean una retórica similar en su libro Man-made Women: The Sexual Politics of Sex Dolls and Sex Robots. (Richardson y Odlind, 2023)
Hay dos aspectos notables en este tropo. En primer lugar, observamos cómo el feminismo crítico del género ha cooptado la hermenéutica de la sospecha históricamente asociada con figuras como Marx, Freud y Nietzsche. Esto no es exclusivo de esta corriente del feminismo, sino que es una característica del movimiento anti-género en su conjunto (Mc Manus, 2023). Se atribuyen agendas ocultas a los activistas LGBT+, lo que simultáneamente socava la credibilidad epistémica de las voces trans al retratarlas como meras piezas en una agenda perjudicial. Al mismo tiempo, se presentan posturas críticas y revolucionarias como aquellas que se oponen a la agenda trans. En segundo lugar, esta asociación entre personas trans y transhumanismo revela el papel desempeñado por ciertas concepciones de la naturaleza, en particular, de la naturaleza humana. Este último punto es el que deseamos abordar en el resto de este texto.
Naturaleza Humana y Cis-Humanismo
Como ya hemos visto, el movimiento anti-género alude a una supuesta naturaleza humana, la cual se representa como el fundamento mismo de lo que nos define como humanos, tanto a nivel biológico como filosófico. Empero, dicha naturaleza también se describe como si estuviese amenazada por la agenda transhumanista que, dicen, está implícita dentro de la agenda trans. Gracias a esta asociación se moviliza el miedo como una emoción política, mientras que las nociones de sentido común, usualmente asociadas a la masculinidad y la feminidad, se vinculan simultáneamente a esta naturaleza, como si emanaran de ella.
Nos interesa comprender cómo estas suposiciones metafísicas median en esta asociación construida por los feminismos radicales trans-excluyentes entre las personas trans, el transhumanismo y la eugenesia.
Así, estas nociones se dotan de una supuesta ahistoricidad que surge de un carácter universal asumido y anclado en la objetividad de la biología, lo cual, sin embargo, evoca una cierta teología judeocristiana que interpreta la naturaleza humana como inmutable y eterna. “Varón y mujer los creó”, declara la Iglesia Católica en uno de los documentos que ha sido utilizado como arma discursiva contra las personas trans. (Anónimo, 2019)
Por esta razón, nos interesa rastrear los supuestos que estructuran la metafísica de lo natural en el feminismo trans-excluyente. Nos interesa comprender cómo estas suposiciones metafísicas median en esta asociación construida por los feminismos radicales trans-excluyentes entre las personas trans, el transhumanismo y la eugenesia. Nuestra hipótesis es que su concepción de la dignidad humana, anclada en esta visión de lo natural, se nutre simultáneamente de la tradición judeocristiana y de una noción romántica de la naturaleza similar a la que todavía se encuentra en el concepto de la “naturaleza indómita” (wilderness, en inglés).
No resulta sorprendente, entonces, que en tiempos recientes se haya defendido abiertamente lo que ahora se llama cis-humanismo (Fiala, 2019), un término originalmente acuñado por Andre Fiala, profesor de la Universidad Estatal de Fresno especializado en filosofía ambiental. Curiosamente, Fiala desarrolla este concepto en el contexto de la reflexión ambiental en el Antropoceno. Así, defender el cis-humanismo se ve como defender la viabilidad de la vida misma frente a una arrogancia tecno-optimista que supuestamente es responsable tanto de la crisis climática como de la disrupción del binarismo de género. Esta asociación es, en cualquier caso, bastante reveladora tanto a nivel teórico como político.
Del Cis-Humanismo al Ecofascismo
Un buen ejemplo de lo descrito en el último párrafo de la sección anterior se encuentra en la trayectoria del ecologista profundo (deep ecologist) Derrick Jensen, quien ha pasado la última década desplazándose desde el ambientalismo radical hacia el ecofascismo y hacia una alianza con los neoconservadores a quienes antaño criticaba con dureza. En su libro Dreams de 2011, el ambientalista Derrick Jensen escribió: “Si no los detenemos de matar el planeta, nada más importa” (Jensen, 2011). Estas expresiones eran comunes durante los primeros años de la carrera de Derrick Jensen, cuando tanto sus escritos como sus discursos públicos buscaban fomentar una resistencia activa e incluso violenta contra el capitalismo industrial, enfocándose en la destrucción de la infraestructura energética.
En esta última década, Jensen emergió como una voz prominente dentro de una vertiente particular de la ecología profunda, un movimiento profundamente arraigado en el oeste de Estados Unidos. La ecología profunda aboga por una "segunda revolución copernicana" (Manes, 1990) destinada a desmantelar el antropocentrismo incrustado en la cultura occidental y a cuestionar los mismos cimientos de la civilización. Esta crítica se nutre de ideas como las de Martin Heidegger en "La pregunta por la técnica" y resuena con las perspectivas del activista de Earth First!, Christopher Manes, quien sostuvo que, desde un punto de vista biocéntrico, el problema va más allá de las tecnologías destructivas del industrialismo: la civilización en sí misma se convierte en el problema.
