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JOSÉ VASCONCELOS Y EL ATENEO DE LA JUVENTUD

  • Foto del escritor: Mario Meneses Candelaria
    Mario Meneses Candelaria
  • 23 abr
  • 9 Min. de lectura

La reforma burguesa en la educación mexicana



VASC, Collage. E. (2024)




El Ateneo de la Juventud, que reunió a poetas, filósofos, pintores, arquitectos, abogados y a una amplia gama de personalidades interesadas en promover la cultura, las humanidades y el arte en el país. Interés que se vio reflejado en la creación de la Universidad Popular Mexicana.




J. Vasconcelos y la herencia positivista


José Vasconcelos perteneció en su juventud a uno de los grupos intelectuales más famosos de principios del siglo XX en México: el Ateneo de la Juventud, que reunió a poetas, filósofos, pintores, arquitectos, abogados y a una amplia gama de personalidades interesadas en promover la cultura, las humanidades y el arte en el país. Interés que se vio reflejado en la creación de la Universidad Popular Mexicana. Este grupo, activo de 1909 a 1914 y en donde la mayoría de sus miembros fueron educados en la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), se empeñó en atacar las bases y fundamentos del positivismo que había marcado el pensamiento y la intelectualidad del siglo XIX mexicano, y criticó duramente las doctrinas de Auguste Comte y Herbert Spencer. Estas críticas, que provenían en gran parte de la visión de Antonio Caso filósofo, abogado y miembro del Ateneo  iban orientadas sobre todo a dos puntos fundamentales: 1) su concepción jerárquica de las disciplinas humanas, siendo las artes, la filosofía y las humanidades subordinadas a la ciencia como principio rector, y 2) la visión teleológica de la historia, que, según Comte, se puede representar como una línea progresiva que inicia en el estado teológico, pasa por el metafísico y termina con el positivo, donde el ser humano se habría emancipado de la naturaleza y de las pasiones y sería guiado únicamente por la razón. 


Tal fue el quiebre entre el positivismo mexicano del siglo XIX, representado principalmente por la figura de Gabino Barreda intelectual mexicano influenciado por las ideas de A. Comte al haber tenido la oportunidad de tomar sus cursos en París, Francia, y a quien Benito Juárez, en 1867, durante su cargo como presidente, le encargó una actualización de la educación media superior en México, tarea que cumplió con fervor, siendo pionero en la inclusión de la enseñanza del método científico y el Ateneo de la Juventud, sobre el que J. Vasconcelos dice al respecto: “Creo que nuestra generación tiene derecho de afirmar que debe a sí misma casi todo su adelanto; no es en la escuela donde hemos podido cultivar lo más alto de nuestro espíritu” (Rovira, 2010, p. 303). Sin embargo, a pesar de que la generación de Vasconcelos haya creído romper radicalmente con el positivismo, esto no fue del todo así: el pensamiento del Ateneo de la Juventud, aunque negó de manera explícita los postulados positivistas en su discurso, en su forma de entender el mundo siguió siendo heredero del positivismo. Esto se puede ver reflejado, por ejemplo, en la visión de Vasconcelos de la historia, donde ésta estaría dividida en tres estadios: el material o guerrero, el intelectual o político y el espiritual o estético. División similar a la doctrina de Comte, cuya principal diferencia reside en que uno pone a la ciencia como principio rector, mientras que el otro la sustituye por la estética. 


Si el positivismo es, como dice Thomas H. Huxley, “un catolicismo sin cristianismo” (Huxley, s.f), una secularización de las ideas católicas, el Ateneo de la Juventud, en general, y el pensamiento de Vasconcelos, en particular, son una continuación de estas ideas católicas secularizadas , con la diferencia de que niegan la omnipotencia de la ciencia y la razón como herramientas para explicar la realidad social. Por ejemplo, el origen de las principales ideas positivistas con respecto al desarrollo de la historia es el mismo catolicismo y no hay que olvidar como A. Comte fundó, en torno a su doctrina, la religión de la humanidad donde, en vez de adorar al padre, al hijo y al espíritu santo, se adoraba a la humanidad, la tierra y al destino. No en balde el lema de la UNAM, formulado por el mismo Vasconcelos, dice: “Por mi raza hablará el espíritu”. Frase a la que sólo le hace falta añadir “santo” para hacer totalmente claro su origen católico. 


El Ateneo de la Juventud como representante de una clase social 


Leopoldo Zea, en su texto El positivismo en México, publicado en 1986, plantea que la ideología del positivismo puede ser pensada como la ideología de la nueva burguesía nacida después de la revolución francesa de 1789. Esta clase social en ascenso requería de un pensamiento que justificara el poder político y económico que había alcanzado. Necesitaba de una filosofía que fuera capaz de hablar del carácter necesario de la revolución para el desarrollo de la historia y que, al mismo tiempo, no posibilitara la exaltación de las clases menos favorecidas, porque buscarían conquistar los mismos derechos que la burguesía acaparaba. Necesitaba orden y progreso. La burguesía francesa encontró esta ideología en el positivismo de Comte. Del mismo modo, la burguesía mexicana que había nacido después de la independencia en 1821 tenía la misma necesidad en el plano ideológico: “Ambas burguesías [la europea y la mexicana] buscaban el orden; el orden fue el ideal perseguido por ambas en distintas aunque semejantes circunstancias” (Zea, 1968, p. 50). El orden, concepto clave de la filosofía de Comte, se volvió, por medio del positivismo, justificador del orden social y económico prevaleciente del siglo XIX. 




