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DESTEJER EL PENSAMIENTO CRÍTICO

  • Foto del escritor: Erick G. Ramos
    Erick G. Ramos
  • 10 mar
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 22 may


Salir de sus lugares comunes



Nautilus, Collage. E. (2024)





El pensamiento crítico nos permite destejer los componentes de algo, para comprenderlo desde la complejidad de sus distintas dimensiones.




¿Qué entendemos por pensamiento crítico? ¿Qué obviamos e ignoramos al hablar de pensamiento crítico


Al escribir la categoría en el buscador de Google, YouTube y diversas redes sociodigitales, los resultados arrojados versan sobre lo siguiente: “¿Cómo desarrollar pensamiento crítico?”, “Esta herramienta te ayudará a desarrollar tu pensamiento crítico”, “El pensamiento crítico en el ámbito laboral”, “Pensamiento crítico y su importancia en tu formación”. En contenido audiovisual en español resaltan una TED Talk titulada: “Sin pensamiento crítico no eres nadie” por Pablo Pérez-Paetow y una charla del influencer y empresario Diego Ruzzarin: “Re-aprendiendo a pensar”. En redes sociodigitales se encuentran varias cuentas cuyo eje central es este tema; algunas van de compartir frases aleatorias de pensadores e intelectuales y otras son organizaciones con fines educativos o empresariales que «difunden o enseñan el pensamiento crítico» por medio de cursos y conferencias. 


Al realizar una lectura, observación y escucha detallada de estos resultados es notorio que existen bastantes posturas sobre el planteamiento de la definición de la categoría: «pensar críticamente» es decir lo mismo que «pensar», pues todo pensamiento requiere de un proceso de análisis, simple o complejo; es lo que nos hace humanos y nos separa de las máquinas; es aprender a debatir; es un conjunto de habilidades cognitivas con la capacidad de facilitar el pensamiento racional en torno a un tema; es el proceso de observación y resolución de problemáticas; es una herramienta aguda para el diálogo; es la capacidad de discernimiento entre el tormentoso mar de información al que nos vemos sometidos todos los días.


Se puede llegar a acuerdos y desacuerdos con cada explicación, sopesar cuáles son más completas y profundas y cuáles más generales y superfluas, pero en todas las explicaciones se opta por asumir que pensar críticamente (ejercer pensamiento crítico) es simplemente pensar, es decir, un fin en sí mismo o una herramienta tan flexible que puede usarse indistintamente en cualquier área del conocimiento, espectro político o sistema cognitivo.  


Lo anterior no es necesariamente negativo, pues la aportación de formas más completas para el análisis de la realidad es siempre una ventaja para la actividad de cualquier sujeto. En detrimento, con la multiplicidad de para qués viene un vaciado de contenido: pensamiento crítico para mejorar el habla, pensamiento crítico para rendir más en el trabajo, pensamiento crítico para que el intelectual se forme en debate, pensamiento crítico a la orden del mejor postor —o impostor—; pensamiento crítico como barro que se amolda con las manos de unos u otros intereses, pensamiento crítico ex nihilo y ad nauseam.


Es posible imaginar que este fenómeno de vaciado sólo sea consecuencia de un mal uso y abuso de la categoría en espacios no políticos, académicos e intelectuales. Empero, ¿cómo se combaten todos estos lugares comunes repletos de obviedades y deficiencias desde estos nuevos espacios y, principalmente, desde las izquierdas? Un análisis crítico y autocrítico puede arrojarnos algo de luz. 


En cuanto a la etimología y los componentes de la categoría: el verbo pensar viene del latín pensare (colgar; pesar) y, a su vez, de la raíz indoeuropea *(s)pen: estirar o hilar. Mientras que criticar proviene del verbo griego krinein (separar; decidir) y de la raíz indoeuropea * krei: cortar, separar o distinguir. (Pokorny, s.f.)


Así pues, entendido desde su raíz, es posible afirmar que el pensamiento crítico nos permite destejer los componentes de algo, para comprenderlo desde la complejidad de sus distintas dimensiones. Aunado a esto, “el pensamiento crítico no es suma de ideas; es una actitud intelectual, una tensión, una exigencia, y unos procedimientos” (Del Río, 2009, p.7). No suma ideas porque siempre las pone bajo riguroso examen para la posterior superación de sus contradicciones; actitud intelectual en función de la producción de nuevos conocimientos; tensión en relación con las fuerzas opuestas a las que se somete el análisis de la realidad; exigencia por el trabajo que requiere todo esto y, por último, procedimientos en concordancia con su vena metódica y científica. 




¿Es el pensamiento crítico una herramienta para las izquierdas o, en cambio, es un lugar común vacío de significado?



