IZQUIERDAS MEXICANAS EN EL SIGLO XXI: ENTREVISTA A ADELA CEDILLO
- Filos Crítica

- 19 jun
- 14 Min. de lectura
Actualizado: 11 sept

CEDILLO, Collage. E. (2024)
En el año 2013, se entrevistó a Adela Cedillo, licenciada en Historia y maestra en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Entre sus escritos aborda temas como la historia del neozapatismo, los movimientos revolucionarios y los derechos humanos durante la Guerra Fría en México. A continuación, compartimos los momentos más relevantes de dicha entrevista.
La izquierda mexicana en el presente es producto de una historia que deberíamos poner en perspectiva, ya que solemos tener una visión muy presentista.
Las izquierdas cambian en función de los procesos que enfrentan o logran crear, de modo que también se modifica la forma de concebirlas y estudiarlas. Como primer punto de esta entrevista queremos que nos platique: ¿cómo define la izquierda o las izquierdas de hoy y qué particularidades encuentra en el caso del México presente?
Como lo señalas, la izquierda es una fuerza política muy dinámica que, desde sus lejanos orígenes en el siglo XVIII hasta el presente, ha estado sujeta a constantes transformaciones. En esta geometría política de izquierda y derecha que surgió con la modernidad, visualizo a la izquierda como un campo que no es homogéneo, sino complejo y diverso, lo cual dificulta una definición unívoca. Sin embargo, hay rasgos centrales para definir una fuerza política de izquierda, como la lucha por derechos sociales y colectivos bajo principios de igualdad, democracia y justicia social.
La izquierda mexicana en el presente es producto de una historia que deberíamos poner en perspectiva, ya que solemos tener una visión muy presentista. En el siglo XIX la izquierda fue muy pequeña y marginal, así que tendríamos que remontarnos al XX, cuando ésta cobra importancia y se convierte en una fuerza eminentemente revolucionaria. Esta izquierda surgió durante la Revolución, con la participación de pequeños grupos anarquistas, comunistas y socialistas, mismos que darían origen al Partido Comunista Mexicano (PCM) en 1919, el cual se propuso radicalizar la Revolución Mexicana para encaminarla hacia el socialismo.
A lo largo de su historia, la izquierda tuvo diferentes plataformas y programas y, en la segunda mitad del siglo XX, la partidista (comunista, socialista y trotskista) tuvo una presencia importante, pero con el paso del tiempo se volvió más socialdemócrata. Es muy interesante la historia del PCM, de cuyos reductos nadie imaginó que surgiría un partido como el de la Revolución Democrática (PRD); fue un proceso impredecible. Tenemos también una izquierda surgida durante la Guerra Fría, mucho más radical, que incluso se planteó la lucha armada como medio para tomar el poder, pero que no logró hegemonizar el campo político. Asimismo, hubo otra independiente, social, fundamentalmente socialista, pero que no pasó a la lucha armada. El anarquismo no estaba de moda, era marginal, y el liberalismo y el nacionalismo eran vistos con suspicacia, como algo propio de la derecha y los moderados. El socialismo y el comunismo perdieron completamente su centralidad con el colapso del bloque soviético, el fin de la Guerra Fría, etc.
La izquierda contemporánea es producto de todas estas fuerzas y sus reacomodos. En el presente nos ha costado trabajo resignificarla, ya que el socialismo y el comunismo, tan fuertes ideológicamente, se fueron para abajo. El anarquismo resucitó milagrosamente y ahora su influencia es muy determinante en algunos sectores de la juventud.
A fines del siglo XX, el liberalismo de izquierda se amalgamó con la socialdemocracia para formar un híbrido muy extraño, en el que la segunda perdió su identidad y se hizo más neoliberal. Este fenómeno, que no entiendo muy bien, se considera representativo de la izquierda partidista. Digo híbrido no de modo peyorativo, sino atendiendo al hecho de que si el movimiento de Andrés Manuel López Obrador hubiera surgido durante la Guerra Fría, difícilmente se hubiera dicho que era de izquierda, porque no es socialista. En el presente, en cambio, dentro de las fuerzas electorales, el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) probablemente es el que está más a la izquierda.
Existen organizaciones como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el cual es una fuerza política muy importante que, aunque tiene un origen socialista, se desmarcó de éste y proclamó la autonomía y la autogestión, pero sin un corpus ideológico muy definido. Por otra parte, en la actualidad hay una izquierda que es heredera de las guerrillas de los setenta y que mantiene los mismos discursos y prácticas.