Sin embargo, esta crítica al antropocentrismo, y lo que Manes denominó el “complejo de la civilización,” ha cruzado con frecuencia hacia territorios más oscuros, incluyendo la misantropía y el maltusianismo. El ecologista social Murray Bookchin caracterizó a la ecología profunda como un espectro que va desde el anarquismo en un extremo hasta el ecofascismo en el otro (Bookchin, 1987). Las preocupaciones sobre la capacidad de carga del planeta a menudo impregnan este discurso. Dave Foreman, cofundador de Earth First!, argumentó, por ejemplo, que era imposible sostener a cinco mil millones de personas en el planeta dado su estilo de vida económico e industrial predominante (Manes, 1990, p. 232). Esto llevó a cuestionar quién estaría entre los “salvados” y quién entre los “hundidos”, una división que tendía a resonar con visiones nativistas y excluyentes. Edward Abbey, novelista y figura influyente en la ecología profunda, argumentó en The New York Times que Estados Unidos ya había alcanzado su nivel óptimo de población y que la nación tenía "todo que perder" (Abbey, 1988, p. 43) con más inmigración.
En algunos casos, esta ideología derivó hacia territorios extremos. Manes, bajo un seudónimo, llegó a publicar un artículo en el periódico Earth First! sugiriendo que la pandemia de SIDA “no era un problema, sino una solución necesaria” argumentando que su impacto podría potencialmente poner fin al industrialismo, la principal fuerza que, a su parecer, impulsaba la crisis ambiental (Thropy, 1987). Más inquietante aún, en 2014 se reveló que dos antiguos activistas del Frente de Liberación de la Tierra (ELF) se adherían a creencias nazis esotéricas que se caracterizan por sostener afirmaciones que vinculan a Hitler con los avatares de Vishnu, entre otras muchas excentricidades (Reid, 2017). En cualquier caso, lo anterior demuestra la influencia de dichos radicalismos al interior de algunas de las facciones del ya mencionado movimiento.
El propio Jensen ha enfrentado acusaciones de promover una agenda genocida debido a su llamado a desmantelar la civilización industrial, lo cual, según sus críticos, implicaría una gran cantidad de víctimas y el colapso de la sociedad (Matisons y Reid, 2015). Su retórica sobre la “sobrecarga” de la población y su apoyo a la resistencia violenta contra los sistemas industriales evocaron comparaciones con los Jemeres Rojos, una comparación que él reconoció en su libro Endgame. Sin embargo, notablemente, su respuesta no incluyó una renuncia a esta asociación; en cambio, afirmó que "derribar la civilización no se trata de ser moralmente puro" (Jensen, 2019), dejando una ambigüedad inquietante sobre las implicaciones de su visión para la humanidad.
En su libro La eliminación, el cineasta camboyano y sobreviviente del genocidio perpetuado en la guerra civil del mismo país contra la población jemer, Rithy Panh describe la manera en que los Jemeres Rojos deshumanizaron a los habitantes de las ciudades, quienes fueron etiquetados como “nuevo pueblo”. “Qué idea tan genial darle a la clase odiada un nombre cargado de esperanza: nuevo pueblo. Esa masa sería transformada por la revolución, transmutada o borrada para siempre” escribe. “Vaciar las ciudades y así también las universidades, las bibliotecas, los cines, los tribunales, los teatros o las administraciones. Vaciar esos lugares de comercio, de corrupción, de desenfreno, y de tráficos varios. Vaciar igualmente los hospitales y dispensarios”. (Panh y Bataille, 2011)
En libros como Songs of the Dead y Dreams, Jensen promovió una forma de deshumanización sui generis: argumentaba que la civilización misma podría ser el producto de una entidad malévola, quizás un parásito mental originario del “otro lado”, que había convertido al hombre civilizado en un “zombie devorador de carne”. “Cuando digo que los zombies comprenden una gran parte de esta cultura, no estoy siendo hiperbólico ni metafórico” escribe Jensen. “Lo digo en toda la verdad física, espiritual y emocional.” (Jensen, 2011, p. 392). Mientras que los zombies suelen ser un significante flotante, cuya metáfora varía según la narrativa particular, una interpretación común argumenta que “si la clave para identificar a un zombie es el estado intersticial entre la vida y la muerte, entonces el zombie asume la característica de lo que Giorgio Agamben llama Nuda Vida” (Stratton, 2011, p. 277), un ser aparentemente humano que puede y debe ser eliminado. Tipos humanos reconocibles que son representados como zombies en películas de terror, ya sean refugiados en World War Z o consumidores en Dawn of the Dead, se convierten en una amenaza que debe ser eliminada. Como escribió el teórico literario italiano Franco Moretti: “Fascinado por el horror del monstruo, el público acepta los vicios de su destructor sin una sola protesta”. (Moretti, s.f., p. 84)
BIBLIOGRAFÍA
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Julianna Neuhouesr es traductora, periodista e investigadora estadounidense-mexicana. Se enfoca en analizar el desarrollo de los movimientos antigénero a nivel internacional. Su trabajo ha sido publicado en Revista Común, Gatopardo, Trans Safety Network, Center for a Stateless Society, It Could Happen Here e It’s Going Down y fue la coordinadora y coautora del libro Polarización y transfobia: Miradas críticas sobre el avance de los movimientos antitrans y antigénero en México.
Siobhan Guerrero Mc Manus es investigadora titular en el Centro de Investigaciones interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades CEIICH-UNA, forma parte del Sistema Nacional de Investigadores, cofundadora del Laboratorio Nacional Diversidades (UNAM, CONACyT, CONAPRED, FLACSO, CIDE) e integrante del Comité editorial de la revista "Debate Feminista" y de la Asamblea General del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir.
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