Vasconcelos asegura que en Latinoamérica se dan las condiciones para que surja una quinta raza síntesis de las otras cuatro, con lo mejor de cada una y, por lo tanto, superior.



Gabino Barreda, al haber traído la doctrina positivista a México y traducido las principales obras de A. Comte al español, fue la pieza clave para este fin. Su reforma educativa en las preparatorias mexicanas puede ser pensada como una preparación de “la entonces joven burguesía mexicana para dirigir los destinos de la nación mexicana” (Zea, 1968, p. 47). Así, al haber sido los miembros del Ateneo de la Juventud educados en las escuelas preparatorias de Barreda, fueron herederos directos del pensamiento positivista y pueden ser considerados como esa clase “burguesa” expuesta por Zea, sólo que envejecida por los años y por la dictadura de Porfirio Díaz. 


Zea propone que el positivismo en México y en Europa era una ideología que representaba a cierta clase social, a una clase burguesa en ascendencia. Se puede pensar, del mismo modo, al Ateneo de la Juventud y a sus miembros incluido Vasconcelos como representantes de cierta clase social. ¿Cuál sería esta clase? Si la burguesía del siglo XIX en México estaba marcada por una situación colonial, donde la clase criolla —hijos de españoles nacidos en América quienes no tenían los mismos derechos que los ciudadanos españoles en el territorio del Imperio Español y eran considerados, por decirlo de algún modo, ciudadanos de segunda clase— seguía teniendo una visión fuertemente marcada por la cuestión racial, la superioridad y dependencia de las naciones europeas. La nueva burguesía nacida de la revolución mexicana de 1910 tenía la necesidad de independizarse de las naciones europeas y de exaltar la visión del mexicano, del mestizo  —por ejemplo, la visión de Vasconcelos de la raza en su libro La raza cósmica, donde propone que en el mundo existen cuatro razas principales, correspondientes cada una a un continente: Europa, África, América y Asia. Así mismo, Vasconcelos asegura que en Latinoamérica se dan las condiciones para que surja una quinta raza síntesis de las otras cuatro, con lo mejor de cada una y, por lo tanto, superior. Clara exaltación del mestizaje— para poder justificar su poderío. Es a esta nueva burguesía que nació siendo vieja a la que considero que pertenece José Vasconcelos y el Ateneo de la Juventud


J. Vasconcelos y la educación nacional


Si, por un lado, a Gabino Barreda le tocó educar a la élite mexicana que dirigía al país en la época de Benito Juárez y de Porfirio Díaz, por el otro, a Vasconcelos le correspondió modificar la educación a nivel nacional para los intereses de esa nueva burguesía nacida de la revolución. Quizá pueda parecer que el tamiz histórico bajo el que estamos juzgando a Vasconcelos sea desconsiderado con éste, pues al igual que Barreda estaba convencido de sus ideas y no veía en ellas propósitos ocultos o intereses particulares, Vasconcelos tampoco percibía en su reforma educativa un apoyo directo a la burguesía, aun cuando así haya sido. 


En su discurso de toma de posesión del cargo de rector de la Universidad Nacional de México en 1920 expresó lo siguiente: “En estos momentos yo no vengo a trabajar por la universidad, sino a pedir a la universidad que trabaje por el pueblo” (Vasconcelos, 1920, p. 64). Efectivamente, Vasconcelos cree honestamente que su misión es lograr que la universidad trabaje para el pueblo. Ve en el sistema educativo previo, en la educación del régimen porfirista, un sinpropósito que no sirve a los intereses de la recién revolucionada nación mexicana. La educación mexicana en 1920 está, para Vasconcelos, en un “periodo simiesco de sola imitación sin objeto, puesto que sin consultar nuestras necesidades los malos gobiernos las organizan [la educación][…] para que el extranjero se engañe mirándolas y no para que sirvan” (Vasconcelos, 1920, p. 62). Para Vasconcelos, era necesario revolucionar el sistema educativo mexicano igual que se revolucionó al país entero. 


