CULTURA DEL SCROLLING: ¡AMENAZA AL PENSAMIENTO CRÍTICO!
- Jesús Martínez Rojas Ríos
- 10 mar
- 13 Min. de lectura
Actualizado: 7 abr

Scrolling & F, Collage, E. (2024)
En 2005, Mark Fisher explicó en una entrada de su blog intitulada ¿Por qué K? que éste era el único espacio en el que se sentía cómodo con un discurso muy particular, alejado de la rigidez de la academia, más cercano al discurso utilizado en las escuelas de arte y en la cultura pop.
En los albores de las redes sociales permeaba un optimismo generalizado respecto al papel transformador-emancipador que éstas iban a tener en relación con la sociedad, así como con la libertad creativa de sus usuarios; específicamente, como un medio para reunir comunidades en donde se compartieran ideas y creaciones multimedia. A más de 20 años del boom del uso del internet para generar comunidades —MySpace fue creado en 2003, Facebook en 2004, YouTube en 2005 y Twitter (ahora X) en 2006—, pongo en tela de juicio si éstas tienen un papel transformador de la sociedad en un sentido crítico. Incluso, me atrevo a decir que éste es casi nulo.
En 2005, Mark Fisher explicó en una entrada de su blog intitulada ¿Por qué K? que éste era el único espacio en el que se sentía cómodo con un discurso muy particular, alejado de la rigidez de la academia, más cercano al discurso utilizado en las escuelas de arte y en la cultura pop, pero en donde no sacrificara su rigor teórico. En sus palabras, buscaba “un modo de hacer teoría a través de, no «sobre», las formas culturales populares” (Fisher, 2019, p. 42). El mismo nombre de su blog (K-Punk) entraña esta idea: la expresión cibernética por medio de las nuevas tecnologías de la información —de ahí la K, del griego kyber— se encuentra fuera del control centralizado y es, por lo tanto, punk (Fisher, 2019, pp. 42-43). Es patente su optimismo en las comunidades digitales, veía en el blog un medio libre y creativo a partir del cual teorizar; y, siguiendo la teoría crítica marxista, esto implicaba una teoría no contemplativa sino transformadora —tal como lo enuncia Marx en sus Tesis sobre Feuerbach— que considerase a las estructuras económicas, culturales y sociales (Horkheimer, 2000).
Otros dos ejemplos que nos ilustran el optimismo de fin del siglo XX en torno a las tecnologías de la información desde ámbitos distintos —el cultural y el político— son los siguientes. Desde el ámbito cultural, en la película de las hermanas Wachowski, Matrix, un grupo de hackers utiliza el lenguaje de programación y sus avatares digitales para “despertar” y liberarse de las máquinas que dominan a la humanidad, primero a nivel personal, para posteriormente organizar una revolución en su contra. Desde lo político, entre 2010 y 2012 hubo una serie de insurrecciones en el mundo árabe, en las que la sociedad civil se levantó en contra de dictadores que llevaban gobernando despóticamente desde hace casi 30 años en algunos casos. A pesar de que hoy en día se cuestiona si la Primavera Árabe tuvo un impacto positivo para la gente en los países en que ocurrió, las redes sociales jugaron un papel esencial para movilizar espontáneamente a la sociedad en contra de los regímenes dictatoriales.
[…] la insurrección es en primer lugar la obra de quienes no son nada, de quienes vagabundean en los cafés, en las calles, en la vida, en la facultad, en Internet. […] En Sidi Bouzid, en Kasserine, en Thala, fueron los «locos», los «perdidos», los «buenos para nada», los «freaks» quienes esparcieron primero la noticia de la muerte de sus compañeros de infortunio (Comité Invisible, 2015, p. 44).
Actualmente, pareciera que las redes sociales han sido mermadas en su potencial transformador de manera considerable, configurando a la nueva industria cultural. Lo podemos observar en la homogeneización de los contenidos de las redes sociales hegemónicas (TikTok, Instagram, YouTube, Facebook, Twitter), así como del efecto adictivo que generan éstas con su contenido, además de la captación de datos personales por las plataformas y el perfeccionamiento de sus algoritmos. Todos estos factores ya integrados devienen en el fenómeno del scrolling, es decir, la enajenación de una persona por pasar horas deslizando el contenido a través de aplicaciones digitales.
Al ser la cultura una extensión del lenguaje, está siempre integrada por las concepciones del mundo existentes en el tiempo y espacio en donde se origina.