A partir del siglo XVII, antesala histórica de la Revolución Francesa, el concepto de crítica obtuvo relevancia en el argot intelectual de la mano del avivamiento del fuego de la razón frente a las viejas formas de entender la religión, la política, la ciencia, la filosofía, etc. Si bien, es aventurado limitar su uso al mundo ilustrado, pues desde la Antigüedad Clásica hasta el Renacimiento encontramos pequeños atisbos del concepto, de facto daremos a la razón ilustrada el goce de origen de aquello que generalmente entendemos por pensamiento crítico: tener juicio razonable por medio de la interpretación, análisis, evaluación e inferencia. No obstante, esto resulta en suma limitante para la actualidad, ya que no termina de direccionar su ejercicio intelectual hacia una capacidad creadora y transformadora, sino que da cabida a lo meramente interpretativo, pues su fin último poco o nada garantiza un impulso de acción en el sujeto.


Así pues, se comienza a entender al pensamiento crítico de manera sistematizada, mejor explicada y con la relación teoría-praxis a partir de la irrupción del marxismo, siendo los primeros Marx y Engels, seguidos por autores como Lenin y Gramsci. A posteriori, varios miembros de la Escuela de Frankfurt tendrán tal concepto como uno de los ejes base de su producción intelectual, a partir de la Teoría Crítica de la Sociedad que se distanciará del marxismo-leninismo soviético y replanteará el estudio de los postulados marxistas con grandes aportes teóricos, pero débil repercusión en transformaciones sociales profundas y movimientos revolucionarios. 


En relación con lo anterior, es común asociar al pensamiento crítico con el posicionamiento y propaganda de las izquierdas, y que éstas lo abracen. Sin embargo, que históricamente se pueda afirmar esta relación no es equivalente a que las izquierdas tengan una idea consensuada y consecuente de esta categoría, sino todo lo contrario, pues basta con realizar una revisión rigurosa de la producción intelectual de las izquierdas contemporáneas para corroborar lo complejo que resulta encontrar una elaboración ampliamente desarrollada que no sea una miscelánea de citas textuales. Lo cual resulta estéril al buscar una definición clara de pensamiento crítico y su utilidad en la transformación de la realidad, actividad urgente para cualquier izquierda viva. Queda reducido al excursus de una idea inacabada.


Resalta la pregunta, ¿es el pensamiento crítico una herramienta para las izquierdas o, en cambio, es un lugar común vacío de significado? Al parecer lo primero es un objetivo aún inalcanzado y lo segundo un error recurrente. Por el momento, cabe mencionar que ante las problemáticas de la realidad concreta, cada izquierda defenderá sus posturas y programas desde su formación teórica, ideológica y sus sesgos cognitivos; pero si no aceptamos que estos últimos suelen ser problemáticos a la hora de hacer análisis complejos y completos, resultará imposible acercarnos a resultados claros, pues, como señala Eugenio del Río, sin importar el compromiso social, toda teoría y saber deberán someterse a una discusión racional que sobrepase las particularidades de sus compromisos sociales. (Del Río, 2009, p.45) 




El espíritu del pensamiento crítico es su carácter científico, provisto de un método perfectible y verificable que intenta entender y transformar el mundo y su naturaleza.



Es en lo anterior donde se debe tener precaución con el peso de la ideología (en el sentido de Marx), pues “... en toda ideología los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en una cámara oscura” (Marx y Engels, 1974, p. 26). Es decir, el estar boca abajo, en inversión, resulta lo propio de este fenómeno. Es por ello que para alcanzar una definición tentativa de pensamiento crítico desde, por y para las izquierdas, también será necesario poner sobre la mesa los rezagos idealistas de éstas, su actual alejamiento del materialismo dialéctico y el ejercicio de la razón en pro de aspectos desprovistos de metodología científica. 


Mientras la ideología se amuralla tras la ilusión de la permanencia, niega el cambio y se presenta a sí misma como verdad dada (natural e inmutable); el pensamiento crítico abre los caminos a la búsqueda objetiva y metódica, aunque cambiante, de una posible Verdad. 


Para Eugenio del Río: “Cuando la invalidez de los saberes oficiales de un colectivo es manifiesta y resulta inevitable realizar cambios, estos últimos tienden a ser postergados o a llevarse a cabo despacio; las transformaciones bruscas causan desperfectos” (Del Río, 2009, p. 75). Esto sucede comúnmente en las organizaciones y partidos de izquierdas; la mayoría de las veces somos incapaces de ver más allá de nuestros lugares comunes, de cuestionar nuestros preceptos teóricos, incluso cuando estos son insuficientes ante los retos que se nos presentan cotidianamente. 