Hay que ver esta pluralidad de la izquierda contemporánea y sus raíces, ya que no es totalmente novedosa o renovada; tiene muchos ecos de los setenta y, desde luego, ha evolucionado en la discusión teórica y en la práctica, pero aún no tiene forma. Todavía no hemos llegado a un proceso de consolidación que nos permita hacer delimitaciones precisas.
Como cualquier proceso histórico, el actuar de las izquierdas del siglo pasado está sujeto permanentemente a debate, y uno de los principales temas de discusión es el de los llamados errores o aciertos. En la siguiente pregunta, queremos concentrarnos en los sucesos que generan el sentimiento de haber salido mal, sobre todo de los setenta del siglo pasado a la fecha. Así pues, en cuanto a errores y derrotas de las izquierdas de ese periodo, ¿cuáles cree que persisten y, si es el caso, cómo pueden solucionarse?
Han sido muchos los errores y las derrotas; sin embargo, hay dos factores omnipresentes. Por un lado, la capacidad del Estado para exterminar, reprimir, desarticular, incluso cooptar a las izquierdas; por otra, la incapacidad de éstas para hegemonizar el campo político con el apoyo de las masas.
Respecto a la incapacidad de la izquierda, hay que criticar la influencia de un marxismo mal asimilado y peor ejecutado. Se trataba de un marxismo vulgarizado o que no se comprendía a cabalidad; se partía de interpretaciones muy rudimentarias, sobre todo en lo que concierne al sujeto político.
Respecto a la primera, la izquierda no ha sabido cómo reaccionar ante la represión. Aunque hay casos aislados donde la gente supo qué hacer en un escenario de posrepresión, la mayoría de las veces no se habían preparado para ella, a pesar de que ésta se anticipaba. Para decirlo en términos coloquiales: no tenían un plan B, lo cual perjudicó a muchos movimientos. Si no hay una estrategia contra la represión, para el Estado siempre será como un juego de niños desbaratar los movimientos sociales; lleva siglos haciéndolo.
Respecto a la incapacidad de la izquierda, hay que criticar la influencia de un marxismo mal asimilado y peor ejecutado. Se trataba de un marxismo vulgarizado o que no se comprendía a cabalidad; se partía de interpretaciones muy rudimentarias, sobre todo en lo que concierne al sujeto político. Por ejemplo, se pensaba que cualquier obrero, por el hecho de serlo, ya tenía un potencial revolucionario, o que cualquier persona pobre iba a atender un llamado a la movilización. Incluso en la actualidad es una idea muy arraigada pensar que, como la mayoría del pueblo mexicano es pobre, la rebelión o el estallido social de todos tan temido puede estar a la vuelta de la esquina, cuando de ninguna manera es así. A las izquierdas les ha faltado visión sobre cómo se construye una mayoría política; es un proceso muy complejo que entraña un esfuerzo a largo plazo: se tiene que politizar a la gente y organizarla en redes, prepararla para un escenario de represión, para situaciones de coyuntura y para una lucha de largo aliento; eso es un proceso que toma décadas y que, salvo el EZLN y algunas organizaciones campesinas, nadie está llevando a cabo.
El objetivo central de las izquierdas debería ser construir una mayoría o fuerza política que, sin ser mayoría, tenga gran incidencia. Tal es el caso del EZLN: sin haber dominado numéricamente en Chiapas, es una fuerza política con el peso de una mayoría virtual; eso es algo que nadie había logrado antes.
Algunos de los problemas históricos de la izquierda son el sectarismo y el dogmatismo; esto impide que haya unidad en la acción o un programa donde todas las izquierdas puedan coincidir. Al contrario, se parte de que las diferencias son irreconciliables entre radicales y reformistas; hay una descalificación apriorística no sólo por cuestiones políticas, sino por otras más subjetivas o muy personales, las cuales se anteponen a la búsqueda de una agenda común o un objetivo superior.
Un ejemplo de lo anterior es el EZLN, que tuvo disposición para dialogar con el gobierno, pero que se muestra inflexible para negociar con una organización como MO. Consideran que pueden presionar al gobierno por sí solos, pero no creen que puedan llegar a ningún acuerdo con las fuerzas del campo de la izquierda. Es muy sintomática la incapacidad de las izquierdas para dialogar entre ellas y ponerse de acuerdo.
