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LA LUCHA POR EL RECONOCIMIENTO

  • Foto del escritor: Axel Emiliano Sánchez O.
    Axel Emiliano Sánchez O.
  • 27 may
  • 14 Min. de lectura

Una discusión social-política entre Axel Honneth y Thomas Hobbes



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LEVIATHAN, Collage, E. (2024)





El medio para avanzar al siguiente tipo de relación será el conflicto o la lucha (por el reconocimiento), [...] lo que podría considerarse un mejor modelo de relaciones éticas, esto es, una progresión social-cultural-institucional que incremente las necesidades sociales y de la identidad.



La lucha por el reconocimiento, apropiada de la teoría hegeliana por Axel Honneth, es importante en la discusión sobre la construcción del individuo y su relación con otros; además, permite combatir la tradición hobbesiana, creadora del estado de desconocimiento, que es, dicho de otro modo, una lucha por la autopreservación. Mi trayectoria aquí es poner a discutir estas dos posiciones: comenzando con Hobbes, esbozar su postura y argumentos, para después pasar a criticar su posición con el modelo de Honneth. Pero tengo que explicar primero qué es la lucha por el reconocimiento.


El reconocimiento es la afirmación intersubjetiva —esto es, un asentir recíproco entre uno y otro acerca de algo (un objeto, una idea, una persona)— sobre las propiedades de la persona en su dimensión universal (por ejemplo, sus derechos), social (como la aceptación de ciertas habilidades y asentir en comunión que poseen la capacidad para contribuir en la sociedad) y particular (esto es, la necesidad de afecto personal entre familiares o amigos). Ella se establece en las relaciones éticas —esto es, formas de interacción social que afirman un grado de reconocimiento, es decir, sobre qué se ha decidido reconocer que compone a la persona, en su nivel de identidad como de agente social— para organizar un modelo de mutualidad entre sujetos dispares. Tales relaciones de reconocimiento (o éticas), además, serán temporales-históricas, debido a que serán formadas siempre desde la situación inmanente del contexto cultural, donde uno tendrá un grado de conocimiento de sí mismo  en relación al período donde se ha situado y socializado —ya sea en el aspecto legal, de sus habilidades o necesidad afectivas—, siendo, entonces, siempre un reconocimiento ineficiente en tanto que la variable de la contextualidad permanentemente limitará la posibilidad de la confirmación completa de la persona. 

  

Siguiendo el pensamiento hegeliano de Honneth, las relaciones éticas, nacidas de momentos históricos, tendrán que ser eventualmente abandonadas y sustituidas por otro tipo de relación que responda a las deficiencias de reconocimiento que se han generado de ahí. 


El medio para avanzar al siguiente tipo de relación será el conflicto o la lucha (por el reconocimiento), teniendo que abandonar el previo modelo para adoptar lo que podría considerarse un mejor modelo de relaciones éticas, esto es, una progresión social-cultural-institucional que incremente las necesidades sociales y de la identidad. Honneth, entonces, no abandona la noción de progreso histórico a pesar de la variable de la contextualidad, sino que considera que las relaciones éticas que, subsecuentemente, van siempre surgiendo, nacerán siempre tomando conocimiento de las deficiencias de su pasado y las demandas en su presente.  


Se observa así que esta lucha por el reconocimiento surge porque los ciudadanos se encuentran despreciados, sufriendo por un reconocimiento incompleto e implorando porque se cumplan sus demandas. Tendrán que tomar la vía progenitora de empezar el conflicto para que éste actúe como el medio que los lleve a que se cumplan tales demandas que remiten a formas de ser integrados socialmente, pero bajo ciertas condiciones: la articulación e incremento, por un lado, de su autonomía y, por el otro, de establecer mejores relaciones de dependencia horizontales.




La lucha por el reconocimiento nace porque ambos sujetos se consideran insuficientemente reconocidos (sea sobre la autonomía de su cuerpo, sus derechos o sus habilidades o rasgos particulares) y la siguiente relación ética nace cuando se alcance el reconocimiento recíproco en un mejor grado.



