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ALTERIDAD, REBELIÓN Y BRUJERÍA… LA VIDA DE TITUBA

  • Foto del escritor: Raúl Candelaria
    Raúl Candelaria
  • 9 jul
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 12 ago


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Madeleine, Collage, E. (2025)




Maryse Condé, escritora guadalupeña fallecida apenas en abril de 2024, es una de las voces más destacadas de las letras francófonas de nuestro tiempo.




Hace ya más de un año, paseaba por la bellísima Place du Capitole de Toulouse cuando, desde la vitrina de una gigantesca librería de tres pisos, una mirada me detuvo en seco. Era el Portrait de Madeleine, o Portrait d’une négresse de Marie-Guillemine Benoist: una mujer negra, de mirada a la vez lánguida y decidida, con un arete de oro en la oreja y el pecho descubierto, en la tapa de una edición barata de Gallimard, coronada por uno de esos nombres que escuchas en clase y crees olvidar, pero que emergen del inconsciente al primer estímulo: Maryse Condé. Temiendo que me rompiera el presupuesto de la semana —las becas de la UNAM son excelentes, pero no infalibles—, lo compré.


¿Qué tanto se puede decir de una autora que se ha llevado todos los premios habidos y por haber? Al parecer, muchísimo. Maryse Condé, escritora guadalupeña fallecida apenas en abril de 2024, es una de las voces más destacadas de las letras francófonas de nuestro tiempo. Ganadora del Prix littéraire de la femme, del Prix de l’Académie française, del Marguerite Yourcenar y, más célebremente, del fugaz Nobel alternativo de Literatura en 2018 —año fatídico para la Academia Sueca—, su novela Moi, Tituba sorcière… Noire de Salem, publicada en 1986, fue la que se adueñó de mí aquella semana.


Se trata de la historia de Tituba, hija de una esclava nacida en la colonia inglesa de Barbados que debe iniciarse en las artes mágicas para sobrevivir a la orfandad y al abandono. Luego de la muerte de Man Yaya, su mentora, y de un breve periodo de libertad que describe como el más alegre de su vida, se enamora de John Indien, un esclavo local, y se va con él; poco después, aún sin tener ningún derecho de hacerlo, ya que Tituba no era propiedad de nadie, la venden junto con su esposo a un pastor puritano de nombre Samuel Parris que los llevará primero a la ciudad de Boston y, más tarde, al pequeño y supersticioso pueblo de Salem. Es en este viaje que la dimensión espiritual —ya no solo económica— del esclavismo anglosajón se hace explícita: Samuel Parris, luego de descubrir a Tituba y a su esposo fajando detrás de una pila de barriles de azúcar de caña, les espeta: “No cabe duda de que el color de su piel es el signo de su condena”*  y procede a obligarlos a rezar junto con su familia. Más tarde, cuando una serie de enfermedades físicas y psicológicas atacan a las hijas del pastor, Tituba es acusada de brujería. Obvio. Una mujer negra, esclava y protagonista de múltiples chismes en la misma casa en la que se dio un brote psicótico colectivo, obvio sería la culpable. Pero no solo Tituba, sino que un puñado de otras mujeres son víctimas de la intolerancia puritana, algunas, incluso, son ejecutadas. Pero Tituba no. Ella confiesa —falazmente, ya que sus poderes mágicos le vienen de sus ancestros— que el mismísimo Satán está detrás de sus supuestos crímenes y le perdonan la vida; sin embargo, debe permanecer en prisión.




Con una prosa poética ágil y envolvente, Condé logra tejer una fina narrativa en la cual se encuentran el pasado histórico —Tituba es una mujer real que sufrió los juicios de Salem—, la memoria silenciada, y acaso, la posibilidad de una convivencia respetuosa entre negros y blancos. Ahí radica su actualidad.



Mucho tiempo después, un comerciante judío, viudo y rico, de origen portugués, de nombre Benjamin Cohen d’Azevedo, la compra y se la lleva a vivir con sus nueve hijos. Al igual que Parris, su nuevo amo pronto descubre los poderes de Tituba, pero en vez de temerle y querer destruirla le pide un favor: que lo contacte con su fallecida esposa. Esto los une de una manera nunca antes conocida para Tituba, la del respeto mutuo. De hecho, d’Azevedo es el único hombre en la novela que no la lastima —John Indien, por ejemplo, testifica en su contra cuando enfrenta el juicio con la idea de salvar su propia vida. Tan es así que, después de ser amantes por un breve periodo y de sobrellevar juntos una tragedia terrible, d’Azevedo le otorga la libertad. Sus caminos se separan, él se va a la colonia de Rhode Island, ella vuelve a su natal Barbados. La historia finaliza en donde comenzó, en el alba de las primeras rebeliones de los cimarrones caribeños. 




Tibuta BM, Collage, E. (2025).
Tibuta BM, Collage, E. (2025).