Si las izquierdas partimos de una verdad dada e incuestionable, porque «nuestra ideología y sus postulados priman sobre todo lo demás» o nos negamos a adquirir ciertos conocimientos debido a que éstos tienen una procedencia “eurocéntrica”, “burguesa”, “colonial” o “patriarcal”, incurrimos en un craso error y, a la vez, nos desarmamos de la capacidad de análisis para la necesaria superación de los mismos en pro de causas revolucionarias. Este desacierto nos ha atravesado desde las corrientes de izquierda más clásicas hasta las más posmodernas. 


El pensamiento crítico palidece cuando se le encierra dentro de sesgos, aunque éstos estén motivados por compromisos y convicciones sociales con valor ético. Así, una sombra de ensimismamiento cubre al espectro de las izquierdas, entorpeciendo su marcha en sus distintos campos de batalla, desde las fábricas hasta las academias. La hegemonía que tienen las izquierdas sobre el pensamiento crítico se debilita ante su uso indiscriminado, indistinto y diluido. 


Por lo tanto, el espíritu del pensamiento crítico es su carácter científico, provisto de un método perfectible y verificable que intenta entender y transformar el mundo y su naturaleza. Por lo que nunca se resigna o aquieta; está en movimiento. Desde y para las izquierdas debe ser materialista y dialéctico; consciente de las contradicciones que afronta y presto a la superación de éstas. Por ende, impera en él la racionalidad crítica y objetiva. 



Dentro de las izquierdas la categoría pensamiento crítico debe rebasar el tono discursivo y meramente académico con el que se enuncia, poner acento en su potencialidad transformadora y separarse de sus lugares comunes.



Lo más importante, el pensamiento crítico debe estar siempre atravesado por la relación inseparable de lo teórico y lo práctico. Es este el momento de escisión con todos los postulados que se mencionaron al principio: para la mayoría de autores o divulgadores mainstream, el pensamiento crítico se acota, por una parte, a lo contemplativo e interpretativo de las caras de la realidad, yendo un poco más allá de lo aparente, pero estas reflexiones son incapaces de salir de su valor teórico en el uso ideológico, es decir, sin apuesta práctica y, por otra parte, como una herramienta meramente utilitaria.  


Ahora bien, el pensamiento crítico no exige neutralidad ideológica y ésta no es equivalente a la objetividad científica. Pues como bien lo señala Adolfo Sánchez Vázquez: 


La doctrina de la «neutralidad ideológica», ya sea en la forma clásica de la «ciencia libre de valores» de la más reciente «ciencia libre de ideologías», es una manifestación de la ideología burguesa ante la cual el científico social no puede ser indiferente. (Sánchez, 1983, p. 163) 


No hay ciencia desprovista de ideología bajo el capitalismo, pero quienes asumimos los preceptos de alguna de ellas desde las izquierdas tenemos la responsabilidad ética de someterla siempre a un juicio racional, bajo la consciencia de su naturaleza perfectible, pues la tarea no es “ideologizar” la producción de conocimiento, sino ponerlo a merced de las transformaciones sociales. 


Entonces, pensar críticamente no es sólo contraponer unas teorías predilectas frente a otras despreciadas a manera de disputa desde sus bases idealistas, sino partir de la materialidad de la teoría para apuntar a la praxis. Esto permite una constante adaptación de la teoría, con capacidad autocrítica, a las condiciones materiales en las que ésta se desarrolla. 


Dentro de las izquierdas la categoría pensamiento crítico debe rebasar el tono discursivo y meramente académico con el que se enuncia, poner acento en su potencialidad transformadora y separarse de sus lugares comunes. Destejer sus significados nos permitirá darle el uso adecuado en los terrenos en los que se necesita: el desarrollo teórico y práctico capaz de superar el sistema político y económico existente. 




BIBLIOGRAFÍA


  • Del Río, E. (2009). Pensamiento crítico y conocimiento (Inconformismo social y conformismo intelectual). Madrid: Talasa. 

  • Marx, C. y Engels, F. (1974). La ideología alemana (Crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus representantes Feuerbach, B. Bauer y Stirner y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas). Barcelona: Ediciones Grijalbo. 

  • Pokorny, J. (12 de septiembre de 2024) Indogermanisches Etymologisches Wörterbuch. Recuperado de 

    https://indogermanisch.org/pokorny-etymologisches-woerterbuch/index.htm

  • Sánchez, A. (1983). Estudios marxistas sobre filosofía e ideología. Barcelona: OCÉANO. 





Erick G. Ramos, coordinador general del Centro de Documentación y Difusión de Filosofía Crítica (CDyDFC) y editor de la Revista Filos Crítica. Clasicista de formación académica.








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