EL HUMANISMO MEXICANO ESTUDIADO DESDE SUS INTÉRPRETES. CLAVES PARA SU LOCALIZACIÓN
- Polux Alfredo García Cerda
- 21 mar
- 9 Min. de lectura

ROVIRA, Collage, E. (2025)
Tras un evento académico-político organizado por la novísima Secretaría de Ciencia, Humanidades y Tecnología (SECIHTI), se ha suscitado un diálogo sobre el llamado Humanismo Mexicano en tres entregas de la Revista Común.
Tras un evento académico-político organizado por la novísima Secretaría de Ciencia, Humanidades y Tecnología (SECIHTI), se ha suscitado un diálogo sobre el llamado Humanismo Mexicano en tres entregas de la Revista Común. Los polemistas en cuestión son Roberto Breña (autor de dos artículos) y Ambrosio Velasco (expositor destacado de aquel evento y autor de una réplica). Sin afán de terciar la polémica o analizar ambas posiciones, concordaremos con un aporte de cada dialogante para introducir un elemento que ambos han pasado por alto y Carmen Rovira ya había formulado, aunque sea preciso reorientar. Para ella, el Humanismo mexicano es aquel pensamiento caracterizado por:
[…] una marcada inclinación y una inquietud por la reflexión sobre el hombre en relación con las injusticias sociales que había padecido y seguía padeciendo, por su naturaleza espiritual y lo que es más importante […] por la dignificación del humano sea cual fuere su color, religión y país de origen.
El humanismo europeo fue una respuesta, sobre el tema del hombre, a la escolástica decadente; por el contrario, el humanismo mexicano se debe a escolásticos que dignifican la naturaleza humana y se abren a la modernidad. Es consecuencia de un proceso de racionalidad que responde a una situación concreta de colonialismo y que implica una protesta contra ello. El humanismo mexicano está en relación con lo social concreto. Es un humanismo que enfoca críticamente la problemática del hombre americano y en general la problemática de todo hombre sojuzgado. Es un discurso antipoder, conformado desde una realidad colonial, discurso en el que no funciona lo imaginativo siendo su contenido ontológico en el más amplio sentido de la palabra, el hombre; por lo mismo es un humanismo que abraza a todos los hombres sin distinción […] de raza, cultura o credo. (Rovira, 2009, 20)
Considerando lo anterior, en torno a Velasco se coincide en señalar la presencia histórica y la necesidad de estudio de una tradición (o bien, una matriz de tradiciones) que se ha denominado Humanismo Mexicano. Asimismo, en torno a Breña se coincide en señalar el uso político reciente de un constructo llamado Humanismo Mexicano, operación que exige rigor para conceptualizarlo. Pero el elemento a introducir, retomando a Rovira, es la historicidad de la categoría Humanismo Mexicano, pues como categoría no ha sido tan antiguamente concebida como se sobreentiende por Velasco ni ha sido absolutamente nueva como lo afirma Breña en sus siete desacuerdos con aquel.
Por ahora nos negamos a indicar temas y autores que legítimamente pertenecen a lo que Velasco llama Humanismo Mexicano, si bien siguen ausentes figuras femeninas del horizonte histórico trazado. Sin afán de exhaustividad podemos señalar a las Mujeres de Chalco (siglo XV), Salvadora de los Santos, Leona Vicario, las Violetas del Anáhuac (Laureana Wright y Dolores Correa), las anarquistas revolucionarias (Juana Belén Gutiérrez y Concha Michel), las kindergártneres froebelianas (Laura Méndez de Cuenca y Estefanía Castañeda) y filósofas universitarias (Paula Gómez Alonzo y Graciela Hierro), entre otras. Aunque han sido brillantes al llamado Humanismo Mexicano, Sor Juana Inés de la Cruz y Carmen Rovira no pueden ser entendidas jamás como meras excepciones, como tampoco pueden ser desestimadas ninguna de las anteriores sólo por no haber sido nombradas en los libros canónicos del Humanismo mexicano o de otros humanismos como el nórdico, el español o el italiano.