Con una prosa poética ágil y envolvente, Condé logra tejer una fina narrativa en la cual se encuentran el pasado histórico —Tituba es una mujer real que sufrió los juicios de Salem—, la memoria silenciada, y acaso, la posibilidad de una convivencia respetuosa entre negros y blancos. Ahí radica su actualidad. Me explico, entendamos que los abusos a Tituba le vienen única y exclusivamente por su origen, en concreto, por ser negra y ser mujer, hija de una esclava. La oración con la que abre la novela lo expresa con una imagen desgarradora: “A Abena, mi madre, la violó un marinero inglés en la cubierta del Christ the King un día de 16** mientras el navío navegaba hacia Barbados. Yo nací de esa agresión. De ese acto de odio y desprecio”. Y en efecto, a lo largo y ancho de la obra nos encontramos con diversos y variopintos momentos en los que los hombres blancos —y no solo blancos, pero sí en su mayoría— agreden de una u otra manera a Tituba. Es por esta tendencia que su relación con Benjamin Cohen d’Azevedo se antoja una casualidad, una excepción a la regla. No obstante, hay una idea que puede ayudarnos a vislumbrar su verdadera razón. 


En un artículo de Josée Tamiozzo, muy claramente intitulado “L'altérité et l’identité dans Moi, Tituba, sorcière… Noire de Salem de Maryse Condé”, se distingue el concepto de alteridad del de diferencia, siendo necesario para el primero “un contexto marcado por el deseo de exclusión y por una distribución desigual del poder”***. Es el caso en la novela. D’Azevedo, al ser un judío portugés, se encuentra en una situación de alteridad —aunque no tan dramática como la de Tituba, hay que aclararlo— frente al referente canónico de esa sociedad que es el cristiano puritano y anglosajón. En ese sentido, su unión funciona como un mecanismo de supervivencia, en palabras de Tamiozzo: “los miembros de los grupos marginalizados pueden crear alianzas que les permiten vivir con cierta felicidad a pesar de la opresión del grupo de referencia”****. Es por eso que, al otorgarle él la libertad, Tituba no quiere dejarlo, se ha vuelto parte de su familia. Sin embargo tienen que separarse, la situación en las colonias del norte es insostenible para Tituba, D’Azevedo bien se lo advierte, a los colonos no les importará que tenga su título de libertad y la esclavizarán de nuevo. 




Estamos ante una figura de resistencia; si lo pensamos, todos sus actos giran en torno a resistir y rechazar lo que el proyecto puritano le impone: su deseo sexual, sus conocimientos ocultos, su constante búsqueda de la libertad y del amor.




Por otra parte, uno de los aspectos que más llaman la atención durante la lectura es la focalización. La voz cantante no es otra que la de Tituba. Ella es la que nos cuenta sus desventuras y sus amores, sus desgracias. La capacidad de Condé de llevarnos de lo íntimo a lo social y, por tanto a lo político, sale a relucir en todos los aspectos de la novela. Esta decisión trasciende la estética y pasa a ser una cuestión crucial a la hora de comprender la obra; se trata de restituir la voz de la mujer negra, una mujer que ha sido históricamente silenciada, censurada y que ahora nos obliga a escucharla. Es por eso que su alteridad no sólo importa en términos sociales, sino que también espirituales. Tituba, a final de cuentas, sí es una bruja: realiza hechizos para enamorar a John Indien y maleficios sacrificiales para quitarse de enmedio a más de una persona, cura las enfermedades de sus allegados, revive las conciencias de los muertos, detiene tempestades y habla con los árboles; empero, no es la bruja que el pastor Parris y todos los que la condenan quieren que sea. Es la que es, sin pedirle permiso a nadie, una mujer que rompe los límites que su sociedad le impuso desde el nacimiento, por eso nos resulta tan actual. 




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BLM, Collage, E. (2025).



Estamos ante una figura de resistencia; si lo pensamos, todos sus actos giran en torno a resistir y rechazar lo que el proyecto puritano le impone: su deseo sexual, sus conocimientos ocultos, su constante búsqueda de la libertad y del amor. Hacia el final de la historia, ya muerta y hablando desde una dimensión metafísica, Tituba confiesa que su paso por la Tierra no ha terminado, ella continúa influenciando a los vivos, así declara su misión: “Fortalecer el corazón de los hombres. Alimentarlo con sueños de libertad. De victoria. No hay una sola revuelta que yo no haya provocado. Ni una sola insurrección. Ni una sola desobediencia”. Yo creo que esa es Maryse Condé hablando a través de su querida bruja. Alguna rebelión constante llamada Tituba se quedará en el lector después de terminar la novela, espero, porque es la que se quedó en mí. 




*“Il est certain que la couleur de votre peau est le signe de votre damnation”. (p. 68) La traducción es mía. 

** “Abena, ma mère, un marin anglais la viola sur le pont du Christ the King, un jour de 16** alors que le navire faisait voile vers la Barbade. C’est de cette agression que je suis née. De cet acte de haine et de mépris” (p. 13)

*** “[...] un contexte marqué par un désir d’exclusion et par une distribution inégale du pouvoir”. De nuevo, la traducción es mía. 

**** les membres de groupes marginalisés peuvent créer des alliances qui leur permettent de vivre un certain bonheur malgré l’oppression par le groupe de référence.

***** “Aguerrir le coeur des hommes. L’alimenter des rêves de liberté. De victoire. Pas une révolte que je n’aie fait naître. Pas une insurrection. Pas une désobéissance” (p. 268) 




BIBLIOGRAFÍA





Raúl Candelaria, brujo socialista que vive la contradicción. Estudia letras francesas y escribe sobre lo oculto y lo esotérico. Fue finalista del primer concurso de poesía Sophia-Filco en 2024.







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