Para analizar este fenómeno, partiremos de las Tesis sobre Feuerbach de Karl Marx, en donde argumenta que el papel de la filosofía es transformar la realidad, tanto para liberar a las personas en particular como a la sociedad en general:
Es en la práctica [Praxis] donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento (Marx, 2015, p. 107).
Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo (Marx, 2015, p. 109).
Al tratarse de una praxis, teoría y práctica están imbricadas; así como la filosofía y la actividad productiva, el pensamiento y la acción. Se trata pues, de una filosofía de la praxis. De esta forma, toda actividad humana —se trate de una producción estética, de un tratado filosófico, o cualquier otra, incluyendo las relaciones interpersonales— se da en un contexto social e histórico concreto y debe estar encaminada tanto a la transformación de la realidad, como a la búsqueda de la libertad y la verdad. Praxis y teoría constituyen una unidad indisoluble.
Gramsci, en sus Cuadernos de la cárcel , interpretó las Tesis sobre Feuerbach. De acuerdo con el pensador italiano, no es que Marx subordine jerárquicamente la filosofía ante la actividad práctica, relegando el pensamiento al acto, sino que instaura una filosofía de la praxis; establece una unidad entre la teoría y la práctica (Gramsci, 2023, p. 332). Esta unidad teórica-práctica implica que la filosofía está contenida en el lenguaje mismo; la filosofía es una concepción del mundo que se expresa por medio del lenguaje; todas las personas tienen una concepción del mundo; por lo tanto, todas las personas son filósofas (Gramsci, 2023, p. 630). Esta íntima relación entre lenguaje, concepción del mundo y filosofía se transfiere también a la cultura, así como a los fenómenos culturales:
Parece que puede decirse que «lenguaje» es esencialmente un nombre colectivo, que no presupone una cosa «única» ni en el tiempo ni en el espacio. Lenguaje significa también cultura y filosofía […], y por tanto el hecho «lenguaje» es en realidad una multiplicidad de hechos más o menos orgánicamente coherentes y coordinados […]. La cultura, en sus diversos grados, unifica una mayor o menor cantidad de individuos en estratos numerosos, que tienen más o menos contacto expresivo que entre sí se comprenden en diferente grado, etc. (Gramsci, 2023, p. 592).
Al ser la cultura una extensión del lenguaje, está siempre integrada por las concepciones del mundo existentes en el tiempo y espacio en donde se origina. Hoy en día, uno de los fenómenos culturales que mayor impacto tiene en la sociedad es el de las redes sociales. Tan sólo en México, el INEGI registró que en 2023 hubo 97 millones de personas usuarias de internet, es decir, el 81.2 % de la población total; de este porcentaje, el 97.1 % navegan a través de un teléfono celular inteligente y el 91.5 % utiliza el internet para acceder a las redes sociales (INEGI, 2024). Así mismo, en 2024 se registran en el país 90.2 millones de cuentas de Facebook, 83.1 millones de cuentas en Youtube, 44.85 millones de cuentas de Instagram, 74.15 millones de cuentas de TikTok y 18.02 millones de cuentas de X (antes Twitter) (Datareportal, 2024).
Por este motivo cobra relevancia que tornemos la mirada hacia las redes sociales para comprender a nuestra sociedad, a las concepciones imperantes del mundo, así como la situación política y cultural actual. Al estar los fenómenos culturales integrados por concepciones del mundo (“filosofías”), éstos nunca son neutrales. La tecnología tampoco es neutral, ni en sus dispositivos ni en su uso. En esto nos adherimos a Marcuse, quien afirma que no puede sostenerse la noción tradicional de la neutralidad de la tecnología: “la razón tecnológica se ha hecho razón política”. (Marcuse, 1981, p. 37)
La cultura entonces obedece a la cadencia del ritmo del acero, lleva la impronta de la ideología del negocio; una vez que ésta ha sido cooptada por el capital, deviene en industria cultural y su único propósito es enriquecer los bolsillos de sus dueños.
