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EN BUSCA DE NUEVAS FORMAS DE EXPERIMENTAR LA DIFERENCIA

  • Foto del escritor: Salvador Soria Alfaro
    Salvador Soria Alfaro
  • 9 jun
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: hace 6 horas


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DIFERENCIA, Collage, E. (2024)





El correlato que se desprendió de este pensamiento fue la caída del mito de la racionalidad central en la historia, la reivindicación de los dialectos locales, los cuales toman la palabra y, consecuentemente, la liberación de las diferencias.



Hablar de posmodernismo entraña una ontopolítica, entendida como el “reconocimiento que tienen los supuestos básicos en nuestras concepciones del mundo” (Arditi, 2000, p. 7). El correlato que se desprendió de este pensamiento fue la caída del mito de la racionalidad central en la historia, la reivindicación de los dialectos locales, los cuales toman la palabra y, consecuentemente, la liberación de las diferencias. (Vattimo, 2000)


Referirnos al reverso de la diferencia nos remite a la enantiodromía de Jung: “Todo extremo psicológico contiene secretamente su propio contrario o se halla a su respecto en una íntima y esencial relación” (Kejizer, 2016, p. 284). Pasar del esencialismo de la totalidad, que desconoce la especificidad de los diversos particularismos, al de las diferencias, que pretende ser autorreferencial (Arditi, 2000), anulando el juego de las diferencias que reivindica y fijando la identidad en la membresía que se le asigna a cada uno. (Gitlin, 2000)

 

Poseemos al menos dos vertientes para indagar en el reverso de la diferencia, aunque ambas sean indisociables: la manera en la que deberíamos experimentar la oscilación -nomadismo, arraigo dinámico- entre la pertenencia y el extrañamiento para que sea tal y no otra cosa: “el nomadismo tiende a convertirse en un ejercicio mental que finalmente procede a convertir al 'apoltronado o viajero de sofá en un formidable jugador” (Denson, 2000, p. 118); y, por el otro lado, la manera en la que estas racionalidades locales exigen el derecho a ser diferentes, entronizándose autorreferencialmente, negando el juego de las diferencias ajenas a la vez que reivindican las propias. Nos centraremos en este último, en el giro que ha tomado la reivindicación de las diferencias en la conformación de racionalidades locales que se pretenden cerradas, autorreferenciales. (Arditi, 2000)




Cualquier crítica, "intromisión", hibridación, de un grupo sobre otro será vista como una afrenta directa a su identidad.



En su artículo titulado Posmoderno ¿Una sociedad transparente?, Vattimo habla sobre la caída del mito de la racionalidad unitaria, teleológica, racional y progresiva; la conclusión de algunos de los aspectos de la modernidad. Señala a los mass media como determinantes en este proceso, ya que dan voz, visibilidad, a diversos modos de vida, silenciados hasta ese momento. Pronostica que esta nueva forma de experimentar la realidad -construida en el entrelazamiento de las múltiples imágenes, interpretaciones y reconstrucciones que hacen los mass media-, este «caos» relativo, encarna nuestras esperanzas de emancipación (Vattimo, 2000, p. 17). Argumenta que al estar en contacto con otras racionalidades, existe la posibilidad emancipatoria de concientizarnos sobre la “contingencia, historicidad y limitación de todos estos sistemas, empezando por el mío” (Vattimo, 2000, p. 21). El panorama es otro. Parafraseando a Lipovetsky, diríamos que el individuo posmoderno es el militante de su propia persona y de su propia tribu (Lipovetsky, 2000). “El reconocimiento de la alteridad no siempre implica una disposición a comprometerse con esa otredad” (Arditi, 2000, p. 108). Cabría preguntarse por qué Vattimo ve en la oscilación la emancipación. Además, al hacer hincapié en la posibilidad, referimos la contingencia de este resultado: “el hecho de que uno deba luchar quiere decir que no existe una conexión lógica entre la crítica de la metafísica de la presencia y el imperativo ético” (Arditi, 2000, p. 112):


Una vez que aceptamos que el sujeto es incompleto por definición y que la multiplicación de imágenes socava la idea de una realidad única, la emancipación, la desesperación y la indiferencia quedan en pie de igualdad. Si la emancipación es más bien una posibilidad que un destino, entonces es preciso transformarla en una esperanza activa. (Arditi, 2000, p. 112)





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PH. Collage, E. (2025).




¿De qué manera entendemos los valores y las diferencias? “Como en un sistema saussureano, cada identidad es lo que es solo a través de sus diferencias con todas las otras” (Laclau, 2000, p. 130). Los valores poseen de facto un valor negativo; no es sino hasta que entran en relación con otros que adquieren valor. Todo valor es relacional y diferencial. Las racionalidades locales niegan este principio, construyendo el mito, tácita o explícitamente de su autorreferencialidad, lo cual dificulta la hibridación y el nomadismo: “Una mera afirmación de la particularidad puede desembocar también en el endurecimiento de las fronteras entre dialectos, lo que a su vez socava las articulaciones políticas transculturales entre ellos” (Arditi, 2000, p. 108). Caen en esencialismos al afirmar que existe una identidad. Esencia de lo que es ser mujer, indígena, judío, que es única, inteligible y discernible de las otras. Y ello lo extrapolan a toda su vida: confundir el todo con las partes; en términos de Laclau, confundir al agente concreto con la posición de sujeto; siendo que el primero es más que sólo el segundo (Laclau y Mouffe, 2004). Pero si todos los sujetos son diferentes, necesitamos un universal, aunque sea vacío, que los mantenga (Laclau, 2000, p. 136): “La afirmación de la propia particularidad requiere apelar a algo que la trasciende. Cuanto más particular es un grupo, menos le será posible controlar el terreno comunitario en el que él opera, y más universal tendrá que ser la justificación de sus reclamos”. (Laclau, 2000, p. 126)