Tampoco seguiremos a Breña en negar la conceptualización dada por Velasco, pues lo lleva a negar líneas de recepción de ideas antipoder. Al igual que su dialogante, niega la presencia feminista en sus dos contestaciones. Mucho menos seguiremos su afirmación de que es más fácil identificar al Humanismo italiano que al Humanismo Mexicano, porque estudiosos del humanismo mexicano como Ezequiel Chávez advertían el peligro de denostar las ideas producidas o aplicadas a la realidad novohispana o mexicana.
Breña afirma lo absurdo de reconocer un Humanismo Mexicano antes del siglo XIX, porque solo a partir de ese siglo se identifica a México como república. Pero, ¿esto aplicaría también para el Humanismo italiano si Italia también se remitiría como república al siglo XIX y no al tiempo de Maquiavelo? Así como existían menciones de humanismos en México Tenochtitlán, en México en tiempos de Francisco Cervantes de Salazar y en México como república en el siglo XIX, ¿hay que distinguir un humanismo de Italia nombrada como demarcación peninsular en el siglo V d. C., uno como espacio de guerras en el siglo XVI y uno más al de Italia como república unificada en el siglo XIX? Basta recordar el valor filosófico e histórico de los Hospitales-Pueblo de Vasco de Quiroga (lector de la Utopía de Tomás Moro), o incluso el de Fray Pedro de Gante y su labor educadora en Texcoco:
Fray Pedro no solo promovió el disfrute de la industria y del comercio en las tierras en las que vino a dar a los vencidos hasta el último de los latidos de su magnánimo corazón y el último de los pensamientos directivos y redentores de su mente, sino que hizo que por su reeducación renacieran, con nuevos conocimientos y nuevos adiestramientos, la industria y el comercio de los indios a quienes les fue dable beneficiar.
Mérito suyo es que penetrara en el Nuevo Mundo, en México antes que en ninguna otra parte de la América, un humanismo más hondo que el que llevó Maximiliano a la Universidad de Viena, el que hizo que la raza dominadora y la raza dominada se entendieran gracias a la transmisión de las artes y las ideas, de los sentimientos, y de la religión de Jesucristo; todo ello transmitido por Fray Pedro y por los hombres buenos que en su empresa lo rodearon; todo ello puesto al alcance de los niños indios que hasta ellos llegaron. (Chávez, 1994, 26)
La diferenciación del humanismo europeo del Humanismo mexicano (o en su defecto, novohispano como avatar previo de lo mexicano) era compartida tanto por Chávez como Rovira, pues ambos identifican, salvadas las distancias, al antipoder como respuesta social concreta, participando en la conformación de repúblicas de indios y mundos más justos que los vividos en los reinos de Castilla y León del siglo XVI. A esta perspectiva faltaría extender el rango de antipoder a figuras femeninas donde encontraríamos pensamientos como la crítica feminista de Rosario Castellanos:
La mujer introduce en el mundo la “feminidad” y con ella se expresa el caos, la “locura del mundo”, el trastocamiento de los valores de la racionalidad y el rendimiento. La mujer subvierte al mundo en la medida de su “banalidad”, exhibe su falta de respeto al orden patriarcal mostrándole otra manera de ver y de vivir en el mundo; “la otra cara de la tierra”. […] De ahí deriva entonces el recrudecimiento de la violencia patriarcal, guardiana del estatus de normalidad que representa el orden y la ley. […] Concebir de esta manera a las mujeres y a la feminidad no transforma ni elimina por sí sólo las restricciones y la violencia congénita del mundo patriarcal, pero precisamente, en la medida de la restricción crecen para la mujer las posibilidades no sólo de conocerse, sino aún de inventarse. (Gómez, 2014, 61-62)
Toda acción cultural implementada en la realidad histórica de lo que hoy conocemos como México ha tenido marcas de origen sobre la imagen del ser humano a formar.