Hoy en día, el internet ha dejado de ser un espacio fuera del control centralizado. En Dialéctica de la Ilustración, Adorno y Horkheimer exponen cómo la cultura —en sus distintas expresiones— ha sido cooptada por el capital y obedece a los intereses de los grandes capitales económicos. Derivado de lo anterior, el internet ha sufrido una homogeneización en su técnica y contenido, así como un menoscabo en la calidad estética de las creaciones culturales que resulta en la disminución de la capacidad crítica de su audiencia, la cual deviene en mera consumidora (Adorno y Horkheimer, 2016, pp. 161-205):
La cultura marca hoy todo con un rasgo de semejanza. Cine, radio y revistas constituyen un sistema. Cada sector está armonizado en sí mismo y todos entre ellos. Las manifestaciones estéticas, incluso de las posiciones políticas opuestas, proclaman del mismo modo el elogio del ritmo del acero. (Adorno y Horkheimer, 2016, p. 161)
La cultura entonces obedece a la cadencia del ritmo del acero, lleva la impronta de la ideología del negocio; una vez que ésta ha sido cooptada por el capital, deviene en industria cultural y su único propósito es enriquecer los bolsillos de sus dueños. Para lograrlo, el contenido y la calidad estética sufren una merma en su originalidad y los creadores pierden libertad creativa, cayendo en la repetición de contenidos, estereotipos y clichés; por otra parte, la técnica de la (re)producción cultural se perfecciona. (Adorno y Horkheimer, 2016, p. 176)
La repetición y homogeneidad de los contenidos, así como el perfeccionamiento de la técnica —por medio del algoritmo—, podemos observarlos en la evolución de las redes sociales, en particular las hegemónicas (antes referidas). Basta una hora en cualquiera de éstas para notar cómo se ha homogeneizado el contenido: en TikTok uno encuentra los mismos filtros, bailes, canciones pop pegajosas utilizadas de fondo, modismos de habla; en X reinan los mensajes de carácter político carentes de profundidad y faltos de argumentación (de cualquier lado del espectro político), acompañados de la estridencia de las rabietas en 140 caracteres; en Instagram impera la captura fotográfica estereotipada de los mismos paisajes paradisíacos o urbanos de moda, uso de filtros, poses comunes; en todas reinan los hashtags (#) para seducir al algoritmo y captar la atención de la audiencia.
A estas fórmulas repetidas y comunes en cuanto a la estética y contenido las acompañan los algoritmos que cada vez se ajustan mejor al usuario —la optimización de la técnica al servicio de la industria— y que vuelven a las redes sociales más adictivas, manteniendo a sus usuarios enajenados deslizando la pantalla (scrolling) por horas y perpetuando así la homogeneidad del contenido.
En México, de acuerdo con datos de la Asociación de Internet MX para 2024, 78 % de la población se conecta diario a internet un tiempo mayor a 5 horas en promedio; el 17 % se conecta en promedio entre 5 y 7 horas, el 22 % en promedio de 7 a 9 horas y 39 % más de 9 horas. Destaca de forma alarmante la generación Millenial (entre 28 y 43 años para este estudio), ya que el 54% de este grupo se conecta en promedio más de 9 horas diarias al internet; muy por encima del 37 % de la Generación X (entre 44 y 59 años para el estudio) y del 33 % de la Generación Z (entre 12 y 27 años) que tiene estas horas de uso promedio del internet (Asociación de Internet MX, 2024, p. 12).
La repetición de contenidos y el perfeccionamiento de la técnica de los productos de la industria cultural resultan en la pérdida de la capacidad crítica de quienes, a su vez, se vuelven en meros consumidores.
Esta técnica del algoritmo para mantener al usuario scrolleando por horas, recientemente acaba de adoptar a un nuevo aprendiz de brujo —como el personaje del poema de Goethe que hechiza a unas escobas para que hagan el trabajo pesado por él, pero pierde el control de su encanto, terminando en una catástrofe—: la inteligencia artificial (IA). De acuerdo con Stuart Russell, profesor de la Universidad de California en Berkeley, especializado en el estudio de la IA, esta tecnología recopila la mayor información posible sobre los usuarios y les proporciona contenido ad hoc a sus preferencias para mantenerlos conectados el mayor tiempo posible (Adamo Idoeata, 2021).
La repetición de contenidos y el perfeccionamiento de la técnica de los productos de la industria cultural resultan en la pérdida de la capacidad crítica de quienes, a su vez, se vuelven en meros consumidores. Los productos culturales provocan una ralentización en el uso activo de las facultades cognitivas por parte de los sujetos. Adorno y Horkheimer recurren a la epistemología kantiana para fundamentar esta pérdida de la actividad cognitiva del sujeto provocada por los productos de la industria cultural.