Esta “confusión” que se presenta como cierre de las identidades se ha visto reflejada en la administración pública, opinión pública y universidades; se ha conocido con el nombre de política de la identidad, que abarca, entre otras cosas, la corrección política, cuotas de participación para grupos periféricos, marginados históricamente. Esta política da su visto bueno afirmando la identidad intrínseca de estas racionalidades, creando politics of identity orientadas a estas determinaciones de sexo, raza, género, u otras. (Todd Gitlin, 2000, p.68)


Estos grupos hicieron una genuflexión a la especificidad histórica para después convertir la anatomía en destino una vez más (Gitlin, 2000, p. 60), dogma que circunscribe la identidad al grupo identitario al que se pertenezca, en última instancia, fenotípicamente. El giro de esta diferencia ha sido la exigencia al derecho de ser diferente -rasgo distintivo de nuestra época-. Cualquier crítica, "intromisión", hibridación, de un grupo sobre otro será vista como una afrenta directa a su identidad.




El desconocimiento de los efectos que tendrá la reivindicación de las diferencias es incierto, indeterminable; ese es el reverso de la diferencia.



Por otra parte, si todas las diferencias son igual de válidas, ¿cuáles son las que permitimos como sociedad y cuáles denostaremos? ¿Cómo escogeremos las diferencias plausibles rechazando las que atentan con nuestro propio sistema? ¿Es válido impedir el derecho al aborto a la vez que los usos y costumbres de diversas racionalidades locales atentan con los valores occidentales? ¿Quién tiene y quién no derecho a la libertad de expresión? Un principio básico, aplicado a otros sistemas como el político, es aceptar como válidas las diferencias que no atenten contra el propio sistema de diferencias, que no busquen anular las diferencias ajenas en beneficio de las propias, aunque es lo suficientemente ambiguo como para pasar sobre él. 




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SUBJETIVIDAD, Collage, E. (2025).





Con recursos escasos en la administración pública y tiempo limitado de aparición en los medios de comunicación, es inevitable que algunas racionalidades sobresalgan. Una vez en el ojo público, "todo el mundo sabe lo difícil que es predecir la suerte de los reclamos por derechos una vez que comienzan a rodar los dados de las guerras de interpretaciones en el sistema judicial o en el discurso del sentido común de la opinión pública" (Arditi, 2000, p. 114). En síntesis, el desconocimiento de los efectos que tendrá la reivindicación de las diferencias es incierto, indeterminable; ese es el reverso de la diferencia, que aún no ha sido lo suficientemente problematizado.


Ciñéndonos a la ontopolítica afundacional y constructivista de Nietzsche, no podemos olvidar la contingencia. Situar al proyecto “emancipatorio” de la diferencia en el “haremos performativo” distinguiéndolo del “debemos normativo” (Arditi, 2000, p. 112). "Justamente porque no existe tal referente, la emancipación no puede ser más que uno de los posibles resultados de la oscilación (Arditi, 2000, p. 111), entre la pertenencia, que se puede autoerigir en autorreferencial, y el extrañamiento, con racionalidades ajenas a la propia. No podemos deducir los vericuetos por los que transitará esta reivindicación de la diferencia. Lo que sí podemos hacer es problematizar sobre ello, derrocando de paso la falsa idea de la autorreferencialidad que impide que agentes externos al grupo lo critiquen, propugnando por nuevas formas de experimentar la oscilación, el nomadismo, cuya meta es “hacernos capaces de recibir esta experiencia de oscilación del mundo posmoderno como chance de un nuevo modo de ser (quizás, al fin) humano” (Vattimo, 2000, p. 22); emanciparnos y experimentar el “ejercicio en mortalidad” no como desesperación o indiferencia, sino como emancipación (Arditi, 2000, p. 112). Para eso es necesario articular discursivamente un mito movilizador de la emancipación como una recompensa al final del arco iris (Arditi, 2000, p. 112), pero ese es otro tema.




BIBLIOGRAFÍA 

  • Arditi, B. (ed.) (2000). El reverso de la diferencia. Caracas: Nueva Sociedad. 

  • Arditi, B. (2010). El reverso de la diferencia. En B. Arditi (Ed). La política en los bordes del liberalismo. Diferencia, populismo, revolución, emancipación. (pp. 39-74). Barcelona: Gedisa.

  • De Keijzer, B. (2016). Sé que debo parar, pero no sé cómo: Abordajes teóricos en torno a los hombres, la salud y el cambio, en Sexualidad, Salud y Sociedad. Número 22, 278-300. https://doi.org/10.1590/1984-6487.sess.2016.22.12.a

  • Gianni V. (2000). Posmoderno: ¿Una sociedad transparente? En B. Arditi (Ed.). El reverso de la diferencia. (pp. 15-22). Caracas: Nueva Sociedad.

  • Laclau, E., Mouffe, C. (2004). Hegemonía y estrategia socialista. México: FCE. 

  • Todd G. (2000). El auge de la política de la identidad: Un examen y una crítica. En B. Arditi (Ed.). El reverso de la diferencia. (pp. 59-68). Caracas: Nueva Sociedad.

  • Roger D. (2000). Un perpetuo regreso al inicio: El nomadismo en la recepción crítica del arte”. En B. Arditi. (Ed.). El reverso de la diferencia. (pp. 47-54). Caracas: Nueva Sociedad.




Salvador Soria Alfaro es estudiante de filosofía abocado a Lacan y el estructuralismo. 


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