El feminismo cumple su función de humanismo al asumirse histórica y filosóficamente como antipoder, por lo cual habrá que situar sus aportes contestatarios ante el llamado Humanismo Mexicano, incluso contra aquellos que se nombraron humanistas pero se asumieron privilegiados del poder patriarcal. Por consiguiente, para comenzar a estudiar la historicidad de la categoría Humanismo mexicano nos remitiremos a tres pensadores: a) Gabriel Méndez Plancarte (“Los fundadores del humanismo mexicano”, 1945), b) Rafael Moreno Montes de Oca (El humanismo mexicano. Líneas y tendencias, 1999), y c) Graciela Hierro (De la domesticación a la educación de las mexicanas, 1989). En torno a Méndez y Moreno recordaremos que la categoría Humanismo Mexicano fue problematizada, como línea de investigación, un par de décadas antes de haber sido señalada por Breña como un constructo ideológicamente afín al gobierno. En torno a Velasco, recordamos que dicha categoría no ha sido cultivada exclusivamente por varones, y que aun mencionando a Sor Juan y Rovira falta detectar como sexto rasgo del Humanismo mexicano a la antidomesticación promovida por pensadoras mexicanas como Rosario Castellanos. Si bien Hierro no problematizó explícitamente la categoría es posible entresacar del libro antes mencionado algunas reflexiones importantes para destacar al feminismo mexicano como raíz del humanismo mexicano.
Palabras preliminares
Toda acción cultural implementada en la realidad histórica de lo que hoy conocemos como México ha tenido marcas de origen sobre la imagen del ser humano a formar. Las marcas deben entenderse como improntas que generaciones pretéritas dejaron tras haber pensado qué tipo de cultura, propia o ajena, se debía transmitir a seres humanos que habitaron México o sus avatares previos. Las imágenes de humanidad adaptadas a las circunstancias mexicanas fueron materia de reflexión para tres pensadores (Méndez Plancarte, Moreno e Hierro) que habrían situado al humanismo mexicano no como constructo sino como línea de investigación histórica y filosófica, fundamentalmente.
Una imagen de humanidad es la personalización de un tipo de cultura creada en medio de problemas sociales que involucran colectividades e individualidades de una época determinada. Analfabetismo, rezago, violencia de género y autoritarismo son solo algunos de los grandes problemas para los cuales se han pensado imágenes de humanidad a lo largo de los siglos: el ser tolteca, el siervo de Dios, el ciudadano ilustrado, la mujer moderna, etcétera. En torno a la pregunta, ¿qué se ha entendido por Humanismo mexicano?, como primera concepción de Humanismo mexicano podría afirmarse a la totalidad de esas imágenes que se han producido y reproducido por las culturas que históricamente han integrado a aquello que se ha denominado México y lo mexicano.
Como materialización de diversos tipos históricos de cultura, el humanismo conformaría también las facetas de ruptura que ha tenido en décadas previas y las raíces que se hunden desde siglos anteriores. Vista la educación mexicana como una vía de conservación o transformación política, económica y social por excelencia, la personalización de un tipo de cultura no ha contenido en automático de reflexiones sobre ella que afinen su función. En el entendido que esta sería labor de un pensador o pensadora del Humanismo mexicano aplicado a la educación, surge otra concepción en torno a la pregunta anterior, donde el humanismo mexicano es la totalidad de pensamientos, movimientos y adaptaciones que han tenido dichas imágenes a través de las realidades que dieron lugar al México presente.
La diversidad de pensamientos mexicanos no ha sido un problema, su negación lo es, pero más severa ha sido la dominación de unos pensamientos por encima de otros que ha causado la opresión de la diversidad.