Haciendo el contraste, en Hobbes se plantea que el sujeto nace aislado y que para la formación del Estado hay que cancelar el conflicto que nace de la “naturaleza violenta” de los sujetos, sustituyéndola por obligaciones que estrechan el campo de acción (id est, sus libertades) y amplíen el campo de responsabilidades para que se dé la mutualidad. Honneth, siguiendo a Hegel, en cambio, plantea que una teoría del Estado debe presuponer que el sujeto nunca se haya aislado de los demás, sino que desde el comienzo existan relaciones intersubjetivas. Sin embargo, aún comparte con Hobbes que esta interdependencia es naturalmente conflictiva, aunque, contrario a él, lo considera bajo un lente positivo, ya que la condición que posibilita el paso de una relación ética a la siguiente es ese mismo conflicto hipotético entre un sujeto y otro, donde ambos descubren que a medida que uno le impide al otro la confirmación completa de su identidad, entonces existe un grado de reconocimiento insuficiente que será alcanzado sólo cuando se vean como sujetos interdependientes; pues, repitiéndome, la lucha por el reconocimiento nace porque ambos sujetos se consideran insuficientemente reconocidos (sea sobre la autonomía de su cuerpo, sus derechos o sus habilidades o rasgos particulares) y la siguiente relación ética nace cuando se alcance el reconocimiento recíproco en un mejor grado.


Volviendo con Hobbes, quien le da un carácter negativo a la lucha, Honneth nos dice que sacrifica el contenido liberal del contrato social para lograr detener la amenaza del conflicto entre personas —piénsese en la famosa cita hobbesiana: "Homo homini lupus"— con el fin de alcanzar la paz. Tal extremismo se da por el esbozo que tiene de la persona quien no sólo teme la muerte violenta, sino también, al ser una criatura con juicios prospectivos, imaginar posibilidades donde cualquier Otro se presente como amenaza inmanente al arrebatamiento de poder –aquí actuando como sinónimo del ejercicio de libertad– sobre uno. Tal paranoia es parte del razonamiento hobbesiano. Serán estas cualidades desmedidas las que otorgan a la comunidad hobbesiana su carácter fatalista, que irá a implosionar o será derrocado por el espíritu de conquista entre pueblos donde ambos buscan derrocar el ejercicio de poder del otro. 


De aquí nacerá el razonamiento que dará apertura al Estado despótico que desconoce las libertades de sus ciudadanos al concebirlas amenazantes y, de ahí, la escisión tajante entre la moralidad con la política, donde algo sea moralmente incorrecto pero políticamente excusable, como el asesinato, la tortura, etc., en fin, el desconocimiento de derechos, el desmantelamiento de lazos afectivos o no aceptar ciertas habilidades como contribuyentes al arrebatamiento del poder del otro o, en otras palabras, el alcance de la paz en tanto el otro termina por presentar ningun tipo de amenaza. La justificación se debe a que Hobbes busca el cese del “estado de guerra” entre los sujetos naturalmente conflictivos. Para entender esto, entonces, habrá que caminar por esta pintura hobbesiana que pasa por la comprensión del ser humano al estado de naturaleza y, finalmente, a la formación del Estado.


Partiré de la siguiente pregunta: ¿cómo está constituido el ser humano? Después preguntaré: ¿qué ocurre cuando, ocupado el lenguaje hobbesiano, estas criaturas autómatas interactúan entre sí? Y terminaré con la pregunta: ¿cuál es la consecuencia de haber formado el pacto para la generación del Estado? Así daré el esquema hobbesiano que conduce al estado de desconocimiento.  


La constitución humana, dice Hobbes, proviene de las sensaciones generadas en el cuerpo por el choque de los objetos externos sobre los órganos —como el ojo produciendo el color de un rayo de sol—, concibiendo así diversas impresiones del objeto, esto es, su apariencia. Pero no ocurre sólo esto. Nuestro cuerpo es capaz de generar emociones y juicios sobre personas a partir de la interacción: el encuentro social podrá efectuar tanto placer como displacer, decirnos que algo es bueno o malo, etc., y lo hará de forma diversa, como puede ser, produciendo en algunos disgusto mientras que en otros no; esto es, dependiendo de la manera en la que el cuerpo de cada individuo es afectado por estos fenómenos externos. Este modo de interactuar será el medio que tendremos de experimentar el mundo y a los otros, es decir, los sujetos con quienes deseamos establecer una relación de convivencia; tal manera de entender la interacción, además, será la razón generadora del conflicto: debido a que no hay fuerza legal que restrinja las acciones, a que hay una diversidad de impresiones generadas en la interacción y que compartimos el rasgo de la  ambición como también el temor a la muerte, el resultado será la desconfianza y el estado de guerra. No es sorpresa que esto dé la disparidad tajante entre sujetos, ello es, la imposibilidad de la reciprocidad. Ricoeur (2005, p. 174) nos dice: “...estos humanos que en el Estado de Naturaleza ignoran el ejercicio de la estimación en términos de preferible moral. Queda el miedo a la muerte para regir las evaluaciones sobre lo permitido”.