De acuerdo con Kant, el proceso cognitivo requiere tanto de la receptividad de representaciones por medio de la sensibilidad —los datos sensibles—, como la capacidad de pensar a través de conceptos por medio del entendimiento. Ni la sensibilidad por sí misma ni el entendimiento en solitario producen conocimiento, se requiere de una síntesis entre ambas facultades (Kant, 2013, pp. 92-93). Kant argumenta que debe haber una regla que medie entre sensibilidad y entendimiento, de tal forma que se subsumen los datos sensibles al concepto (dado por el entendimiento) y así se constituya un objeto del conocimiento. A esta regla Kant la denomina el esquematismo (Kant, 2013, pp. 182-189).
Adorno y Horkheimer argumentan que los productos de la industria cultural —homogéneos en contenido y optimizados técnicamente— están ya digeridos y previamente clasificados por la misma industria, adelantando el proceso cognitivo y estético del esquematismo para sus consumidores, ahorrándoles la participación activa en la configuración de conocimiento:
La tarea que el esquematismo kantiano esperaba aún de los sujetos, a saber, la de referir por anticipado la multiplicidad sensible a los conceptos fundamentales, le es dispensada al sujeto por parte de la industria [cultural]. Ésta lleva a cabo el esquematismo como primer servicio al cliente. (Adorno y Horkheimer, 2016, p. 165).
Un ejemplo de esta digestión de las facultades cognitivas activas que hace la industria cultural, es la selección de material por medio de los algoritmos de las plataformas anticipándose a la decisión por parte de sus consumidores. Si bien esto pudiera parecer una ventaja —vendiéndose como un servicio personalizado—, estos mecanismos sólo provocan un aletargamiento en los usuarios, manteniéndolos por horas scrolleando y consumiendo contenido casi idéntico, aturdiendo así su capacidad de decisión.
Estas observaciones sobre la repetición del contenido, el perfeccionamiento de la técnica y la aplicación de algoritmos e inteligencia artificial para mantener a los usuarios “conectados” y aletargados por horas, son la alerta que Adorno y Horkheimer hicieron en 1944 sobre la pérdida del uso activo y crítico de las facultades cognitivas entre los consumidores provocada por la industria cultural. ¿Pero por qué está sucediendo esto en las redes sociales?
Al principio del presente artículo mencioné que hace 25 años había un optimismo respecto al papel del internet y el blog en particular —antecesor de las redes sociales—. Esto se debía a que surgieron para crear espacios fuera de la esfera centralizada de los medios mainstream (Fisher, 2019). ¿Qué ha cambiado? Con la intención de responder esta pregunta, simplemente hay que ver quiénes son los dueños de las principales redes sociales para comprender cómo éstas han sido cooptadas por los intereses económicos: X (antes Twitter), es propiedad del magnate Elon Musk, dueño de Tesla, SpaceX y quien abiertamente se asume como conservador, haciendo propaganda a favor de Donald Trump; por su parte, a modo de los konzern/monopolios culturales de los cuales alertaron Adorno y Horkheimer (2016, p. 171), Mark Zuckerberg integró en el gran consorcio denominado Meta a Facebook, Instagram y WhatsApp. De esta manera es que el internet —en buena medida— se disfrazó engañosamente de la estatua de la libertad.
Sin embargo, en el fondo se perpetúa el control de los consumidores de redes por medio del perfeccionamiento de los algoritmos y la disminución de la calidad de contenido, con el propósito de mantener perdidamente conectados a sus usuarios por horas; mientras tanto, sus dueños observan cómo se incrementa el valor de sus arcas. En septiembre de 2024, Elon Musk es la persona más rica del mundo, con una fortuna estimada de 243.7 mil millones de dólares; Zuckerberg ocupa el cuarto puesto a nivel mundial con una fortuna estimada de 180.5 mil millones de dólares. (Forbes, 2024)
Respecto a Cambridge Analytica, se trató de una empresa londinense que, por medio de los datos personales recabados de usuarios de Facebook buscaba modificar el comportamiento de la audiencia.
Como bien sabemos, los intereses económicos siempre van de la mano de los intereses políticos, por lo que los algoritmos de las redes sociales y el control por medio del scrolling no han estado únicamente al servicio del enriquecimiento de sus dueños, sino que también se han usado para ganar elecciones. Tenemos dos ejemplos paradigmáticos del uso político de las redes sociales.