De hecho, ninguna fuerza de este campo ha entendido que, por sí sola, no va a lograr nada. Quizá ni siquiera juntándose lograrían su objetivo. Y esto es lamentable, porque todas tienen más o menos claro que los enemigos son el neoliberalismo, las corporaciones y los grupos financieros internacionales, y que el objetivo debe ser que la ciudadanía tenga el control sobre éstos y no a la inversa.
El único escenario posible de victoria es que se junten todas las fuerzas de izquierda en una coyuntura estratégica y que soliciten el apoyo internacional. Sólo así podremos tener una perspectiva de cambio en México. Ya vimos lo que es capaz de lograr cada organización por separado; ninguna tiene en suficiencia ni los aliados, ni las masas, ni el apoyo internacional.
Mirando el plano nacional en el corto, mediano y largo plazo, ¿cuáles son para usted los principales desafíos de las izquierdas mexicanas de hoy y cuáles considera las estrategias más importantes que éstas han planteado para enfrentarlos?
El diagnóstico es claro; lo que no es tan claro es el pronóstico. Las diferentes izquierdas rechazan la política económica neoliberal y están a favor de la democracia. Aunque todas tengan diferentes perspectivas y matices, coinciden en respaldar los derechos de la mujer, las minorías y los indígenas. En este sentido, hay un acuerdo tácito, pero las estrategias y tácticas las dividen totalmente. El problema, entonces, es qué tan dispuestas están para hacer a un lado sus diferencias y plantear una estrategia colectiva.
Mientras las izquierdas no se planteen a sí mismas una recomposición en lo ideológico, lo orgánico, lo programático y lo pragmático, no van a poder llegar a ningún lado.
Por otra parte, las izquierdas no tienen el camino fácil. Hay desinterés y rechazo emocional hacia ellas porque se les identifica con los desprestigiados PRD y Partido del Trabajo (PT), o bien, porque sufren un linchamiento mediático y son estigmatizados como “revoltosos”, “provocadores” y “violentos”.
Mientras las izquierdas no se planteen a sí mismas una recomposición en lo ideológico, lo orgánico, lo programático y lo pragmático, no van a poder llegar a ningún lado. En muchos casos en que se ha logrado aglutinar un movimiento de masas, las divisiones internas y los sectarismos muestran cómo los grupos de izquierda anteponen su propio crecimiento, sus ideologías y sus posiciones políticas al interés superior de obtener una victoria popular. En su soberbia creen que ellos, por sí solos, la van a lograr, pero en los hechos desbaratan los esfuerzos colectivos.
Son errores estratégicos, de visión, que parten de esta confusión y marasmo ideológico en el que estamos sumergidos, porque no ha habido un esfuerzo significativo por dar una discusión teórica de fondo y porque los diferentes intentos por conectar las distintas fuerzas de izquierda siempre se topan con pared, pues nadie está dispuesto a ceder; no hay madurez.
La idea de liderazgo causa mucho conflicto en las izquierdas por la influencia del pensamiento posmoderno horizontalista. Se ha malinterpretado; no se ha entendido la necesidad de los líderes en cualquier proceso organizativo.
No tengo más sugerencias para las izquierdas sobre cómo superar estos escollos. La magnitud de los retos es muy grande. El neoliberalismo es una política económica que se debería de abandonar inmediatamente para poder rescatar lo que queda del país; sin embargo, el gobierno de Peña Nieto está ahondando en ella con las llamadas “reformas estructurales”. La izquierda no tiene un programa para hacer frente a eso, no tiene una intención de unidad ni está preparando a la gente para afrontar este tipo de embates.
Pasemos al tema de la formación. Los grupos de élite del capitalismo y otros sectores antidemocráticos a nivel mundial han creado una eficiente red de instituciones que forman y educan profesionales como militares, políticos y empresarios, entre otros. Todos ellos se encuentran altamente capacitados y dotados de recursos para imponer sus intereses. En el caso de las izquierdas, la formación parece limitarse a la experiencia y a un adoctrinamiento intermitente, a pesar de que en muchas de ellas hay recursos para hacerlo mejor. Debido a esta circunstancia, da la impresión de que se espera más del ingenio de sus integrantes que de su capacitación. Al respecto, ¿qué se puede hacer para mejorar la formación práctica y teórica de las izquierdas mexicanas y cómo llevarla a cabo?