El desconocimiento de las propiedades del sujeto será una condición para alcanzar la paz; [...] uno abandona el estado de naturaleza y se hace un súbdito voluntario: por el temor a morir en un estado de guerra y, subsecuentemente, alcanzar un Estado de paz. 



Esto dará forma al Estado de Naturaleza, donde habitan las criaturas humanas antes de formar parte del Estado y, en tanto criaturas sin Estado, nos advierte Ricoeur (2005, p. 173) existirán unos con otros, esto es, en la “...estructura de la negación de reconocimiento que halla en la desconfianza su experiencia más cercana y, en la vanidad, su motivación más profunda”.* De aquí la razón del eterno suspenso de la guerra mientras no haya Estado la cual cesará sólo cuando se establezca el pacto. 


¿De qué clase será este pacto? Despótico.** Bobbio nos comenta que el libramiento del Estado de Naturaleza es análogo al de un pueblo siendo conquistado:


...el Estado surge de un pacto […] que tiene el objetivo de obtener la seguridad de la vida mediante la sumisión recíproca a un solo poder. En nada es diferente… [a lo] que se da entre el vencedor y el vencido. El vencedor tendrá el derecho de quitarle la vida al vencido, el cual para permanecer vivo renuncia a su libertad… [y en] su sumisión ofrece al vencedor sus servicios, es decir, le promete servirlo; el vencedor, por su parte, ofrece… su protección. Tanto en el pacto que da origen al Estado civil como en el que existe entre el vencedor y el vencido el bien supremo, al que se apega, en el primer caso, la voluntad de los individuos que intentan salir del Estado de Naturaleza, en el segundo, la voluntad del vencido, es la vida. (Bobbio, 2001, p.100)


El soberano tendrá un poder monolítico, jerárquico, absoluto, pues Hobbes considera que la división de poderes da el paso a la creación de un monstruo de tres cabezas, dirigiendo el Estado sin sincronía y fallando en cumplir la promesa de la paz, o, de otro modo, el cesamiento del conflicto. Esto último sólo será alcanzable cuando el ciudadano se someta completamente al soberano y abandone sus poderes (derechos, libertades, etc), que son siempre factores potenciales para el desequilibrio en tanto que amplían el campo de acción de lo que puede hacer el sujeto. Aquí, entonces, el desconocimiento de las propiedades del sujeto será una condición para alcanzar la paz; a partir de la comprensión de ese razonamiento se vuelve claro las razones de por qué uno abandona el estado de naturaleza y se hace un súbdito voluntario: por el temor a morir en un estado de guerra y, subsecuentemente, alcanzar un Estado de paz. 


Termina así el camino hacia el desconocimiento. Su infraestructura aquí será: la alteridad no es acogida sino hostilizada, pues entre más sean las libertades que se poseen, aumentará la dificultad para manejar el Estado y, de ahí, la imposibilidad para alcanzar la paz; entre sujetos, ambos nunca dejarán de reconocerse sólo como amenazas con poderes análogos para matarse. 


Avanzaré ahora con Honneth a través de los tres tipos de reconocimiento, cuya función es dar una confirmación completa —contrario a Hobbes, que buscaba la negación, sino completa, sí en gran parte significativa— del sujeto a partir de su constitución intersubjetiva. A medida que van siendo sustituidas las relaciones éticas por otras irá dándose una progresión mayor de la confirmación de estas tres dimensiones, cada una independiente de la otra.  




Con Honneth, el reconocimiento es posible sólo si hay premisas universales sobre la moralidad y que las normas que se establecen pasen por el acuerdo racional entre sujetos autónomos.



Mientras que en Hobbes el sujeto se desarrolla en soledad, con una tendencia natural a la ambición y un miedo a la muerte, obteniendo así una intuitiva desconfianza al otro, en Honneth el sujeto siempre está desarrollándose junto a otro. Comenzando en la dimensión afectiva, Honneth dará como el escenario paradigmático la relación madre-bebé, donde se desarrollará “la confianza en sí mismo” a partir de la confianza en el otro, ya que ambos se comprenderán interdependientes, esto es, sosteniéndose a sí mismos afectivamente y, de ahí, obteniendo la confianza en sí mismo para buscar la independencia de buscar proyectos de vida individuales. Por otro lado, aquí la interacción es conflictiva debido a la lucha por el reconocimiento, donde ambos demandan relaciones más complejas de dependencia-independencia: durante el crecimiento, se desafiará la independencia de la madre para saber si ella se subsume a la realidad del objeto manipulable por la hija o el hijo, o responde a una demanda de respeto; de manera similar, el bebé luchará por no someterse al control de la madre, pero también por demandar su continua relación afectiva; ambos, en fin, buscan la afectividad que viene de la dependencia, pero también desean el incremento continuo de su autonomía, esto es, de actuar libremente a donde deseen avanzar.