Tal y como dice José Ocampos en su ensayo José Vasconcelos y la educación mexicana: “Vasconcelos tenía la convicción de que el principal problema en México es la educación para las nuevas generaciones” (Ocampos, 2005, p. 145). Toda su labor como educador se orientó bajo esa visión. Vasconcelos quería una educación que sirva a los propósitos de la nación mexicana y de sus ciudadanos, buscaba “una enseñanza que sirva para aumentar la capacidad productora de cada mano que trabaja y la potencia de cada cerebro que piensa” (Vasconcelos, 1920, p. 67). Y es ahí donde podemos notar el interés subyacente en las palabras de Vasconcelos y en la clase de la que es representante. Su reforma educativa buscaba el aumento de la capacidad productiva del trabajador mexicano, la creación de una clase obrera capacitada y especializada para la nueva industria mexicana, de tal modo que ésta ya no dependiera de las naciones europeas. En ese sentido, sus programas educativos tenían como propósito —quizá inconsciente e indirecto— la creación de una fuerza de trabajo barata y especializada. Vasconcelos, no hay que olvidarlo, sostuvo “una idea de Estado que permitiera el desarrollo individual […] un Estado social liberal” (Pérez, 2010, p. 323). Esto lo condujo a una posición acrítica con respecto al capitalismo y a exaltar la libertad individual como virtud principal, negando otras formas políticas y económicas que difieran de éste. 




En la extensa bibliografía sobre la vida y obra de Vasconcelos se le concede ser el fundador y promotor de muchos de estos programas, aunque conviene matizar. Muchas personas estuvieron detrás de éstos, y muchas son las que fueron y siguen siendo olvidadas.



Se puede entender la creación de los maestros misioneros, las escuelas normales rurales, las misiones culturales y la casa de los pueblos, las escuelas urbanas, las preparatorias y la educación técnica e industrial y comercial en el mandato de Vasconcelos —como ministro de la entonces recién reformada Secretaría de Instrucción Pública, hoy en día Secretaría de Educación Pública—, como subordinada a las necesidades del Estado mexicano y de la clase burguesa que lo dirigía, aún si en la inmediatez tiene un carácter de reforma social y un aumento en la calidad de vida del pueblo mexicano. 


Por otro lado, en la extensa bibliografía sobre la vida y obra de Vasconcelos se le concede ser el fundador y promotor de muchos de estos programas, aunque conviene matizar. Muchas personas estuvieron detrás de éstos, y muchas son las que fueron y siguen siendo olvidadas. Una de ellas es Elena Torres Cuéllar, revolucionaria y educadora mexicana, fundadora de la Escuela de Campesinos Libres ubicada en Cuautla, Morelos, predecesora inmediata de las misiones culturales y las escuelas normales rurales. Su nombre ha sido, en gran parte, borrado de la historia mexicana. Tal vez por haber pertenecido al Partido Comunista Mexicano. Elena también fue de las principales promotoras del programa que garantizaba un desayuno gratuito en las escuelas primarias del entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, para todo el alumnado (Cortés, 1993). 


Conclusiones


Vasconcelos es un personaje contradictorio, lleno de matices, de claroscuros. Su labor fue espectacular y marcó a toda una generación de educadores mexicanos, además de revolucionar de forma profunda las instituciones educativas mexicanas. Si bien sus reformas y programas sirvieron a los intereses de la recién formada burguesía mexicana, Vasconcelos nunca lo pensó ni concibió de este modo. Para él, su reforma educativa era una gran ópera de cambio social, como se refirió a ésta el poeta italiano de corte fascista Gabriele D’Annunzio, y buscaba activamente llevar al pueblo mexicano a una emancipación de los países del norte. Por lo anterior, resulta difícil catalogar la labor de Vasconcelos como pensador, educador y político. 


Es también lo doloroso del asunto. Con la revolución, México empezó por primera vez como nación a dejar de ser dependiente de las potencias europeas. Esto trajo consigo la necesidad de obreros especializados y la educación del pueblo. La educación popular fue el medio más efectivo para abastecerse de ellos. Por supuesto, esta burguesía era diferente a la que dominaba el país en la época de la dictadura de Porfirio Díaz, una que tenía la necesidad de enaltecer la mexicanidad, el mestizaje y el patriotismo nacional, una, quizá, menos represiva que la anterior. 


Por último, pareciera que el Ateneo de la Juventud, aunque luchó arduamente por zafarse del pensamiento positivista y predicó en su contra, no llegó del todo a emanciparse de éste. Digamos que lograron únicamente ser su negativo, como aquellos antiguos rollos fotográficos donde la luz es oscuridad y la oscuridad es luz: Vasconcelos es un claro ejemplo.




BIBLIOGRAFÍA


  • Cortes Ramírez, N. (2010). Elena Torres Cuellar: Revolucionaria, feminista y educadora mexicana (1893-1970). México: UNAM.

  • Ocampo López, J. (2005). José Vasconcelos y la educación mexicana, 139-159, Revista de Historia de la Educación Latinoamericana, vol. 7. 

  • Pérez de la Cruz, R. E. (2010). José Vasconcelos. México: UNAM. 

  • Rovira, M. del C. (2010). El Ateneo de la Juventud. México: UNAM.

  • Vasconcelos, J. (1920). Discurso con motivo de la toma de posesión del cargo de rector de la Universidad Nacional de México. México. 

  • Zea, L. (1968). El positivismo en México: Nacimiento, apogeo y decadencia. México: FCE. 




Mario Meneses Candelaria es estudiante de filosofía en la FFyL-UNAM.




Texto presentado por primera vez en la clase de Problemas de Historia de la Filosofía en México. 







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