Como parte del rechazo emocional hacia el socialismo y el comunismo de los setenta, se abortó la idea de la formación de cuadros y de la militancia de tiempo completo; dos errores que me parecen crasos, pues “se tiró el agua con todo y niño”, como se dice coloquialmente. Son dos cosas centrales cuando se quiere construir un movimiento político, social, de izquierda; no se puede prescindir de la formación de cuadros ni de liderazgos.
La idea de liderazgo causa mucho conflicto en las izquierdas por la influencia del pensamiento posmoderno horizontalista. Se ha malinterpretado; no se ha entendido la necesidad de los líderes en cualquier proceso organizativo. Aunque se ostente la retórica de los liderazgos colectivos, la formación de cuadros medios y altos es el ABC de cómo organizarse, pues tenemos que atender las condiciones específicas de la gente, y la gente está atenida a los líderes. No se puede partir de una población hipotética que va a actuar autónomamente, sino de lo que se tiene. Se necesita gente capacitada, cuyo discurso inspire y resuene, pero eso no lo tenemos.
Desgraciadamente, las izquierdas han renunciado a formar cuadros. Dejan que la gente se forme por sí misma; piensan que las ideas están flotando en el aire y se van a meter solitas en sus cabezas. Me parece un despropósito que ninguna fuerza de izquierda esté planteando seriamente formar cuadros, por esta concepción tan errónea de que no hay que dar línea u homogeneizar.
Existe un antiintelectualismo que le ha hecho mucho daño a las izquierdas. Se percibe una gran desconfianza hacia todo lo que huela a intelectual o académico, o hacia aquellos que tienen más conocimientos que los militantes o las organizaciones.
Es indispensable relanzar lo que hacía la izquierda en los setenta: las escuelas de formación de cuadros. Porque hay círculos de estudio, pero se caracterizan por una gran inconstancia de los asistentes, falta de formalidad y compromiso.
Hay un gran contraste entre la izquierda de los setenta, que era muy disciplinada, sacrificada y abnegada, y la contemporánea, que ha sucumbido a la ideología liberal-individualista. Es una izquierda muy celosa de su tiempo libre, que tiene una participación intermitente, pero que no está dispuesta a una militancia de tiempo completo.
Mientras no tengamos cuadros medios, intelectuales orgánicos, militancia de tiempo completo, no podremos echar a andar ningún proyecto a largo plazo que funcione.
¿Qué se puede hacer para solucionar este problema? Tendríamos que encontrar a gente que esté muy dispuesta, y difícilmente la hay; además, existe un antiintelectualismo que le ha hecho mucho daño a las izquierdas. Se percibe una gran desconfianza hacia todo lo que huela a intelectual o académico, o hacia aquellos que tienen más conocimientos que los militantes o las organizaciones, porque hay un empirismo muy fuerte en éstas; basan su fuerza en su experiencia y piensan que ésta suple el conocimiento, y así no funciona.
Hay que identificar que hemos cometido un error al no formar cuadros, al no atribuir la importancia debida a dar un debate teórico a profundidad. No sólo un debate interno, pues también nos ha hecho mucha falta un diálogo con el exterior. Si algo tienen las izquierdas mexicanas es que son muy localistas; como caballos con anteojeras, sólo ven al interior de México, a pesar de que los principales problemas que enfrentamos tienen un carácter global.
Pasemos a la última pregunta. Para comprender las izquierdas mexicanas de hoy, debemos pensar históricamente, pero también es necesario hacerlo en términos prácticos para enfrentar los problemas actuales. Los siguientes son algunos de los que nos parecen más relevantes: 1) la corrupción, 2) la unidad, 3) la transformación vía reformista o revolucionaria, 4) el uso de la violencia o el pacifismo, 5) la toma del poder institucional o la organización alterna al Estado. Para concluir esta entrevista y pensando en los problemas que hemos destacado o en otros de su preferencia, ¿cuál o cuáles le gustaría abordar?
Me gustaría hablar de la vía reformista o revolucionaria, aunque todos los problemas están relacionados. Es un debate que ha confrontado históricamente a las izquierdas, a partir del cual se definen la posición moderada o institucional y la radical o armada.
El año pasado, cuando se vivió el auge del movimiento #YoSoy132, se mencionó frecuentemente la palabra revolución. Nos preguntamos: ¿qué es la revolución en el siglo xxi? Al respecto hay un consenso sobre hacer una revolución ciudadana y pacífica; hay mucho miedo a un lenguaje radical y vivimos en una sociedad profundamente violenta, donde hay un grave deterioro de las condiciones de vida y de la seguridad de la población. Esto produce un rechazo emocional a la violencia.