El primero es el mencionado anteriormente, la propaganda trumpista por parte de Musk en la red X; el segundo es el de Cambridge Analytica. Desde que Musk se adueñó de X en 2022, ha habido una serie de hechos que han fortalecido a la derecha estadounidense en Twitter: la devolución de la cuenta de Donald Trump, la cual fue suspendida por incitar a la violencia cuando llamó a sus seguidores a atacar el Capitolio el 6 de enero de 2021; una mayor laxitud en la política de “libertad de expresión”, la cual ha promovido los discursos de odio en la red social y fortalecido la presencia de la derecha en esta red; críticas desde la cuenta personal de Musk a usuarios de izquierda así como propaganda abierta hacia candidatos ultraconservadores del partido republicano de EE.UU. (Ortutay, 2024)
Respecto a Cambridge Analytica, se trató de una empresa londinense que, por medio de los datos personales recabados de usuarios de Facebook buscaba modificar el comportamiento de la audiencia. Esta empresa fue una pieza clave en triunfos electorales como el referéndum para el Brexit y la victoria de Donald Trump, ambos en 2016 (BBC, 2018); incluso fue contratada en México por el PRI para las elecciones de 2018, con un resultado insatisfactorio. (Ahmed y Hakim, 2018)
La reflexión anterior no es en afán de desesperanzar sobre la situación de las redes sociales y su cooptación por los poderes políticos y económicos. Por el contrario, es una invitación a hacer un diagnóstico crítico desde la transdisciplinariedad, así como a proponer soluciones para mantener viva la crítica en el internet. Debemos continuar la lucha por estos territorios originariamente descentralizados.
BIBLIOGRAFÍA
Adamo Idoeata, P. (2021). Por qué los algoritmos de las redes sociales son cada vez más peligrosos. Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-58874170
Adorno, T. y Horkheimer, K. (2016). Dialéctica de la Ilustración. Madrid, España: Trotta.
Asociación de Internet MX. (2024). 20º Estudio sobre los hábitos de usuarios de internet en México 2024. Recuperado de https://irp.cdn-website.com/81280eda/files/uploaded/20_Ha-bitos_de_Usuarios_de_Internet_en_Me-xico_2024_VP.pdf
Ahmed, A. y Hakim, D. (2018). Los recursos del PRI en las presidenciales: de Cambridge Analytica a la politización de la justicia. Recuperado de https://www.nytimes.com/es/2018/06/24/espanol/america-latina/pri-mexico-elecciones-pgr-trife.html
BBC. (2018). 5 claves para entender el escándalo de Cambridge Analytica que hizo que Facebook perdiera US$37.000 millones en un día. Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-43472797
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Datareportal. (2024). Digital 2024: Mexico. Recuperado de https://datareportal.com/reports/digital-2024-mexico
Fisher, M. (2019). K-Punk – Volumen 1. Buenos Aires, Argentina: Caja Negra Editora.
Forbes. (2024). Las 10 personas más ricas del mundo (septiembre de 2024). Recuperado de https://forbes.es/forbes-ricos/498857/las-10-personas-mas-ricas-del-mundo-septiembre-de-2024/
Gramsci, A. (2023). Cuadernos de la cárcel. Cuadernos 6-11 (1930-1935). Madrid, España: Akal.
Horkheimer, M. (2000). Teoría crítica y teoría tradicional. Barcelona, España: Editorial Planeta.
INEGI. (2024). Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías en la Información en los Hogares 2023 (ENDUTIH 2023). Recuperado de https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/endutih/2023/doc/presentacion_endutih2023.pdf
Kant, I. (2013). Crítica de la Razón Pura. Madrid, España: Taurus.
Marcuse, H. (1981). El hombre unidimensional. Barcelona, España: Austral.
Marx, K. (2015). “Tesis sobre Feuerbach” en Antología. Buenos Aires, Argentina: Siglo Veintiuno Editores.
Ortutay, B. (2024). Cómo Elon Musk, propietario de X, utiliza su red social para amplificar sus opiniones de derecha. Recuperado de https://www.latimes.com/espanol/eeuu/articulo/2024-08-13/como-elon-musk-propietario-de-x-utiliza-su-red-social-para-amplificar-sus-opiniones-de-derecha
Jesús Martínez Rojas Ríos, estudió Filosofía en la UNAM y Derecho en el ITAM. Es coautor del libro "Género y notariado en la CDMX"(Ed. Tirant lo Blanch, 2022). Escribe semanalmente en Vanguardia MX. Sus intereses giran en torno a la crítica cultural, pluralismo, democracia constitucional y Estado de Derecho.
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