La filosofía náhuatl, los jesuitas novohispanos, el positivismo barrediano, el normalismo rural, el feminismo yucateco y la hermenéutica analógica serían algunos de esos pensamientos que han movilizado imágenes de la humanidad en el tiempo mexicano. Bajo la denominación de Humanismo Mexicano se han suscitado esas reflexiones acordes o en oposición a la implementación de proyectos culturales, las cuales serían materia de reflexiones de naturaleza histórica y filosófica, según sea el caso. Habiendo una formación especializada en la interpretación de primer y segundo nivel, se puede llegar a un tercer nivel donde el humanismo mexicano sería la concreción de propuestas histórico-filosóficas materializadas en proyectos de formación humana, pues las imágenes de humanidad detonarían nuevas formas de recrear mexicanidades más allá de nacionalismos y eufemismos.
La existencia de imágenes mesoamericanas, novohispanas y modernas de humanidad en el tiempo mexicano no representa un problema como tal, su negación sí lo es, pero más preocupante que ambas sería la imposición de imágenes de humanidad según intereses hegemónicos. Asimismo, la diversidad de pensamientos mexicanos no ha sido un problema, su negación lo es, pero más severa ha sido la dominación de unos pensamientos por encima de otros que ha causado la opresión de la diversidad. Y tampoco ha sido problema la proliferación de tradiciones en el estudio de los problemas mexicanos, más bien ha sido la falta de condiciones epistémicas para la coexistencia, es decir, apertura al diálogo, respeto de saberes y reconocimiento de la diferencia desde la construcción plural de identidades profesionales.
Ninguno de esos tres niveles es más importante que el otro ni puede desatenderse uno es aras del otro, porque los niveles devienen de problemas distintos entre sí y porque lo que hemos de llamar Humanismo mexicano no puede construirse hegemónica ni fragmentariamente. Estas serían las condiciones mínimas para distinguir los rasgos de una racionalidad aplicada a la resolución de problemas siempre cambiantes con los años. Por ello, es importante estudiar lo que Méndez, Moreno e Hierro entendieron por Humanismo mexicano, pues sus aportes a la comprensión de la categoría son susceptibles de actualizarse ante la conceptualización rigurosa de un humanismo mexicano donde quepan muchos humanismos mexicanos.
BIBLIOGRAFÍA
Breña, R. (2025) Contribución a un debate público sobre el humanismo en México, Revista Común en https://revistacomun.com/blog/contribucion-a-un-debate-publico-sobre-el-humanismo-en-mexico/
_______. (2025) Réplica al “humanismo mexicano” de Ambrosio Velasco, Revista Común en https://revistacomun.com/blog/replica-al-humanismo-mexicano-de-ambrosio-velasco/
Chávez, E. (1994) Educación y evangelización, JUS, México.
Gómez Campos, R. (2014) El feminismo es un humanismo, Anthropos, México.
Rovira, C. (2009) “Filosofía y humanismo. La obra de los jesuitas criollos mexicanos”, Revista de Hispanismo Filosófico, núm. 14, Madrid, pp. 9-23.
Velasco Gómez, A. (2025) Brevísima relación del humanismo mexicano, Revista Común en https://revistacomun.com/blog/brevisima-relacion-del-humanismo-mexicano/
Polux Alfredo García Cerda es Doctor en Pedagogía (FFYL-UNAM). Candidato a investigador nacional (SNII) y profesor del Colegio de Pedagogía (FFyL-UNAM), de la Licenciatura en Pedagogía (FES-Aragón) y de MADEMS Historia (FFyL-UNAM). Desde la Historia de las ideas pedagógicas, sus líneas de investigación son Historia de la pedagogía, Filosofía de la educación en México y Latinoamérica y Didáctica. Además de publicar 31 artículos y 9 capítulos en esas líneas, es autor de tres libros: Filósofas y filósofos morales de México (1896-1908) Un estudio histórico de la ética aplicada a la educación (2024), Filósofas mexicanas de la educación (siglos XIX y XX). Antología histórica (Torres Asociados, 2023) y Pedagogía e historia en Enrique Moreno y de los Arcos (AIEHM A.C., 2023).
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