Las experiencias de la izquierda armada tampoco han sido muy afortunadas. El último episodio de gran magnitud fue en los setenta, con una treintena de organizaciones armadas que intentaron tomar el poder del Estado y fueron exterminadas despiadadamente.
No es factible decir a las nuevas generaciones que la lucha armada es viable y que se puede armar a la población para que tome el poder. Es un camino difícil, porque si no se tiene una población que responda en momentos de coyuntura social pacífica, ¿cómo la vamos a convocar hacia un proyecto armado?
Cuando no se tiene la capacidad de conseguir victorias en el terreno social, así sean en el puro terreno organizativo, no se puede impulsar una agenda más radical. Ésa es mi crítica a muchos grupos anarquistas con tácticas insurreccionales, de acción directa extrema; son prácticas que no se ajustan al nivel político de la población.
El EZLN influyó mucho en el rechazo a la toma del poder, y es una cuestión que se tiene que analizar a fondo, porque si no tomamos el poder del Estado, no podemos contener el poder de las corporaciones multinacionales, que vienen a saquear al país, a causar perjuicios y a imponer sus leyes de mercado, entre otras muchas cosas.
Claro que las minorías políticas son muy importantes, han sido muy activas y han logrado cosas, pero pueden lograr más si tienen el apoyo de las masas, y creo que eso es algo que se ha subestimado mucho. Sin este apoyo, no puede haber una transformación de fondo. Ahora, ¿dónde están las masas en México? Están divididas políticamente. Tú ves un sector de la población que claramente está con el Partido Revolucionario Institucional (PRI); a uno le parece inexplicable que las personas pobres estén con ellos, pero para muchos es el único instrumento de gestión de sus necesidades más básicas.
Como tendemos a interpretar erróneamente al Estado sólo a través de su carácter represivo, no vemos esta otra parte, donde el gobierno es capaz de construir un consenso entre la población a través del clientelismo o de hacer pasar derechos como privilegios, algo muy común en la cultura política mexicana. Si un político te gestiona una casa o un terreno, piensas que te está haciendo un favor, cuando en realidad está cumpliendo con sus obligaciones como funcionario público. La falta de cultura política de la población propicia que esté bajo el dominio de los grupos de derecha más mafiosa.
Sería muy irresponsable llamar a la violencia en este momento. Es difícil decirlo porque hay muchas cosas que explicar al respecto, pero la magnitud de nuestros problemas es tal, que quizá ni con veinte revoluciones terminaríamos de resolverlos, porque son problemas estructurales.
No soy nadie para descartar la vía armada, pero ésta depende de las condiciones de desarrollo del movimiento social. No es algo que se pueda decidir a voluntad; no se puede escoger el momento adecuado para convocar al asalto, sino que hay que ver el movimiento en su estado concreto y no en uno imaginario o como nos gustaría que fuera, como hicieron en los setenta los guerrilleros.
Respecto a la otra discusión, el EZLN influyó mucho en el rechazo a la toma del poder, y es una cuestión que se tiene que analizar a fondo, porque si no tomamos el poder del Estado, no podemos contener el poder de las corporaciones multinacionales, que vienen a saquear al país, a causar perjuicios y a imponer sus leyes de mercado, entre otras muchas cosas.
No tengo duda de que para hacer un cambio en la política económica y la lucha contra el neoliberalismo y los organismos financieros monetaristas, se tiene que tomar el poder; eso no debería ni estar a discusión. Empero, hay gente que tiene la idea romántica y fantasiosa de que haciendo grupos autogestivos, huertas orgánicas y buscando el comercio justo, lograrán salirse de la lógica capitalista, y no es cierto. Tenemos que ser un poco pragmáticos y aterrizar porque, efectivamente, ésas son formas en que se puede tener un poco de autonomía grupal o personal, pero no resuelven los problemas estructurales del capitalismo. Ese debate se tiene que impulsar con fuerza.
El Centro de Documentación y Difusión de Filosofía Crítica o Filos Crítica es una organización marxista, política y académica compuesta por jóvenes de diversos universitarios.
El presente fragmento de entrevista forma parte del libro Izquierdas Mexicanas en el siglo XXI (problemas y perspectivas) coordinado y publicado en el año 2013 por el Centro de Documentación y Difusión de Filosofía Crítica (CDyDFC), con el auspicio del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM) y la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.
Consúltalo de manera gratuita aquí





Comentarios