El paso al Estado, con Hobbes, se realizó para evadir el estado de guerra, abandonando así cualquier derecho. No obstante, con Honneth, el reconocimiento es posible sólo si hay premisas universales sobre la moralidad y que las normas que se establecen pasen por el acuerdo racional entre sujetos autónomos. De esta manera, el establecimiento del Estado es posible sólo si la persona posee poder participativo, es decir, derechos individuales que le permitan levantar demandas, por ejemplo, con respecto a las libertades que merece. Su justificación para esto es: como uno se encuentra siempre en el marco de las relaciones intersubjetivas, hay una lucha por el reconocimiento de poseer derechos individuales, donde se lucha por ese poder participativo; como los miembros de la comunidad forman parte del mismo marco social, tendrá que haber un reconocimiento recíproco donde los dos se vean con los mismos derechos y, por consecuencia, sometidos a una lógica de obligaciones.


Honneth establece ese nivel de complejidad relacional porque considera que uno es capaz de ser moralmente responsable; esto es, de manera autónoma, tomar decisiones racionales sobre asuntos morales, apegarse a ellos y, de ahí, establecer una lógica de las obligaciones. Por tanto, en la lucha por el reconocimiento, el sujeto es capaz de demandar el cumplimiento de sus derechos, pues, una vez establecidos en la constitución de la persona legal, también tiene la capacidad de reformular su conducta dentro del marco de la ley para cumplir con las obligaciones que estos derechos presuponen entre personas legales.  


[Los] adultos obtienen, a través de la experiencia del reconocimiento legal, la posibilidad de ver sus acciones como la expresión universalmente respetada de su propia autonomía. La idea del respeto hacia sí mismo está en las relaciones legales [….] ver los derechos como símbolos despersonalizados de respeto social […]. [Aquí] surge la forma de la conciencia en donde uno es capaz de respetarse a sí mismo porque uno merece el respeto de todos los demás. (Honneth, 1996, p. 118) ***


Esta experiencia, sin duda, es desconocida en Hobbes debido a su desconfianza de las capacidades morales del sujeto, manteniéndose así la aporía de la mutualidad sin reciprocidad, pues sus ciudadanos estarán siempre insatisfechos —esto es, en su reconocimiento—, viéndose así incapaces de cooperar, por ejemplo, en la meta hacia la paz. En Honneth, en cambio, para que se establezca la ley se exige la cooperación de los sujetos, alentando así la posibilidad siempre inmanente hacia mejores relaciones éticas.




La relación entre la comunalidad y la individualidad no ha de ser una paradoja irresoluble, sino una interacción dinámica; habrá de verlas mejor en la mesa redonda (o democrática) donde se da la discusión de la relación dialéctica entre el reconocimiento y el conflicto.



Pasando a la estima social, donde las habilidades que posee uno son reconocidas por otros sólo si entre ellos comparten ciertos valores y metas, y, además, en tanto tales habilidades —que hacen distinguir a uno como individuo— contribuyen al logro de éstas. Las habilidades se valoran dentro del marco cultural de acuerdo a su efectividad para promover valores y lograr metas sociales; ellas serán siempre medios para la trayectoria que desee tomar cierta comunidad histórica. Pero Honneth (1996) nos dice de la estima social: 


Su alcance social y la medida de su simetría entonces depende tanto del grado de pluralización del horizonte de valores definido socialmente y el carácter de los ideales de la personalidad que salen de ahí. Entre más concepciones de las metas éticas estén abiertos a diferentes valores y entre más los arreglos jerárquicos den paso a la competencia horizontal, será más claro que la estima social adquirirá un carácter individualizante y generará relaciones simétricas. (Honneth, 1996, p. 122)****


De esta manera, la retórica del Estado absolutista en Hobbes es rechazada por el modelo honnethsiano: si bien la estima proviene en parte de ser capaz de contribuir socialmente, por ejemplo, al alcance de la paz, la estima hacia sí mismo —esto es, la experiencia positiva de sí— se da de saberse poseedor de capacidades individuales que le hacen distinguirse y que poseen un valor social. Se trata de un tipo de respeto hacia sí mismo, necesario para las relaciones éticas, por lo que el Estado tendrá que promover el pluralismo de valores para que los individuos puedan desarrollar distintos modos de vida con distintas habilidades requeridas en cada uno.  


La lucha por el reconocimiento en el área de la estima de sí será el intento de las comunidades por promover un sistema de valores y metas que, contrario a la visión jerárquica en Hobbes, para que el reconocimiento de ese pluralismo sea posible, se requiere de un modelo horizontal donde la lucha transmute a ser el intento de la expansión de valores para incluir más habilidades que sean estimadas y, por tanto, más modos de vida distintos. Esto será posible con un modelo relacional de solidaridad: ahí cada miembro tiene una preocupación honesta de que se reconozca la estima social del otro porque, de ese reconocimiento recíproco, se promoverá una de las metas sociales, que es, la continua expansión de la pluralización de valores.


Terminando, en Hobbes hay un camino continuo hacia el desconocimiento, mientras que en Honneth el impulso es hacia el reconocimiento. Ambos buscan la mutualidad entre sujetos dispares; pero, mientras que Hobbes ve esa posibilidad en el dominio del sujeto para evadir el conflicto, con Honneth no se evade el conflicto, sino que es el motor para establecer mejores relaciones sociales que llevarán al reconocimiento mutuo. Honneth no niega la condición individual para que se logre la cooperación, sino que asume que la autonomía del sujeto siempre será una parte central en la discusión. Ignorar la necesidad por la autonomía hará que la lucha fructífera del reconocimiento torne en un estado de guerra donde la interacción sea imposible debido a que ninguno reconoce del otro su autonomía.***** Al final, la relación entre la comunalidad y la individualidad no ha de ser una paradoja irresoluble, sino una interacción dinámica; habrá de verlas mejor en la mesa redonda (o democrática) donde se da la discusión de la relación dialéctica entre el reconocimiento y el conflicto, es decir, en la lucha por el reconocimiento, que, como se vio al inicio, actúan en las relaciones éticas mostrando que el modelo de reconocimiento es insuficiente y, por ello, se remitirá de nuevo a la lucha como conductor hacia mejores modelos de reconocimiento donde se desea incrementar tanto la autonomía del sujeto como su participación intersubjetiva con los demás. 




*Esta formulación de “unos con otros” no se abandona en el Estado —pues el razonamiento de reciprocidad nunca es alcanzada en Hobbes, prevaleciendo como aporía en toda su teoría—, solamente que encuentra su versión más representativa en el estado de naturaleza al mostrar cómo desde ahí la mutualidad recíproca se vuelve inasequible. Pero de igual manera, tal expresión se traslada en los nacionalismos modernos de tipo totalitario o en la discriminación atemporal de las interacciónes degradativas entre un grupo u otro: expresado en el racismo, xenofobia, colonialismo, etc. 

**Bobbio nos dice que el despotismo es entendido aquí como “... la forma de dominio en la que el poder del príncipe sobre sus súbditos es de la misma naturaleza que el poder del amo sobre sus esclavos.” (2001, p. 100).

*** “...adult subjects acquire, via de experience of legal recognition, the possibility of seeing their actions as the universally respected expression of their own autonomy. The idea that self-respect is for legal recognition… [as] viewing their rights as depersonalized symbols of social respect…. [This] gives rise to the form of consciousness in which one is able to respect oneself because one deserves the respect of everyone else”.  La traducción es mía.

 ****“Their societal scope and the measure of their symmetry then depend on both the degree of pluralization of the socially defined value-horizon and the character of the personality ideals singled out there. The more conceptions of ethical goals are open to different values and the more their hierarchical arrangement gives way to horizontal  competition, the more clearly social steem will be able to take on an individualizing character and generate symmetrical relationships.” Por competencia horizontal estoy pensado que el establecimiento de la trayectoria que se realiza por un medio democrático, contrario al pacto con el soberano absoluto —vertical— en Hobbes. Cuando habla de simetría se trata de que cada persona tenga la posibilidad de ser reconocido debido a que las habilidades que posee sean valoradas como contribuyentes para la sociedad.

*****En la primera dimensión del reconocimiento, su autonomía para buscar su independencia para moverse y buscar proyectos particulares de vida; en el segundo, ser capaz de ser una persona moralmente responsable y tomar decisiones racionales sobre asuntos morales; en el tercero, de poder desarrollar un plan de vida y, aún con ello, desarrollar capacidades o habilidades que puedan ser valoradas en el mapa de la contribución de las metas sociales.




BIBLIOGRAFÍA


  • Bobbio, N. (2001). La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político. Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica.

  • Honneth, A. (1996). Struggle for Recognition: The Moral Grammar of Social conflicts. Massachusetts, United States: The MIT Press.

  • Ricoer, P. (2005). Caminos del Reconocimiento: Tres Estudios. España:Trotta. 




Axel Emiliano Sánchez es egresado de Filosfía de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.


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